Los primeros días de liderazgo de Corbyn fueron como se esperaban. Los laboristas hicieron toda una campaña en redes sociales para aumentar la visibilidad de su nuevo secretario general, e insistieron en la unidad del partido. Sin embargo, esa unidad no era cierta, ya que de los tres candidatos que acompañaron a Corbyn en las primarias laboristas solamente uno, Andy Burnham, su mayor rival en la elección interna y el que a priori tenía menos opciones de sumarse al equipo de oposición, aceptó formar parte del gobierno en la sombra, con el cargo de secretario de Política Interior. Le costó al nuevo líder hilar un equipo formal de oposición, ya que muchos de los eventuales candidatos formaban parte de la vieja guardia contra la que el nuevo líder había basado su campaña y que por tanto no le apoyaba. Finalmente, cerró un equipo corto y sin mujeres en puestos clave. El sector del New Labour aprovechó esta coyuntura para aumentar la presión política sobre Corbyn y las críticas a su designación, pero esto no fue sorprendente. Tampoco fue sorprendente la reacción del Partido Conservador. Varios de sus miembros afirmaron que Corbyn era un riesgo para la seguridad de las familias británicas, y que el Partido Laborista se iba a radicalizar con su nuevo líder. El Partido Liberaldemócrata tampoco tuvo piedad con él. Sin embargo, esto les dio argumentos a los partidarios acérrimos de Jeremy Corbyn, que señalaban que el hecho de que les criticasen conservadores, liberaldemócratas y miembros del ala blairista del partido era una constatación de que el cambio había llegado, y de que Corbyn estaba siendo muy molesto para las viejas élites.
Sin embargo, pronto Jeremy Corbyn empezó a cometer lo que en tenis se conoce como "errores no forzados", una serie de problemas y cosas que no hizo bien y que le dieron argumentos a los que señalaban que la elección del nuevo líder laborista había sido un calentón, pero no tenía ninguna base. El primer error se produjo en la conmemoración del 75 aniversario de la batalla de Inglaterra, la serie de bombardeos sistemáticos que realizaron los nazis noche tras noche para intentar hacer caer las defensas británicas, uno de los pueblos que mejor resistió el asalto alemán. Al final del acto, los líderes políticos asistentes se levantaron para cantar a coro el himno británico, "God save the queen". Cantaron todos, menos Corbyn. Ello provocó la reacción furibunda en contra no solamente de sus rivales políticos y de la prensa, sino de algunos de sus correligionarios, que señalaron que había sido un importante desaire a la reina y a todas las instituciones británicas, así como a todas las víctimas de aquellos brutales bombardeos. Corbyn defendió que había realizado un homenaje a todos ellos levantándose, pero que no había cantado el himno porque no lo había considerado necesario. El segundo error en pocas horas fue el que se produjo después de la nominación de John McDonnell como secretario del Tesoro en la sombra, y número dos de facto del equipo de Corbyn. El principal problema de McDonnell ha sido para muchos su postura excesivamente a la izquierda, anticapitalista y comprensiva con las razones del IRA para cometer sus acciones terroristas. Corbyn defendió a McDonnell, pero quedó tocado.
También en su primeros días como líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn llevó a cabo una acción política bastante respetable y que se consideraba absolutamente imprescindible, por lo que se incluyó en el programa. En su primera sesión de preguntas al primer ministro David Cameron, uno de los ejercicios parlamentarios más tradicionales de Gran Bretaña, el líder laborista decidió que todas sus preguntas serían preguntas hechas por la ciudadanía, por simpatizantes del partido, para convertir en un ejercicio real de preguntas y respuestas esta tradición. Corbyn dijo los nombres de aquellos que habían mandado las propuestas, y aquello pasó a la historia. El propio David Cameron le dijo a un diputado laborista que aquellas preguntas eran mucho más civilizadas que las anteriores, y que tal vez pudiera empezarse una nueva era en el intercambio parlamentario de golpes políticos. El líder laborista despejó también otra duda importante, su posición y la de su partido acerca del referéndum prometido por el gobierno de Cameron para consultar a la ciudadanía acerca de la permanencia en la Unión Europea. -"El Partido Laborista hará campaña por permanecer - declaró Corbyn - defenderemos que la pertenencia a la UE ayuda a Reino Unido a crear empleos, a asegurar el crecimiento, a incentivar las inversiones y a abordar los asuntos que traspasan la froneras, como el cambio climático, el terrorismo, los paraísos fiscales y la crisis de los refugiados". Esto rompió con la ambigüedad que muchos achacaban a Corbyn al respecto. Una de las principales quejas de la ortodoxia laborista al respecto de Corbyn era que suponían que estaba por el abandono de la Unión. Sin embargo, con esta decisión, el laborismo se alía de manera indudable con Europa, y rompe así con la política conservadora.
