California, el estado más grande en superficie de todo el país, decidirá mañana a quién da la mayoría de sus delegados para estas elecciones. Las encuestas muestran un empate técnico, con una ligera ventaja de Hillary Clinton, que ha ido perdiendo su renta con el paso de las semanas. El formato de estas primarias no es el 'winner takes it all', y previsiblemente habrá poca diferencia entre los compromisarios de uno y otro. Las primarias en California siempre han resultado decisivas, y han marcado el comienzo de la campaña de las presidenciales. En este caso, sin embargo, no será así, ya que Hillary tiene prácticamente hecha su candidatura desde hace varias semanas, y la negativa de Sanders a retirarse simplemente dilata la carrera, retrasa lo que parece inevitable, y da un mensaje de falta de unidad en el partido ante unas elecciones vitales. Bernie Sanders quiere terminar su carrera en las primarias ganando en California, lo que podría generar una imagen de debilidad de la candidata, incapaz de vencer en las primarias más importantes.
Bernie Sanders resultó ser el único contendiente de Hillary Clinton en las primarias, después de que el vicepresidente Joe Biden renunciase a presentarse y de que el gobernador Martin O'Malley suspendiese su campaña tras las primeras primarias. Sanders, autodefinido como socialista democrático en un país en el cual no se admiten las estridencias políticas, al menos por la izquierda, había desarrollado su carrera política defendiendo causas como los derechos LGBTI, la lucha contra el cambio climático o las críticas a la lucha contra el terrorismo emprendida por George W. Bush, que trajo las guerras de Afganistán e Irak. Se trataba pues de un viejo socialista en el reto de su vida. Su candidatura fue vista como un soplo de aire fresco que podía influir a nivel de temas en la de Hillary, y sobre todo que podía representar a un sector del partido no siempre muy visible en los círculos de decisión. Muchos minusvaloraron el impacto real que podía tener la campaña del senador Sanders, y a partir de las victorias que fue cosechando en varias de las primarias, fueron considerándole más, y admitieron que se trataba de una fuerza en crecimiento que provocaría que Hillary se emplease al máximo.
Sin embargo, y a pesar de que fue ganando primarias, entre ellas las segundas, en New Hampshire, Sanders no conseguía despegar, y los estados con más compromisarios en juego elegían a Hillary Clinton, que tras un comienzo dubitativo, empezó a distanciarse en el recuento definitivo. De las 12 primarias del súpermartes, celebrado el 1 de marzo, Clinton ganó en ocho, y Sanders en cuatro. En la primera de las elecciones importantes, Florida, la exsecretaria de Estado se impuso por más de 30 puntos. En abril, en cambio, las cosas cambiaron, cuando, en medio de un descenso de popularidad de Hillary, Sanders ganó de manera contundente siete primarias consecutivas, y recortó distancias con su rival. Fue un espejismo, puesto que Clinton ganó las cruciales elecciones de Nueva York, el estado por el que fue senadora, y de Pensilvania. Cuando Hillary Clinton venció por la mínima las primarias de Kentucky, las primarias quedaron vistas para sentencia, y muchos entendieron que había llegado la hora para que Sanders diera un paso al lado. Pero no fue así.
Fue entonces cuando Bernie Sanders cambió radicalmente de actitud. Salió sin piedad contra Hillary Clinton, con ataques furibundos contra ella. Criticó su cercanía a Wall Street, su apoyo a las medidas militares de la presidencia de Bush durante su periodo como senadora, su gestión como secretaria de Estado, y la presencia del expresidente Bill Clinton, esposo de la candidata, en la campaña. El mayor ataque que Sanders dirigió a su compañera de filas, señalando que Clinton era el menor de dos males. Lo más grave es que muchas de las críticas que el senador Sanders dirigía a Hillary eran muy similares a los que le dirigía Donald Trump, el candidato republicano. En cierto modo, el senador aplicó el principio de que si no gana él, no gana nadie.
En plena campaña negativa contra Hillary Clinton, Bernie Sanders encontró un filón para atacar a la dirección del Partido Demócrata: el sistema de los súperdelegados, miembros influyentes de la formación: los dos expresidentes de los Estados Unidos, senadores, congresistas, y altos cargos demócratas, que deciden a quién votan, y cuyo apoyo va directamente al conteo de los diferentes candidatos. En estos momentos, Hillary Clinton tiene 2358 delegados, de los cuales 547 son súperdelegados, y Bernie Sanders 1572, de los cuales 46 son súperdelegados. Sanders señaló desde el primer momento que el actual sistema provoca que la campaña esté arreglada desde el principio, y que sin la presencia de los súperdelegados la nominación estaría mucho más concurrida. Sin embargo, en las últimas semanas, el senador ha recrudecido sus ataques contra la presidenta del Comité Nacional Demócrata y congresista por Florida, Debbie Wasserman Schultz, apoyando a su rival en las primarias, y pidiendo su dimisión. El 'establishment' demócrata en pleno criticó esos ataques, y recientemente, Barack Obama ha apoyado públicamente a Wasserman Schultz.
El 7 de junio de 2008, tras las primarias de California, Hillary Clinton suspendió su campaña y decidió apoyar a Barack Obama. Es de esperar que Bernie Sanders haga lo propio esta semana. También lo hará el presidente Obama, que ha intentado mantener su imparcialidad durante todo el proceso de primarias, pero que estará del lado de Hillary a partir de ahora. Los demócratas intentan conseguir la unidad para la elección contra Trump, y también para ello, el gobernador de California, Jerry Brown, anunció la pasada semana un apoyo crucial a la candidatura de Clinton. Todos son conscientes de que la única forma de ganar a Donald Trump, con el que en estos momentos existe un empate técnico, es estando todos unidos, y dando esa imagen. Para ello será crucial que Bernie Sanders asuma su derrota y le pida a sus simpatizantes que voten a Hillary Clinton en noviembre. Una forma de atraer a estos votantes podría ser la elección de la senadora Elizabeth Warren como la candidata demócrata a la vicepresidencia.
En un artículo reciente, el premio Nobel Paul Krugman acusó a Bernie Sanders de estar fuera de control. Ciertamente, sus ataques y sus salidas de tono han sido polémicos, y solamente favorecen a que Donald Trump agite la polémica y convenza a algunos votantes de Sanders de votarle a él. La candidatura del senador por Vermont ha sido histórica y muy publicitada alrededor del mundo, y desde luego ha sido encomiable que no haya cedido a muchas de las presiones que intentaban que abandonase la carrera presidencial, pero ahora que su victoria es matemáticamente imposible, no tiene ningún sentido que su candidatura se mantenga. En caso contrario, será una irresponsabilidad que solamente contribuirá a que los republicanos puedan ganar las presidenciales y que aumentará el desconcierto de muchos demócratas que no entienden que Sanders se haya investido del rol de salvador del Partido Demócrata y se niegue a dar apoyo a Hillary, aun cuando eso signifique que Donald Trump pueda ser el próximo presidente de los Estados Unidos.
ABOUTME
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