El 44º Presidente de los Estados Unidos de América Barack Obama afronta en este 2016 su último año completo de presidencia, antes de las elecciones del mes de noviembre, que elegirán a su sucesor o sucesora en la Casa Blanca. Con toda la atención mediática y popular puesta en los candidatos y candidatas a las primarias del Partido Demócrata y Republicano, Obama afronta un reto, el de construir un relato político creíble de lo que han sido sus años de presidencia, y que le permitan pasar a la historia como un presidente respetable que ha conseguido destacar en algunas de las parcelas más importantes de su ejercicio. El esfuerzo ya ha empezado, con una nueva campaña de comunicación y de politica manifestada durante el último Debate sobre el Estado de la Unión. El campo en el que más esfuerzos se producirán en los próximos meses será con toda seguridad la política exterior, el santo y seña de la política americana, que se convertirá muy probablemente en un importante argumento durante la campaña de las primarias que comienza el próximo 1 de febrero para elegir al próximo inquilino de la Casa Blanca.
Resulta bastante habitual en la política de los Estados Unidos que un presidente que ha sido reelegido pierda el favor del pueblo en su segundo mandato. Los ejemplos recientes de Bill Clinton, que fue procesado por el escándalo Lewinsky y juzgado en el Congreso en 1998, salvándose finalmente de su destitución, y de George W. Bush, perseguido por el desastre de las guerras de Afganistán e Irak, son evidentes. Mientras que Clinton consiguió rehacer su imagen ante el público, en parte gracias a su esposa, Bush sigue contando con los niveles de aprobación más bajos de todos sus antecesores. Tras su victoria presidencial de 2012, Barack Obama pareció perder ese halo de popularidad que le alzó al poder. El tope de ese bajón se produjo en las elecciones 'midterm' de 2014, en las que el Partido Demócrata fue incapaz de recuperar el control de la Cámara de Representantes y perdió el del Senado. Ninguno de los principales candidatos a congresista y senador aceptó la ayuda del presidente ni su participación en la campaña. Obama era, en noviembre de 2014, un lastre para su propio partido, y se vivieron escenas en las que prominentes demócratas, entre ellos Hillary Clinton, se alejaron del presidente.
Sin embargo, pronto empezó Obama a cambiar de política, consciente del desgaste lógico al que le había sometido su segundo mandato. El primer paso fue el de relajar la situación en Cuba. El bloqueo estaba vigente desde la llegada del castrismo al poder en 1959. La situación política en la isla se fue suavizando con el paso de los años, principalmente tras la disolución de la Unión Soviética, principal aliado político del régimen castrista. Desde su llegada a la Casa Blanca, Obama participó en varias negociaciones con diferentes representantes del castrismo y autoridades independientes, principalmente la Iglesia, para facilitar la situación, y acabar con las hostilidades que desde hacía muchos años Estados Unidos dirigía a Cuba. El acuerdo se anunció el 17 de diciembre de 2014, mediante una comparecencia de Barack Obama y otra de Raúl Castro, en el que se informó al público de que se iniciaban las negociaciones para el "deshielo", aunque no se concretó al respecto de un posible levantamiento del bloqueo económico ni de la eliminación de las hostilidades. Los republicanos, casi en pleno, criticaron el acuerdo, acusando a Obama de traición, y prometiendo una respuesta dura, sin embargo, internacionalmente, se saludó el pacto y se coincidió en que iba en la buena dirección.
Con ese pacto en el bolsillo, Barack Obama se presentó ante el Congreso de los Estados Unidos para pronunciar el Debate sobre el Estado de la Unión, figura clave del parlamentarismo norteamericano. Ese debate era especialmente particular para el presidente, ya que el nuevo Congreso, de mayoría republicana, ya se había formado, y ése no era precisamente el auditorio más propicio para Obama. Sin embargo, el estilo del presidente había cambiado, y era triunfal. Ante una cámara de contrarios, el presidente declaró su decisión de estimular la economía, y de vetar mediante a las prerrogativas de su cargo las iniciativas de los republicanos que considerase inaceptables. En su discurso, el presidente mostró además su voluntad de acabar con la austeridad, y de reducir las desigualdades. Pese a la austeridad económica apoyada por los republicanos que controlaban la mayor parte del poder real del país, Obama decidió que iba a potenciar un giro en sus postulados económicos, hacia evitar el bloqueo institucional y el temido "cierre de administración". Los republicanos se las prometían muy felices con su victoria en las elecciones de 2014, pero el presidente les quitó la idea de la cabeza con un nuevo estilo.
