Muy mal se le tiene que dar a Donald Trump para no cerrar la nominación presidencial republicana en las próximas semanas. La cifra mágica en la que la designación es matemática es 1237. Trump tiene actualmente 846 compromisarios, una amplia distancia respecto de su inmediato perseguidor, el senador por Texas Ted Cruz, y por tanto tiene al alcance de la mano ese triunfo. En las primarias que se han celebrado este mes, Cruz ha sido el ganador, venciendo en Wisconsin, Colorado y Wyoming. Sin embargo, en las cruciales primarias de Nueva York, en las que el magnate, al igual que su probable rival en las presidenciales Hillary Clinton, se jugaba evitar un cambio de tendencia definitivo, Trump fue profeta en su tierra, y superó por 35 puntos porcentuales al gobernador de Ohio John Kasich, que obtuvo un 25% de los votos, 11 puntos más que Ted Cruz. Por el peculiar sistema de reparto de compromisarios en las primarias republicanas, de los 95 delegados en juego, Trump se llevó 90, y Kasich 5. Fue un gran triunfo para él, y un espaldarazo para su campaña, puesto que la última primaria que había ganado fue la de Arizona el pasado 22 de marzo.
En su discurso de victoria, en su Trump Tower de la Quinta Avenida, el magnate no perdió ni un ápice de su tono populista y polémico, y se le vio considerablemente feliz, ante el apabullante éxito en Nueva York, con mayoría de votos y compromisarios, y ganando también en cada uno de los 62 condados del estado. -"Ha sido un éxito tremendo, increíble. Ya no hay carrera que valga porque el senador Ted Cruz ha sido eliminado automáticamente. Tenemos millones y millones de votos más que John Kasich" declaró el exultante ganador de la noche. En la campaña eran conscientes de lo complicada que se les podía poner la carrera si Trump no arrasaba en el "Empire State", y por ello, el ánimo en el cuartel general del candidato era de triunfo absoluto. El magnate también mostró su convicción de que lograría los votos necesarios para llegar a la convención de julio con la nominación garantizada, afirmando -"Vamos a llegar a la convención como vencedores en número de delegados ganados juntamente con votos. Nadie debería aceptar delegados que no ha conseguido él mismo, como yo". Era un mensaje claro a los líderes republicanos, que están frontalmente enfrentados con él.
La candidatura de Trump, que había especulado anteriormente con presentarse a otras presidenciales, se recibió dentro del Partido Republicano como una anécdota. Cuando el magnate decidió lanzarse a la carrera, el escenario más factible era el de un triunfo del ex-gobernador de Florida Jeb Bush en las primarias, y aquel excéntrico millonario formaría parte de la larga lista de candidatos que irían retirándose a medida que comenzaran las primarias. Sin embargo, las cosas fueron muy diferentes, y Trump surgió en las encuestas como el candidato más apoyado, en parte por el descontento con la política clásica. Los "best sons" fueron despeñándose a medida que las primeras elecciones daban la victoria al magnate, y una ventaja en delegados creciente. De nada sirvió que los mayores contribuyentes republicanos, que habían apoyado a Jeb Bush hasta su retirada el 20 de febrero, se unieran a la campaña de Marco Rubio, a sugerencia de los altos cargos republicanos. Rubio perdió en su estado, Florida, en las primarias del 15 de marzo, y abandonó la carrera presidencial. La estrategia de apoyar a candidatos más aceptables que Trump para intentar que ganasen alguna primaria y estrecharan la batalla fracasó.
Fue a principios del mes de marzo cuando empezó a tomar fuerza un movimiento dentro de las esferas de poder republicanas: despojar a Donald Trump de la nominación directamente en la convención de julio. La clave para que ese plan tuviese viabilidad sería que el magnate llegase a esa cita sin haber alcanzado el fundamental número de 1237 delegados. Entonces, un candidato que hubiese obtenido la victoria en un mínimo de 8 estados podría convertirse en el nominado, siempre y cuando la mayor parte de los republicanos le apoyase. Hoy por hoy, el único candidato que podría convertirse en el nominado según este plan sería Ted Cruz, que ha vencido en 11 estados. Sin embargo, Cruz tampoco es del gusto de la mayoría de los próceres republicanos, y a pesar de que la explosión de Trump y el enorme efecto de sus propuestas, sus ideas son extremistas, y no cuentan con el apoyo de la mayoría, partidaria de otro tipo de candidato.