Quince días después de la elección de Corbyn, a finales de septiembre, el Partido Laborista celebró su congreso en la ciudad costera de Brighton. Al contrario de lo que podía parecer tras una contundente victoria en la elección primaria, Jeremy Corbyn llegó al cónclave laborista en un mal momento, y con un importante desaire por parte de sus cuatro antecesores vivos, Neil Kinnock, Tony Blair, Gordon Brown y Ed Miliband, que rehusaron asistir. Los críticos al nuevo líder tenían la esperanza de que dejándole solo, se evidenciase que Corbyn no tiene capacidad para unir al partido, y de que aquel congreso sería el comienzo del fin de su liderazgo, que no tenía ni un mes. Sin embargo, John McDonnell salió al rescate de su amigo Corbyn con un discurso en que reconoció su error al respecto de sus declaraciones sobre el IRA, y prometió una reforma económica consistente en impuestos a las grandes fortunas y la organización de un equipo de sabios para revisar el papel del Banco de Inglaterra. El responsable económico del equipo de Corbyn quiso huir de su imagen radical y tratar de convencer a los más escépticos de que todos cabían en su concepto de partido. Al día siguiente, Jeremy Corbyn intentó reducir la tensión en el partido, con guiños a los críticos, pero reivindicando el 59% de votos que le habían encumbrado como líder como un mandato claro para hacer cambios en el laborismo. Su discurso se dividió entre pequeñas concesiones a los que no creen que él pueda ser un buen líder y la reafirmación de su política. Pidió el compromiso de todos para luchar contra la austeridad, y salió ovacionado. Finalmente, Corbyn consiguió irse reforzado de aquel congreso que tenía muy mala pinta.
Los atentados islamistas del 13 de noviembre en París cambiaron la política mundial, y eso también afectó a Jeremy Corbyn, que en todo momento se había mostrado absolutamente contrario a apoyar una acción militar en Siria. Uno de sus mayores críticos, el periodista John Carlin, no perdió la oportunidad de atacarle en un artículo, acusándole de buenismo y censurando la postura defendida por el nuevo líder laborista y otros partidos de la izquierda europea de que el Estado Islámico es una consecuencia directa de las políticas irresponsables de Occidente contra el terrorismo islámico. El Partido Laborista se partió en dos en el debate acerca de una posible intervención británica a Siria a petición del primer ministro Cameron, y Corbyn no consiguió evitar que su partido llegase dividido a la votación definitiva. Dos pesos pesados de su equipo, el vicepresidente laborista Tom Watson y Hilary Benn, secretario de Política Exterior en la sombra, decidieron votar a favor de la invasión. Incapaz de pactar una postura común, el líder laborista tomó una decisión salomónica: dar libertad de voto a sus diputados. Finalmente, la invasión quedó aceptada, y Corbyn salvó la cara como pudo. Sin embargo, del debate parlamentario salió reforzada la figura de Hilary Benn como referente para el sector crítico.
2016 será sin duda un año definitivo para el liderazgo de Jeremy Corbyn al frente del Partido Laborista. Hay muchas variables externas que pueden condicionar lo que ocurra. En primer lugar, las elecciones del próximo 5 de mayo a la alcaldía de Londres, en las que el candidato laborista, Sadiq Khan parte con una ligera ventaja en las encuestas sobre el candidato conservador, pero en las que hay un enorme número de indecisos que decantarán la balanza. A pesar de que ha habido ciertos desacuerdos públicos entre Corbyn y Khan, Corbyn apoyó al actual candidato a la alcaldía durante la elección primaria en el partido, y una victoria en esas elecciones, que rompería con 8 años de mandato 'tory', le vendría muy bien al líder del partido para tomar aire. En segundo lugar, lo que hagan los conservadores. Ciertamente, la izquierdización del Partido Laborista le ha abierto un espacio al centro que seguro que intentarán rellenar, pero a la vez, empieza a plantearse la sucesión de David Cameron. Es cierto que el actual secretario del Tesoro George Osborne parte con bastante ventaja, pero el alcalde de Londres, Boris Johnson, tiene también algunos números para discutir el liderazgo 'tory'. En tercer lugar, el sector crítico del Partido Laborista está desorganizado, y ciertamente, sin una figura identificable, es difícil rivalizar con nadie. Corbyn tiene muchas opciones de venirse arriba o abajo en este año, según las circunstancias.
