El primer ministro saliente, Mark Rutte, candidato del Partido Popular para la Libertad y la Democracia (VVD), aspira a repetir sus victorias de 2010 y 2012, aunque con bastante menos fuerza. En los últimos comicios, el VVD obtuvo 41 escaños. Hoy, el mejor dato de los sondeos le da 29. A priori, parece más probable que Rutte pueda articular una nueva mayoría a su alrededor para mantenerle en Het Torentje, la residencia del primer ministro en La Haya, que la posibilidad de que lo haga Wilders, pero una victoria electoral hoy le podría dar la legitimidad necesaria para llamar a una gran coalición contra el extremismo y la xenofobia representados por el PVV. Es por ello que Rutte ha puesto todo su esfuerzo en estos últimos coletazos de la campaña para llegar en cabeza en estas elecciones y trazar así el futuro del país.
En el otro extremo, Geert Wilders quema sus últimos cartuchos y azuza cualquier polémica posible para intentar hacer historia y ganar estas elecciones, el último el conflicto con Turquía después de que Holanda se negase a permitir la entrada de algunos ministros para hacer campaña por el referéndum constitucional de su país. Escindido del VVD en 2004, y como candidato de su propio partido desde 2008, Wilders ha ido ganando espacio político en estos años. Sin embargo, nunca se había llegado a la actual tesitura que hace posible una victoria de su formación, aunque sea por la mínima. Se trata de una pata más del proyecto personificado en otros países por Marine Le Pen, Nigel Farage o Donald Trump, y que ha hecho de la islamofobia y del discurso del miedo los puntos clave de su programa electoral, que ha cuajado más de lo esperado, y que podría meter en un problema grande a su país. Es probable que Wilders tenga pocas opciones reales de ser el próximo primer ministro, pero si vence las elecciones, el enfoque sería completamente diferente.
Estas elecciones significarán también la desaparición práctica del Partido Laborista. Los socialdemócratas han sido los últimos socios de gobierno de Rutte, ocupando carteras clave como el ministerio de Exteriores o el de Finanzas, ostentado por el presidente del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem. Sin embargo, esto parece haber sido mortal para sus aspiraciones de gobierno. El Partido Laborista, que ejerció el poder con primeros ministros tan carismáticos como Wim Kok, tiene unas perspectivas electorales muy pobres. Sus peores datos, en las elecciones de 2002, les dejaron con 23 escaños. Hoy, los sondeos apuntan a que tendrán como máximo 13 diputados, una cifra insuficiente, y una bajada importante respecto a los 38 de 2012. El partido celebró primarias, y el viceprimer ministro Lodewijk Asscher derrotó al líder, Diederik Samsom, siendo elegido candidato. No será, sin embargo, un plato de gusto para él, teniendo que gestionar una derrota segura.
Habrá por tanto, siempre según los sondeos, sorpasso por parte del Partido Socialista, liderado por Emile Roemer. Esta formación siempre ha tenido como objetivo a los laboristas, y ésta parece la ocasión de dar el golpe de gracia, y convertirse en la fuerza progresista principal de Holanda. Esta formación es la heredera directa del Partido Comunista holandés, y defiende valores socialdemócratas, aunque en algunos discursos, su líder ha jugado con el euroescepticismo, y por tanto, podría decirse que en cierto modo defiende esta tendencia. Su mejor resultado se produjo en las elecciones de 2006, en las que obtuvieron 25 escaños. Hoy, su expectativa es mantener los 15 que tienen actualmente, aunque con una importante ventaja moral ante el hundimiento de sus rivales históricos.
Los socialistas no serán el tercer partido, ya que las encuestas prevén un magnífico resultado para el partido Llamada Cristiano Demócrata. La formación, a la que pertenecen antiguos jefes de gobierno como Ruud Lubbers o Jan Peter Balkenende, fue durante muchos años el partido hegemónico del centro-derecha holandés, hasta que en 2006, Rutte y los suyos ocuparon ese puesto. Un buen resultado de este partido podría convertirle en el socio preferencial del VVD para el nuevo gobierno. También podría mejorar sus resultados Demócratas 66, una formación social-liberal, que pasaría de los 13 escaños a una cifra alrededor de los 20. Finalmente, también subirían mucho los Verdes, que podrían llegar incluso a obtener 20 escaños. El próximo parlamento neerlandés será por tanto muy diferente al anterior.
En estas elecciones, se cruzan muchos intereses y una situación social impredecible. El aumento de la islamofobia y del discurso xenófobo se refleja en parte de la sociedad holandesa. El país tiene una importante población musulmana, y el alcalde de Rotterdam, la segunda ciudad en población, es Ahmed Aboutaleb, de ascendencia marroquí y de religión musulmana. La idea del pluralismo religioso, fundamental en los Países Bajos, está seriamente en jaque, y una victoria de Wilders podría empeorar aún más la situación. También está cuestionado el modelo de pluralismo cultural, representado mejor que nadie por la familia real. El rey Guillermo Alejandro, en el trono desde 2013, está casado con una argentina, y él mismo es de ascendencia alemana, por su padre, el príncipe Claus de Amsberg. Sin embargo, las cuestiones al respecto son cada vez mayores, y ésta será una tarea para el próximo gobierno.
El escenario en el que Geert Wilders se convierta en el nuevo primer ministro de su país parece muy difícil, por la complicada aritmética parlamentaria, y por la ausencia de socios claros con los que poder formar gobierno. El mejor escenario para Europa parece una victoria de Rutte, aunque sea por la mínima, y la formación de un ejecutivo de amplio espectro que una al VVD con los cristiano demócratas, los socialdemócratas y los social-liberales, en busca de la cifra mágica de 76 diputados con el que se alcanza la mayoría absoluta en el país. Para ello se necesitarían hasta seis partidos. Incluso si Wilders gana, tiene muy difícil ser primer ministro, pero una victoria del PVV podría establecer un peligroso precedente, y dejaría muy marcado al próximo gobierno, que sabría perfectamente que no habría ganado las elecciones, y que solamente un gran acuerdo consigue mantenerles en el poder. Por eso es importante que el VVD gane.
Es difícil proyectar un resultado. La institución de los sondeos de opinión está en franca decadencia ante los errores constantes que han afectado a las elecciones israelíes, a las británicas, al Brexit y finalmente a las presidenciales, cuando los resultados difirieron mucho de lo que pronosticaban las encuestas. En estos momentos, el movimiento de Wilders está perdiendo fuerza, y podría ser definitivo, pero la interpretación de que esto significa el final de esta tendencia es errónea. La política holandesa girará previsiblemente hacia posturas más conservadoras respecto de las migraciones, por la influencia que el PVV tendrá en el próximo Parlamento. No es descartable que la fragmentación del próximo Parlamento lleve a unas nuevas elecciones próximamente. Todo está en el aire, por eso estas elecciones son tan importantes. Todos a votar.
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