El cambio en política exterior se vio también en el acercamiento a los viejos enemigos del país. Esto se vio en la implantación de una nueva política migratoria, pero también en la voluntad de Estados Unidos de luchar contra el Estado Islámico, pese a todas las críticas que Obama había dirigido durante toda su presidencia a las guerras de Irak y Afganistán. La política exterior de perfil duro promovida por los republicanos había chocado durante casi toda la presidencia con el estilo pacífico de Obama, pero en este caso, con la dureza propuesta por el presidente para la lucha contra el Estado Islámico, se acercaron a las posturas del presidente. También comenzó en aquella época la negociación con Irán para alcanzar un acuerdo nuclear, favorecido por el cambio de presidente en ese país. Ese acuerdo fue criticado abiertamente por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuyo principal acto de campaña fue un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos criticando ese acuerdo. Asimismo, Obama y su secretario de Estado John Kerry se sumaron al furor político contra Venezuela, promoviendo varias sanciones para algunos oficiales del régimen. En Europa, el principal rival de Obama era Vladimir Putin, el presidente de Rusia. El desacuerdo con Ucrania había marcado la perspectiva internacional de 2014, y la diferencia entre ambos líderes políticos se acentuó, a pesar de lo cual se mantenían las formas en las apariciones públicas.
El cambio en política exterior se vio también en el acercamiento a los viejos enemigos del país. Esto se vio en la implantación de una nueva política migratoria, pero también en la voluntad de Estados Unidos de luchar contra el Estado Islámico, pese a todas las críticas que Obama había dirigido durante toda su presidencia a las guerras de Irak y Afganistán. La política exterior de perfil duro promovida por los republicanos había chocado durante casi toda la presidencia con el estilo pacífico de Obama, pero en este caso, con la dureza propuesta por el presidente para la lucha contra el Estado Islámico, se acercaron a las posturas del presidente. También comenzó en aquella época la negociación con Irán para alcanzar un acuerdo nuclear, favorecido por el cambio de presidente en ese país. Ese acuerdo fue criticado abiertamente por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuyo principal acto de campaña fue un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos criticando ese acuerdo. Asimismo, Obama y su secretario de Estado John Kerry se sumaron al furor político contra Venezuela, promoviendo varias sanciones para algunos oficiales del régimen. En Europa, el principal rival de Obama era Vladimir Putin, el presidente de Rusia. El desacuerdo con Ucrania había marcado la perspectiva internacional de 2014, y la diferencia entre ambos líderes políticos se acentuó, a pesar de lo cual se mantenían las formas en las apariciones públicas.
2015 fue un año dispar, pero en global positivo, para un Barack Obama que hizo muchos esfuerzos para intentar construir una nueva imagen simbólica, al modo de John Fitzgerald Kennedy y varios de sus antecesores. El 23 de abril, Loretta Lynch, nominada para el cargo de fiscal general, en sustitución de Eric Holder, que estaba en el poder desde 2009, fue por fin confirmada por parte del Comité de Justicia del Senado, que debía dar luz verde al nombramiento. Hubo una semana a finales del mes de junio que tuvo tres acontecimientos muy positivos para la presidencia de Obama. En primer lugar, se produjo el fallo del Tribunal Supremo favorable a que pudiera haber matrimonio homosexual en los 50 estados del país. También en la justicia, se produjo el apoyo a Obamacare, el sistema público de sanidad implementado por el presidente desde su llegada al poder. Asimismo, después de la reacción popular de repulsa tras un atentado en junio en una iglesia de Charleston, se produjo un movimiento por parte del estado de Carolina del Sur, y de su gobernadora Nikki Haley para retirar los símbolos segregacionistas de su estado. También se produjo un importante paso en el deshielo entre Estados Unidos y Cuba, como fue la reapertura de las embajadas de ambos países. La estrategia de Obama estaba clara. Aprovechando el crecimiento económico del país, el presidente se iba alejando de su perfil politico, e iba construyendo su imagen de estadista.
Este año, el último de Barack Obama en la presidencia de los Estados Unidos, ha comenzado de forma positiva. Al final de 2015, se produjo un subidón de la preocupación popular por el terrorismo, después de los atentados de París. La percepción acerca de la supuesta inminencia de un atentado era similar a la del 11-S. Sin embargo, 2016 ha empezado bien para el presidente. En primer lugar, se produjo el compromiso de París para luchar contra el cambio climático, una conferencia en la que Obama estuvo muy presente, creando un perfil de Facebook para mostrar su determinación para un acuerdo fiable contra el cambio climático. La pasada semana, se produjo el último Debate sobre el Estado de la Unión de Obama como presidente, en el que se repitió su estilo animado, y en el que defendió, frente al catastrofismo mostrado por los republicanos, y especialmente por el 'frontrunner' Donald Trump, que Estados Unidos estaba en una buena situación, cerrando con la frase -"Los Estados Unidos de América son la nación más fuerte de la tierra. Punto". Al final del año pasado, Obama realizó una orden ejecutiva para intentar controlar la violencia de las armas, con un discurso en el que no pudo reprimir las lágrimas al afirmar que había realizado intervenciones de este tipo demasiadas veces. Sin embargo, la traca grande ha sido la entrada en vigor del acuerdo nuclear con Irán, que prevé que los iranís renuncien a su programa nuclear como contrapartida a la reducción de sanciones por parte de Estados Unidos. El histórico acuerdo al que han llegado Barack Obama y su homólogo iraní Hassan Rohaní les refuerza a los dos, y en todo caso es necesario para la seguridad mundial.
ABOUTME
Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.
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