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El reto de la posteridad de Cameron

El pasado mes de septiembre, David Cameron definió a la reina Isabel II, que la semana pasada cumplió 90 años, como "la roca de la estabilidad" sobre la que se asentaba Gran Bretaña. El primer ministro británico desde 2010 es el decimotercer jefe de gobierno de la monarca desde su subida al trono en 1952 a la muerte de su padre, Jorge VI. Desde su primera victoria electoral hace seis años, el líder tory ha logrado convertirse en uno de los políticos más respetados de su era, por su discreción y a la vez por el control de su partido, y consiguió revalidar su mayoría el año pasado. Sin embargo, escándalos como los papeles de Panamá, en los que el padre del primer ministro apareció como gestor de varias entidades offshore en las que también participó el mandatario, o su posición ambigüa acerca del referéndum sobre la permanencia en Europa del próximo 23 de junio, podrían mellar su apoyo y alejar su voluntad de tener una legislatura tranquila.

David Cameron empezó su carrera política en 1988, como asesor de varios de los ministros de Margaret Thatcher, y se convirtió en miembro del Parlamento tras las elecciones de 2001, vencidas de nuevo por Tony Blair y el New Labour, por Witney. En las siguientes elecciones, las de 2005, los 'tories' volvieron a perder por tercera vez consecutiva, y el líder conservador, Michael Howard, dimitió al frente del partido. Cameron, que había ido creciendo dentro del partido y había formado parte del último equipo de Howard, decidió presentarse a la elección interna del Partido Conservador, que se celebró a finales del año 2005. David Cameron derrotó en esas elecciones al ministro del Interior en la sombra David Davies, y se convirtió en la nueva cara tory, algo que era especialmente importante ante la dimisión de Tony Blair, que se produjo en 2007, y el nombramiento de Gordon Brown como su sucesor.

A medida que pasó el tiempo, y que las elecciones de 2010 se acercaban, quedaba claro que los conservadores tomarían de nuevo el poder en esa votación. Sin embargo, aquellas elecciones arrojaron lo que es conocido en el parlamentarismo británico como hung parliament, es decir, sin un partido con mayoría suficiente para formar un gobierno. Los conservadores fueron la primera fuerza, pero necesitaban un acuerdo. El pacto tardó una semana en constituirse, y consistió en un acuerdo entre los conservadores y el Partido Liberaldemócrata, que había logrado 52 diputados, que se sumaron a los 306 de los 'tories'. David Cameron se convirtió el 11 de mayo en primer ministro, y el líder liberaldemócrata, Nick Clegg, tomó posesión como viceprimer ministro.


No fueron pocas las semblanzas periodísticas que compararon a David Cameron con Tony Blair, sobre todo con el primer Blair. En 1994, Blair se convirtió en líder laborista, y en 1997, barrió en las elecciones, con el proyecto New Labour, una vuelta de tuerca a los postulados clásicos de la formación, de corte socialdemócrata, y que aceptaba algunas políticas neoliberales. Uno de los principales apoyos mediáticos de Blair antes de las elecciones de 1997 fue el magnate australiano Rupert Murdoch. Murdoch apoyó a Cameron 13 años después. Las similitudes físicas y de estilo entre ambos dirigentes eran evidentes. Tanto Blair como Cameron eran rara avis dentro de sus partidos, figuras juveniles alejadas de los liderazgos anteriores de ambas formaciones, y con la posibilidad de conquistar al electorado de su partido, y también de los otros. Frente a la madurez de los anteriores primeros ministros conservadores, Margaret Thatcher y John Major, Cameron imprimió un nuevo estilo a su partido.

En su primera legislatura, David Cameron tuvo que afrontar un buen número de situaciones dispares. En los primeros meses del gobierno, se produjo una importante reforma educativa que aumentó el dinero que había de pagarse por la matrícula, lo que derivó en protestas estudiantiles por toda Gran Bretaña. El aumento de la tensión en Libia y las llamadas primaveras árabes produjeron que el gobierno británico decidiera unirse a la fuerza de la OTAN para ayudar a la causa contra la dictadura de Muammar Gaddafi en el país. Dicha intervención fue aprobada por el Parlamento británico. En agosto de 2011, Londres estalló en protestas después del asesinato de Mark Duggan en el barrio de Tottenham. El gobierno tomó cartas en el asunto, reforzando la seguridad en la capital y en otras ciudades importantes, y acabando con las protestas. También fue importante la celebración de los Juegos Olímpicos de Verano en 2012, en los que Cameron jugó un papel importante como primer ministro.

