El primero de ellos fue Marruecos. Este país, como muchos de los árabes, es una monarquía, oficialmente constitucional, y con numerosas connotaciones religiosas. El rey es, desde 1999, es Mohamed VI. El monarca sustituyó a su padre, Hassan II, y se ha caracterizado durante sus más de 15 años de reinado, por ser menos moderado que su predecesor. Pese a esto, Marruecos es uno de los países con más miseria del Norte de África. El paro ha golpeado enormemente a la población, especialmente a la más joven, y la pobreza de la mayor parte de zonas del país había provocado antes de 2011 algunos estallidos populares espontáneos. La política suele estar controlada por los aliados del rey, y se caracteriza por una enorme corrupción, y por una preocupante homogeneidad de sus miembros, no produciéndose ninguna renovación habitual entre ellos.
Otra monarquía tradicional que vio amenazado su futuro por causa de las turbulencias políticas en la zona fue la hachemita, que reina desde 1946 en Jordania. Jordania es un país relativamente joven, ya que se independizó en 1946 del Imperio Británico. Las condiciones sociales y políticas eran similares en ese país a las de Marruecos, sin embargo, su monarquía es un poco más moderna que la marroquí. El régimen político es una monarquía constitucional y parlamentaria. Ambas cámaras del parlamento pueden anular el poder de veto del rey con una mayoría de dos tercios. El principal problema reinante en la zona era la economía, con un déficit de 2000 millones de dólares, un aumento de la inflación y la perpetuación de problemas como la pobreza y el desempleo. La corrupción también había llegado al poder, y la oposición afirmaba que el parlamento no tenía un papel real, sino que servía como una institución títere para reforzar al poder ejecutivo, que podía gobernar a su antojo sin miedo de la oposición.
En esa zona, las protestas duraron un año y medio, y fueron protagonizadas por los Hermanos Musulmanes, un grupo religioso en la oposición que había liderado las manifestaciones en Egipto. Las primeras manifestaciones fueron para pedir la destitución del entonces primer ministro, Samir Rifai. Rifai fue sustituido en su puesto el 9 de febrero, pero ello no detuvo la situación. Las manifestaciones, violentas en muchos momentos pero sin muertos, pedían una reforma politica de calado. A medida que fueron pasando los meses, la situación no remitía, y los choques violentos entre policía y manifestantes se hicieron habituales. El verano de 2011 fue complicado, ya que se produjo el ataque a la comitiva del rey Abdalá II en junio. Pasaron unos meses de relativa calma hasta que, en octubre, volvieron las protestas. Para intentar contener la situación, el monarca destituyó al primer ministro, que llevaba en el poder desde febrero anterior. 2012 trajo un recrudecimiento de la situación, y en las manifestaciones, empezó a pedirse el derrocamiento de Abdalá II. Además, la guerra en Siria empezó a producir un flujo de refugiados muy grande, un problema añadido para el gobierno jordano. El rey no paró de buscar ayuda internacional, y para ello había renegado previamente del presidente sirio Bachar el Asad, cuya situación era muy comprometida, había intentado lavar su imagen, y se había mostrado comprensivo con las peticiones populares. Finalmente, al final de aquel año, se produjo la disolución parlamentaria, y la convocatoria de nuevas elecciones, ganadas por las fuerzas progubernamentales. Jordania se considera el primer país en haber superado la primavera árabe sin el derrocamiento del régimen existente. A ello contribuyó el hecho de que las protestas fueran menos multitudinarias que en Egipto, y que las tímidas reformas introducidas por el gobierno fueron aceptadas por el pueblo.
El caso de Irak es especialmente particular, por los motivos que todo el mundo conoce. El gran cambio institucional en ese país se produjo con el estallido de la guerra, posteriormente a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Aquello desembocó en el derrocamiento de Sadam Hussein en 2003 y su posterior ejecución en 2006. A la retirada de Estados Unidos, después de que el mandato de Barack Obama comenzase, el país estaba patas arriba, envuelto en una enorme lucha religiosa entre chiís y sunís, y la creciente importancia de las tribus que habían tomado el poder en algunas zonas del país y que tenían lazos con Al Qaeda y con los demás grupos terroristas que se estaban organizando. Estados Unidos quiso seguir controlando el proceso de transición a la democracia en el país, pero en la práctica se desentendieron, colocando un gobierno que contaba con el visto bueno de Washington, y dejando al país a su albedrío. Nuri al-Maliki lideraba el ejecutivo iraquí desde 2006, y la situación parecía relativamente estabilizada, pese a los diarios atentados con muertos. Un informe de 2013 mostraba a Irak como el undécimo país más inestable del mundo.
El motivo por el que la mecha revolucionaria encendió en Irak en 2011 fue la influencia de las revoluciones árabes en Egipto y en Túnez. El objetivo de las protestas fue Nuri al-Maliki, que había mostrado la intención de presentarse para un tercer mandato, como una forma de eternizarse en el poder. La oposición intentó evitarlo, pero no lo consiguió en un primer lugar. Por ello, el 12 de febrero, se produjo la primera protesta. Es cierto que las causas que llevaron a las protestas fueron más allá que la oposición al jefe del gobierno. La corrupción existente en las esferas del poder, así como los pobres servicios públicos, afectaban directamente a la ciudadanía. Las protestas tuvieron poco efecto, y en ningún momento el estado ni sus estructuras estuvieron en peligro. El llamado "Día de la Ira", que se había producido en los países en los que habían triunfado las revoluciones, se produjo el 25 de febrero de 2011, con varias acciones coordinadas en zonas del país, provocando la dimisión de autoridades locales, que se vieron obligadas a ello, ante la presión de los manifestantes. La zona más conflictiva fue el Kurdistán iraquí, donde hubo cerca de 20 muertos en las protestas. Dos días antes, se había producido un hecho bastante simbólico: la detención del periodista Muntazer al Zaidi, conocido por haber tirado un zapato a George W. Bush en 2008. Posteriormente, se produjo un hecho importante, como fue la intervención de varios países, principalmente Arabia Saudí, en la revolución en curso en Bahrein, en ayuda del régimen vigente. El gobierno de al-Maliki también criticó, como los manifestantes, este hecho. A finales de agosto de 2011, terminaron las manifestaciones. Nuri al-Maliki cedió en 2014 la presidencia del gobierno a su compañero de partido Haider al-Abadi.
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