Hay números que desde luego no favorecen a Corbyn. El hecho de que el 90% de los actuales parlamentarios que él dirige en la Cámara de los Comunes no le apoyara en las primarias laboristas no es precisamente positivo. Sin embargo, a la vez, el Partido Laborista ha registrado desde la victoria de Corbyn el mayor nivel de afiliación desde 1997. Son muchos los que quieren ver muerto políticamente a Jeremy Corbyn, sencillamente porque difiere de su forma de ver la política. Pero no parecen entender que la razón por la cual el parlamentario por Islington arrasó en el pasado mes de septiembre es porque habla claramente de cosas que parecen perdidas actualmente en la nebulosa ideológica en que se ha convertido la socialdemocracia. El líder laborista reivindica cosas sencillas y que eran incuestionables hace 30 años. La socialdemoracia europea parece decidida a entregarse en manos del neoliberalismo, buscando seducir a esos votantes de centro político que deciden una elección, pero olvidándose del clásico votante de izquierdas al que tienen tan fidelizado que ni siquiera se esfuerzan en intentar convencerles. Sin embargo, Jeremy Corbyn ha sacudido los cimientos del laborismo precisamente escuchando a las bases hartas de traiciones a los elementos constitutivos de la formación. Probablemente, el actual líder laborista no llegue nunca a ser primer ministro, de ello se encargarán todos los que han puesto palos en sus ruedas desde el momento mismo de su elección, pero sí que podría funcionar como un catalizador, como un elemento de catarsis que permitan a los laboristas salir adelante y volver a ganar unas elecciones.
También en su primeros días como líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn llevó a cabo una acción política bastante respetable y que se consideraba absolutamente imprescindible, por lo que se incluyó en el programa. En su primera sesión de preguntas al primer ministro David Cameron, uno de los ejercicios parlamentarios más tradicionales de Gran Bretaña, el líder laborista decidió que todas sus preguntas serían preguntas hechas por la ciudadanía, por simpatizantes del partido, para convertir en un ejercicio real de preguntas y respuestas esta tradición. Corbyn dijo los nombres de aquellos que habían mandado las propuestas, y aquello pasó a la historia. El propio David Cameron le dijo a un diputado laborista que aquellas preguntas eran mucho más civilizadas que las anteriores, y que tal vez pudiera empezarse una nueva era en el intercambio parlamentario de golpes políticos. El líder laborista despejó también otra duda importante, su posición y la de su partido acerca del referéndum prometido por el gobierno de Cameron para consultar a la ciudadanía acerca de la permanencia en la Unión Europea. -"El Partido Laborista hará campaña por permanecer - declaró Corbyn - defenderemos que la pertenencia a la UE ayuda a Reino Unido a crear empleos, a asegurar el crecimiento, a incentivar las inversiones y a abordar los asuntos que traspasan la froneras, como el cambio climático, el terrorismo, los paraísos fiscales y la crisis de los refugiados". Esto rompió con la ambigüedad que muchos achacaban a Corbyn al respecto. Una de las principales quejas de la ortodoxia laborista al respecto de Corbyn era que suponían que estaba por el abandono de la Unión. Sin embargo, con esta decisión, el laborismo se alía de manera indudable con Europa, y rompe así con la política conservadora.
Quince días después de la elección de Corbyn, a finales de septiembre, el Partido Laborista celebró su congreso en la ciudad costera de Brighton. Al contrario de lo que podía parecer tras una contundente victoria en la elección primaria, Jeremy Corbyn llegó al cónclave laborista en un mal momento, y con un importante desaire por parte de sus cuatro antecesores vivos, Neil Kinnock, Tony Blair, Gordon Brown y Ed Miliband, que rehusaron asistir. Los críticos al nuevo líder tenían la esperanza de que dejándole solo, se evidenciase que Corbyn no tiene capacidad para unir al partido, y de que aquel congreso sería el comienzo del fin de su liderazgo, que no tenía ni un mes. Sin embargo, John McDonnell salió al rescate de su amigo Corbyn con un discurso en que reconoció su error al respecto de sus declaraciones sobre el IRA, y prometió una reforma económica consistente en impuestos a las grandes fortunas y la organización de un equipo de sabios para revisar el papel del Banco de Inglaterra. El responsable económico del equipo de Corbyn quiso huir de su imagen radical y tratar de convencer a los más escépticos de que todos cabían en su concepto de partido. Al día siguiente, Jeremy Corbyn intentó reducir la tensión en el partido, con guiños a los críticos, pero reivindicando el 59% de votos que le habían encumbrado como líder como un mandato claro para hacer cambios en el laborismo. Su discurso se dividió entre pequeñas concesiones a los que no creen que él pueda ser un buen líder y la reafirmación de su política. Pidió el compromiso de todos para luchar contra la austeridad, y salió ovacionado. Finalmente, Corbyn consiguió irse reforzado de aquel congreso que tenía muy mala pinta.