El principal reto de los primeros 4 años de David Cameron como primer ministro vino de Escocia. La pujanza del movimiento independentista escocés, con el Scottish National Party y su líder Alex Salmond como principales exponentes, provocó que, en un movimiento que pretendía ser estratégico, el primer ministro pactara con los independentistas escoceses un referéndum vinculante sobre una hipotética secesión en el que solamente votarían los ciudadanos de Escocia, y que se celebraría el 18 de septiembre de 2014. A medida que la fecha de la consulta se acercaba, algunas encuestas mostraban que el "sí" a la secesión iba ganando espacio. Por ello, los líderes de los partidos británicos decidieron volcarse en la campaña, y Cameron, a la desesperada, prometió la transferencia de algunas importantes competencias para Escocia. Finalmente, el resultado fue de un 55'3% de los votos en contra de la independencia, y a pesar de que desde el gobierno se quiso señalar esto como un éxito de Cameron, el auténtico triunfador fue el ex-ministro laborista Alistair Darling, líder de la campaña a favor del voto negativo.

Para las elecciones de 2015, las perspectivas electorales de David Cameron no eran buenas, ya que las encuestas de buena parte de su mandato ponían ampliamente por delante a la oposición laborista y a su candidato, Ed Miliband. El mandatario conservador aparecía como un mal gestor económico, y se escoró a la derecha para rascar votos, aunque su victoria parecía difícil. Sin embargo, a medida que se acercaba la votación, la distancia entre ambas fuerzas fue reduciéndose hasta desaparecer. El escenario más plausible ante las elecciones de mayo cuando se votó parecía otro hung parliament, con una mayoría conservadora más corta que en 2010, y un gobierno en coalición de los laboristas y los independentistas escoceses. Sin embargo, en un hecho sin precedentes, todos los sondeos se equivocaron, y los conservadores lograron una sorprendente mayoría absoluta, con 28 escaños más que 5 años atrás, que les permitió gobernar en solitario. Cameron salió increíblemente reforzado, y apareció como un líder histórico dentro del conservadurismo británico, como el primer gran líder tory del siglo XXI.


El presente de David Cameron, que parecía invencible tras su triunfo en 2015, tiene dos incertidumbres, dos problemas que podrían mellar en su popularidad. El primero vino provocado por uno de sus principales compromisos electorales, el referéndum sobre la permanencia británica en Europa. Cameron prometió que, si los conservadores repetían mayoría, se celebraría una consulta de este tipo antes de 2017. La consulta se celebrará en el mes de junio, y la posición del primer ministro al respecto no está clara. Es cierto que ha asegurado en varias ocasiones que está a favor de la permanencia británica en Europa, pero muchas veces ha jugado con la ambigüedad a la hora de negociar concesiones de las instituciones comunitarias para suavizar la posición de Londres. Sea cual sea el resultado, el primer ministro intentará caer de pie. El segundo está relacionado con los famosos Papeles de Panamá, en los que Ian Cameron, padre del mandatario, apareció como gerente de una empresa en el país. El primer ministro tuvo que reconocer que él y su mujer también tuvieron importantes participaciones en otra empresa durante más de 10 años. Los medios locales fueron especialmente benévolos con él, y Cameron salió bastante bien de la situación, pero no deja de ser importante.

David Cameron anunció tras las elecciones que no se volvería a presentar, y por tanto, su sucesión debe esperarse en los próximos años. Hay dos nombres para esa sucesión, uno cercano al primer ministro y otro no tanto. El primero es George Osborne, ministro de Economía y mano derecha de Cameron. El segundo es Boris Johnson, alcalde de Londres desde 2008, y con una enorme popularidad por su estilo heterodoxo de hacer política. Las encuestas muestran en estos momentos una ventaja de Johnson, pero queda suficiente tiempo para que cambien las cosas. El primer ministro observa este segundo mandato con una inusual placidez, por la debilidad y fragmentación de la oposición, y por su liderazgo indiscutible en el seno de su partido. Su legado dependerá del resultado del referéndum y de que la situación política no cambie demasiado. Si todo le sonríe, Cameron será recordado como un líder invicto e indiscutido, pero sobre todo, como un héroe discreto.

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Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.

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