Trotsky era uno de los principales líderes de la Revolución Rusa, y muchos le veían como el sucesor natural de Lenin cuando éste falleciese. Sin embargo, tras la muerte del líder en 1926, Stalin consiguió alzarse con el poder, y empezó la persecución contra su principal rival, que tuvo que huir de la Unión Soviética en 1929. A partir de entonces, comenzó una búsqueda constante de un lugar en el que residir. Las enormes influencias de Stalin provocaban que ninguna residencia fuera permanente. Trotsky permaneció dos años en Turquía, posteriormente viajó a Francia, y finalmente fue instalado en Noruega, en arresto domiciliario, antes de que Lázaro Cárdenas, presidente de México, le concediera asilo en su país ante la petición del comunista más influyente del país, el pintor Diego Rivera. En 1937, el matrimonio Trotsky se instaló definitivamente en el barrio de Coyoacán.
Su asesino, por su parte, nació en Barcelona en 1913, hijo de una familia acomodada de la burguesía catalana. Sin embargo, pronto se afiliaría al Partido Comunista y empezaría a moverse en círculos de este tipo. Al estallar la Guerra Civil, Ramón Mercader fue movilizado, siendo trasladado al frente madrileño. Allí empezaría a escribirse su historia. En 1937, su madre, Caridad del Río, acompañada por uno de los personajes más misteriosos de la historia, Leonid Eitingon, fueron a visitarle, y tras una larga conversación, consiguieron de él el compromiso de comenzar a ser instruido por la Unión Soviética para una misión innombrable, pero que marcaría de por vida a sus protagonistas.
Ya en México, los primeros tiempos de Trotsky no fueron fáciles, después de que fuera infiel a su esposa con la pintora Frida Kahlo, en cuya casa vivía, y con su hermana Cristina. Esto provocó que Diego Rivera se enemistase con él, y que los Trotsky se mudaran a una casa propia en el propio barrio de Coyoacán en la que el líder comenzó a reunir a sus colaboradores más cercanos. Sin embargo, Stalin ya había dado la orden de acabar con su vida. Un tiempo antes, en otra parte del mundo, el hombre que se convertiría en su asesino comenzó a ejecutar perfectamente el plan que los servicios secretos soviéticos habían elaborado para que éste pudiese infiltrarse en el entorno más cercano de Trotsky y matarle. Antes, Mercader había sido sometido a un duro entrenamiento que le preparó para su labor.
La forma en la que Ramón Mercader entraría en el entorno de León Trotsky sería a través de una mujer, Sylvia Ageloff, una trotskista estadounidense que pronto comenzaría a trabajar para el líder. Mercader, que utilizaba ya la identidad falsa de Jacques Mornard, de nacionalidad belga, conoció a Ageloff en París, y pronto comenzó una relación sentimental con ella. El plan no era otro que aprovechar que Ageloff trabajaría para Trotsky e introducirse progresivamente en su entorno, dejando de ser un extraño. Actuando siempre al dictado de su madre, Mercader se trasladó a México poco después de la llegada de Trotsky, e incluso intentó buscar la ayuda de Frida Kahlo para alquilar una casa en Coyoacán, cerca de la del hombre al que acabaría asesinando.
La madrugada del 23 al 24 de mayo de 1940, se produjo el primer atentado contra la vida de Trotsky, organizado por los servicios secretos soviéticos. Un grupo, al mando del pintor David Alfaro Siquieros, penetró en el recinto de la casa, llegó a la puerta de la habitación de Trotsky y disparó. Milagrosamente, nadie salió herido, y solamente se produjo una baja la de Robert Sheldon Harte, uno de los guardaespaldas de Trotsky, que supuestamente huyó de la casa con los captores, y cuyo cadáver fue descubierto en un desierto de México. En aquel momento, Ramón Mercader tembló de miedo, porque sabia que ahora le tocaba a él. Tras el intento fallido de Siqueiros, la casa de Trotsky se llenó de grandes muros para evitar posibles nuevos ataques.
Inmediatamente después, Ramón Mercader fue encarcelado en México. Stalin lideró una misión para intentar liberarle aprovechando uno de los traslados para ir a declarar, pero la presencia en el país de Caridad del Río puso sobre aviso a la policía al respecto del plan soviético, y éste se frustró. En 1960, Ramón Mercader cumplió su condena, y viajó a Moscú, donde residía su hermano Luis. Allí, fue condecorado con la Medalla de Oro de la URSS y con la Orden de Lenin. Sin embargo, y a pesar de los honores que recibió, era una molestia para todos en el poder. Por eso, decidió mudarse a La Habana. Allí, olvidado por todos, fallecería a los 65 años en 1978. Fue enterrado en el cementerio moscovita de Kúntsevo, donde reposan todos los héroes de la Unión Soviética.
Años después de los acontecimientos de Coyoacán, la figura de Ramón Mercader sigue siendo conflictiva. Muy pocas personas reivindican lo que hizo, y el absoluto ostracismo en el que acabó su vida choca claramente con lo que le prometieron que ocurriría. Las obras artísticas sobre este hecho se han sucedido, siendo las más importantes el documental "Asaltar los cielos", que se estrenó en 1996, y el libro del escritor cubano Leonardo Padura "El hombre que amaba a los perros". Muchas de estas obras insisten en hablar del grito que León Trotsky dio cuando sintió el golpe de piolet. Un grito que persiguió a Mercader el resto de su vida, que le recordaría siempre a lo que protagonizó su vida.
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