Los atentados islamistas del 13 de noviembre en París cambiaron la política mundial, y eso también afectó a Jeremy Corbyn, que en todo momento se había mostrado absolutamente contrario a apoyar una acción militar en Siria. Uno de sus mayores críticos, el periodista John Carlin, no perdió la oportunidad de atacarle en un artículo, acusándole de buenismo y censurando la postura defendida por el nuevo líder laborista y otros partidos de la izquierda europea de que el Estado Islámico es una consecuencia directa de las políticas irresponsables de Occidente contra el terrorismo islámico. El Partido Laborista se partió en dos en el debate acerca de una posible intervención británica a Siria a petición del primer ministro Cameron, y Corbyn no consiguió evitar que su partido llegase dividido a la votación definitiva. Dos pesos pesados de su equipo, el vicepresidente laborista Tom Watson y Hilary Benn, secretario de Política Exterior en la sombra, decidieron votar a favor de la invasión. Incapaz de pactar una postura común, el líder laborista tomó una decisión salomónica: dar libertad de voto a sus diputados. Finalmente, la invasión quedó aceptada, y Corbyn salvó la cara como pudo. Sin embargo, del debate parlamentario salió reforzada la figura de Hilary Benn como referente para el sector crítico.
2016 será sin duda un año definitivo para el liderazgo de Jeremy Corbyn al frente del Partido Laborista. Hay muchas variables externas que pueden condicionar lo que ocurra. En primer lugar, las elecciones del próximo 5 de mayo a la alcaldía de Londres, en las que el candidato laborista, Sadiq Khan parte con una ligera ventaja en las encuestas sobre el candidato conservador, pero en las que hay un enorme número de indecisos que decantarán la balanza. A pesar de que ha habido ciertos desacuerdos públicos entre Corbyn y Khan, Corbyn apoyó al actual candidato a la alcaldía durante la elección primaria en el partido, y una victoria en esas elecciones, que rompería con 8 años de mandato 'tory', le vendría muy bien al líder del partido para tomar aire. En segundo lugar, lo que hagan los conservadores. Ciertamente, la izquierdización del Partido Laborista le ha abierto un espacio al centro que seguro que intentarán rellenar, pero a la vez, empieza a plantearse la sucesión de David Cameron. Es cierto que el actual secretario del Tesoro George Osborne parte con bastante ventaja, pero el alcalde de Londres, Boris Johnson, tiene también algunos números para discutir el liderazgo 'tory'. En tercer lugar, el sector crítico del Partido Laborista está desorganizado, y ciertamente, sin una figura identificable, es difícil rivalizar con nadie. Corbyn tiene muchas opciones de venirse arriba o abajo en este año, según las circunstancias.
Hay números que desde luego no favorecen a Corbyn. El hecho de que el 90% de los actuales parlamentarios que él dirige en la Cámara de los Comunes no le apoyara en las primarias laboristas no es precisamente positivo. Sin embargo, a la vez, el Partido Laborista ha registrado desde la victoria de Corbyn el mayor nivel de afiliación desde 1997. Son muchos los que quieren ver muerto políticamente a Jeremy Corbyn, sencillamente porque difiere de su forma de ver la política. Pero no parecen entender que la razón por la cual el parlamentario por Islington arrasó en el pasado mes de septiembre es porque habla claramente de cosas que parecen perdidas actualmente en la nebulosa ideológica en que se ha convertido la socialdemocracia. El líder laborista reivindica cosas sencillas y que eran incuestionables hace 30 años. La socialdemoracia europea parece decidida a entregarse en manos del neoliberalismo, buscando seducir a esos votantes de centro político que deciden una elección, pero olvidándose del clásico votante de izquierdas al que tienen tan fidelizado que ni siquiera se esfuerzan en intentar convencerles. Sin embargo, Jeremy Corbyn ha sacudido los cimientos del laborismo precisamente escuchando a las bases hartas de traiciones a los elementos constitutivos de la formación. Probablemente, el actual líder laborista no llegue nunca a ser primer ministro, de ello se encargarán todos los que han puesto palos en sus ruedas desde el momento mismo de su elección, pero sí que podría funcionar como un catalizador, como un elemento de catarsis que permitan a los laboristas salir adelante y volver a ganar unas elecciones.
ABOUTME
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