Hay otra posibilidad, aún no explorada, que se saldría de este plan, y que podría consistir en que los candidatos contrarios a Trump pusieran en común sus delegados, y se los cedieran a un candidato que pudiera ser nominado para las elecciones. El candidato alternativo, en esta coyuntura, podría ser el nominado republicano en 2012 Mitt Romney, que rechazó entrar en la carrera de 2016, pero que sigue contando con el apoyo de un buen número de sus compañeros de partido. Su compañero de fórmula entonces, el "speaker" de la Cámara de Representantes Paul Ryan, aparece también como uno de los posibles candidatos alternativos y como el "front runner" para las elecciones de 2020, suponiendo que Trump sea el nominado republicano, y que pierda las presidenciales contra Hillary Clinton. Tampoco habría que descartar a algunos de los candidatos a las primarias que se retiraron, como el senador Marco Rubio o el gobernador Chris Christie, ni al tercero en discordia en las primarias, John Kasich.
Sin embargo, hay algo que no hay que perder de vista: Donald Trump es millonario, obcecado, popular y tiene el dinero para pagarse una candidatura presidencial independiente. Si es despojado de la candidatura por algún tipo de maniobra interna dentro de las filas republicanas que tenga éxito, lo tiene muy sencillo, clamando contra la descomposición de la principal fuerza conservadora del país, y organizando una campaña independiente para participar en las elecciones de noviembre, partiendo así el voto republicano. No sería la primera vez que ocurriera algo parecido.
En las elecciones de 1912, el 26º Presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, que había rechazado ser candidato en 1908, trató de disputar la nominación republicana al impopular presidente William Howard Taft, pero no lo consiguió. Roosevelt creó entonces el Partido Progresista para concurrir a las elecciones, contra Taft y el candidato demócrata, el gobernador de Nueva Jersey Woodrow Wilson, que necesitó 46 votaciones para ser nominado. Lo que pasó fue que Wilson barrió en esas elecciones, con 435 delegados de 531, superando ampliamente los 266 necesarios para ganar, y obteniendo más de 6 millones de votos. Roosevelt fue el segundo, con 88 delegados, y 4 millones de votos, mientras que el presidente Taft obtuvo, con 8 delegados y 3 millones de votos, el peor resultado de la historia de un candidato republicano y de un presidente en ejercicio. La lección a sacar de aquella elección es que los demócratas se beneficiaron de la pelea en el seno del Partido Republicano y obtuvieron su primer triunfo en unas presidenciales desde 1892.
Quedan ya pocas primarias. El próximo día 26, se celebran 5 primarias en ambos partidos, de las cuales la más importante es la que se celebrará en el estado de Pensilvania, que reparte 71 delegados en las primarias republicanas y 210 en las demócratas. Según las encuestas, Clinton y Trump repetirán victoria en ambas primarias. La siguiente cita de importancia, casi al final del calendario electoral, será en California, el estado más grande del país, en el que se reparten 548 delegados en el lado demócrata y 172 en el republicano. Donald Trump pretende ganar todas las primarias que restan para conseguir los 391 compromisarios que le faltan para asegurarse la nominación, y para obligar a aquellos que quieran quitársela a vulnerar demasiados principios morales como para que sea viable.
Es cierto que Trump no es el mejor candidato para el Partido Republicano, pero cualquier movimiento para negarle el "ticket" presidencial fuera de las primarias sería equivalente a echar por tierra todo el proceso de elecciones internas en los estados, y despreciar la voluntad de la mayoría de los votantes republicanos que han decidido dar su apoyo al magnate neoyorquino. Los republicanos tendrán que luchar mucho para ganar las presidenciales, pero si deciden despojar a Trump de la nominación, este triunfo será imposible.
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