Francia y el mundo dejaron escapar uno o varios suspiros de alivio la noche del 5 de mayo de 2002. Todas las televisiones y agencias de prensa informaban de que el presidente Jacques Chirac había conseguido un 82,21% de los votos en segunda vuelta, cifra histórica en la V República, y que por tanto había conseguido derrotar a Jean-Marie Le Pen, el candidato del Frente Nacional, que había hecho irrupción inesperada en el balotaje, y que había puesto patas arriba el sistema, tras eliminar a Lionel Jospin, el primer ministro socialista, por un puñado de votos. La sangre no llegó finalmente al río, y Chirac consiguió salvar la cabeza, y con ello el conjunto del sistema político de la V República. Sin embargo, el peligro estuvo cerca, y nunca antes, algo que probablemente dejará de ocurrir en estas próximas presidenciales, la extrema derecha había estado presente en una segunda vuelta. Ésta es la historia de la elección que cambió Francia.
El relato de lo que ocurrió en las presidenciales de 2002 sigue siendo un misterio. Cómo la izquierda pasó de sorprender al presidente Jacques Chirac ganando por sorpresa el control de la Asamblea Nacional en 1997 y obligándole a una cohabitación a naufragar estrepitosamente en primera vuelta con un Lionel Jospin que se veía en el Elíseo y que acabó por quedarse fuera a la primera. Cómo la extrema derecha logró inocular su mensaje, y jugar con el miedo para lograr el mejor resultado de su historia, que le valió además para reforzarse a largo plazo como el tercer partido francés. Cómo Jacques Chirac, traidor de traidores durante la primera etapa de su carrera política, logró limpiar su imagen para lograr el apoyo histórico e irrepetible de un 82% de los votantes, lo que en la práctica significó que todos los que no habían votado al Frente Nacional en primera vuelta le habían votado a él en segunda. Todo forma parte de un recuerdo nebuloso que metió a muchos el miedo en el cuerpo.
Las elecciones de 2002 eran las primeras en la que el elegido vería reducido su mandato de 7 a 5 años. Se presentaban en teoría como el segundo asalto del enfrentamiento de 1995 entre Jacques Chirac y Lionel Jospin, vencido por el primero en balotaje. De nuevo, como en 1988, un presidente en ejercicio y su primer ministro se enfrentaban cara a cara por la victoria. Siete años antes, Jospin había sido elegido candidato socialista por descarte, después de que Jacques Delors y Michel Rocard renunciaran a presentarse. En 2002, sin embargo, no había dudas sobre su candidatura. Había conseguido ganar las legislativas, y liderar un gobierno en el que destacaron figuras como Martine Aubry, Dominique Strauss-Kahn o Hubert Védrine. Todas las encuestas mostraban a Jospin en disposición de conquistar la presidencia, y su tiempo en el Hôtel Matignon, residencia del primer ministro, había contribuido a reforzar su figura. Unos días antes de las elecciones, Chirac ganaba a Jospin por un punto en primera vuelta en las encuestas, y ambos estaban empatados en segunda.
Sin embargo, algo ocurriría que acabaría por debilitar hasta el extremo al candidato Jospin. Fue la fragmentación de la izquierda. En 1995, fue Chirac el que tuvo que afrontar la división de su propio voto, con su rival interno Édouard Balladur en pujanza. Balladur obtuvo un 18% de los votos entonces, solamente dos puntos por debajo de un Chirac que acabaría convirtiéndose en presidente. Pero en 2002 le tocaba a la izquierda fragmentarse. En la misma línea política que el Partido Socialista, surgieron dos candidaturas, la del ex-ministro de Interior y de Defensa Jean-Pierre Chevènement, por el Polo Republicano, que él mismo definió como ni de izquierdas ni de derechas, y la de la diputada por Guyana y futura ministra de Justicia Christiane Taubira, al frente del Partido Radical de Izquierda. Ambos candidatos acabarían por obtener un 8% de los votos entre los dos, algo que habría bastado para que Jospin se hubiera clasificado.
