A una semana de las pasadas
elecciones ‘midterm’ en Estados Unidos, la revista francesa Courier
International, experta en política internacional, publicaba en portada un
contundente titular “Obama, le mythe en miettes”, lo que se traduciría como
“Obama, el mito en pedazos”. Lo cierto es que, con el paso de los años, y
especialmente desde su reelección en 2012, Barack Obama se ha convertido en una
sombra de lo que era, y esto es digno de estudio. El primer presidente negro de
la historia de los Estados Unidos de América es hoy por hoy un bono que se
deprecia rápidamente, tal y como se decía en la serie “House of Cards”.
Las elecciones de noviembre
fueron un buen termómetro de la desafección del país con los demócratas, y de
la desafección de los propios demócratas con el que fue un líder aplaudido y
admirado, pero del que poco queda hoy. Los candidatos que se estaban jugando su
puesto en el Senado o en la Cámara de Representantes declinaban uno tras otro
de forma educada pero firme la oferta que desde la Casa Blanca se lanzaba para
que el presidente les ayudase. Obama permaneció prácticamente encerrado en el
Despacho Oval, mientras que la que fuera su secretaria de Estado y rival en las
primarias demócratas de 2008 Hillary Clinton se recorría el país de punta a
punta para dejarse ver junto a los candidatos y seguir potenciando su más que
posible candidatura presidencial dentro de dos años.
El resultado por todos sabido
dejó al presidente en una situación que se conoce como “el pato cojo”. Sin
control de ninguna de las dos cámaras que conforman el Congreso, Barack Obama
es hoy un preso de sus rivales republicanos, al menos políticamente hablando.
Le quedan 2 años de mandato antes de dejar definitivamente la Casa Blanca, pero
no tiene prácticamente poder. Su empeño en sacar adelante la regularización de
cinco millones de inmigrantes le obligó a dictar una orden ejecutiva, ante la
imposibilidad de que el proyecto de ley pasara por el Senado y por la Cámara de
Representantes sin ser tumbado por los republicanos. Ante esto, Mitch McConnell
y John Boehner, los líderes de la mayoría republicana en ambas cámaras, han
mostrado su voluntad de vetar la ley, incluso si ello supone un nuevo cierre de
la administración como el ocurrido al principio de este año. Todo vale para
seguir debilitando a Obama, que está maniatado.
La deriva de la política
presidencial en la política exterior ha provocado que se despliegue un amplio
contingente militar para luchar contra el Estado Islámico. Ello ha obligado a
Obama, Nobel de la Paz en 2009, a cambiar por tercera vez de secretario de
Defensa. El republicano Chuck Hagel deja el puesto a su número dos, Ashton
Carter, un tecnócrata que deberá dirigir el giro de la política internacional
de la administración Obama, de nuevo hacia la guerra que marcó el mandato de
sus tres antecesores, Robert Gates, Leon Panetta y Hagel. La elección de Carter
tiene un bajo perfil político, en busca de evitar la confrontación con los
republicanos y de sacar el nuevo plan de defensa. Lo curioso es que los
republicanos apoyan a Obama en su política de defensa siempre y cuando sea
belicista, como es en este caso.
Además del relevo en el departamento
de Defensa, Barack Obama afronta en 2015 otro cambio en su ejecutivo, el del fiscal
general, Eric Holder, el único que aguantaba en el gobierno desde 2009, el
comienzo de la Administración Obama. Holder, afroamericano que ha tenido una
gran presencia a raíz de los sucesos de Ferguson, será sustituido en principio
por otra afroamericana, Loretta Lynch, fiscal de Nueva York, que sería la
segunda mujer en ocupar Justicia, pero que tendrá que pasar por el control del
Senado dominado por los republicanos, y eso no está tan claro.
La campaña para las
presidenciales de 2016 se ha iniciado ya de hecho, puesto que los posibles
candidatos, tanto de un lado como del otro, se mostraron en numerosos actos de
la campaña de las últimas elecciones. El balón está en el tejado de los
demócratas, que tienen todo 2015 para revertir las tendencias, y sobre todo
para evitar que la situación de 2008 se invierta. Entonces, por el desprestigio
del presidente George W. Bush, la opinión pública estaba inclinada
mayoritariamente a la elección de cualquier demócrata para la presidencia. En
esta ocasión, la ventaja moral parecen tenerla los republicanos. Sin embargo,
las cosas pueden cambiarse.
El panorama no es demasiado halagüeño para unos demócratas que han perdido bastante poder en los últimos años. En las últimas elecciones, perdieron el gobierno de estados que siempre votan demócrata en las generales, como Massachusetts, y multitud de escaños en el Senado y en la Cámara de Representantes. No hay felicidad en un partido que teme volver a la minoría de la administración Bush. No hay renovación de caras, y tal vez 4 ó 8 años de presidencia republicana puedan servir para que salgan nuevas figuras. Una de ellas puede ser el congresista por Massachusetts Joseph Patrick Kennedy III, nieto del que fuera fiscal general Bobby Kennedy, y que es, junto a su tío Ted Kennedy Jr., el único representante de su familia en el poder.
La única solución de los demócratas pasa por volver a reinventarse, y dar un paso adelante: elegir a una mujer como candidata a las próximas elecciones presidenciales. Hay dos mujeres que podrían ser las elegidas. La favorita absoluta, tanto en las primarias demócratas como en las presidenciales, es Hillary Clinton, Primera Dama de 1993 a 2001, secretaria de Estado de 2009 a 2013, y rival de Obama en las primarias de 2008. Hillary se desvinculó de Obama tras las presidenciales de 2012, y conserva sus opciones intactas, en gran parte porque no se le identifica con el presidente ni con su pérdida de credibilidad.
La otra es la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren. Warren venció en 2012 al republicano Scott Brown, y recuperó para los demócratas el escaño de Clase 1 de ese estado, que había pertenecido a John Fitzgerald Kennedy y que su hermano Ted había ocupado desde 1962 hasta su muerte en 2009. Esta senadora representa a una parte tradicional de los demócratas, y de hecho el apoyo de la familia Kennedy, predominante en su estado, puede ser básico para que dé el paso final hacia la postulación. Queda mucho tiempo para que se decida el candidato, pero la batalla empieza ya.
En cuanto a Barack Obama, le quedan dos años de gestión, y aún tiene posibilidades de salvar la cara y de pasar a la historia como un buen presidente. Para ello es necesario que saque adelante las medidas que considere necesarias, como la reforma migratoria que tendría que haber sacado cuando tenía control del Senado, sin miedo al veto de los republicanos. El pasado cierre de administración fue una estrategia republicana, pero les salió el tiro por la culata, ya que salieron muy debilitados. Obama tiene que ser un presidente valiente, para pasar a la historia por algo más que el ser el primer presidente negro de su país.
ABOUTME
Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.
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