Tampoco en la extrema derecha estaban los ánimos calmados. Jean-Marie Le Pen tuvo muchos problemas para conseguir los 500 apoyos necesarios, ya que su partido había sufrido una escisión después de una batalla interna con el número dos del partido, Bruno Mégret, que propugnaba una política diferente con alianzas con la derecha parlamentaria, y que acabó formando un nuevo partido, el Movimiento Nacional Republicano, que aspiraba a dividir el voto ultra. Le Pen acusó a la derecha de apoyar a Mégret para debilitarle a él, y efectivamente, el MNR tuvo más facilidades a la hora de conseguir los apoyos iniciales que el Frente Nacional. El triunfo final sería sin embargo para Le Pen, que acabaría por obtener el paso a segunda vuelta, pero la traición de Mégret, al que él empezó a llamar "Bruto", molestó inicialmente al líder del FN.
Gran parte del éxito de Le Pen en primera vuelta vino motivado porque la seguridad pasó a ser uno de los temas de campaña. Lionel Jospin fue el principal perjudicado por esta estrategia, ya que no supo contraatacar, negando que existiese un problema de este tipo, o planteando políticas alternativas que aplicar en el Gobierno. El caldo de cultivo se fue generando, y finalmente el 21 de abril, llegó la sorpresa. Jacques Chirac ganó la primera vuelta, con un 19,88% de los votos. Sin embargo, el segundo no fue Lionel Jospin, sino Jean-Marie Le Pen, que obtuvo un 16,86% de los apoyos. Los socialistas se quedaron fuera de la segunda vuelta con un 16,18% de los votos, menos de un punto de diferencia con Le Pen. Los socialistas acusaron entonces a Chevènement de haberle robado votos necesarios para pasar a segunda vuelta.
De aquel fracaso se culpó en cierto modo al primer secretario del Partido Socialista, un joven y ambicioso político que había vencido claramente en las elecciones al Parlamento Europeo de 1999, pero que no había sido capaz de meter a Jospin en segunda vuelta. Su nombre era François Hollande. Muchos acusaron a Hollande de no haber trazado una campaña lo suficientemente agresiva, lo que había dado pie a que otras formaciones progresistas pudieran tener un puñado de votos en primera vuelta, lo que perjudicaba a Jospin. Tras poner su puesto a disposición del partido, Hollande fue refrendado. Quien sí dimitió y desapareció de la primera plana de la política fue Lionel Jospin, que puso también fin aquella noche negra de abril de 2002 a su tiempo como primer ministro francés, un cargo que no le había servido para clasificarse a segunda vuelta. Nadie, salvo Jean-Marie Le Pen, celebró aquella noche nada, ni siquiera Chirac, cuyo resultado en primera vuelta había sido algo peor que el de 1995, aunque esta vez había sido primero.
En las dos semanas que pasaron entre ambas vueltas, los apoyos a Jacques Chirac se multiplicaron. Tan sólo Bruno Mégret apoyó a Jean-Marie Le Pen. Las encuestas eran claras, y en la segunda vuelta se corregiría el resultado de la primera. Sin embargo, las formaciones más a la izquierda, como Lucha Obrera o el Partido de los Trabajadores, rechazaron apoyar a ninguno de los dos candidatos. Otros partidos progresistas aceptaron a regañadientes dar consigna de voto a favor de Chirac, pero instaron a sus votantes a ir a votar con guantes o con una pinza en la nariz. Le Pen aprovechó esta oportunidad para llamarles locos. Finalmente, el 5 de mayo, Jacques Chirac fue reelegido presidente, recibiendo casi 20 millones de votos más con respecto a la primera vuelta, una progresión del 350%. Ni siquiera Luis Napoleón Bonaparte, candidato a las presidenciales de 1848, obteniendo un 74,2% de los votos, obtuvo tan buen resultado como Chirac.
En las próximas presidenciales, previsiblemente Marine Le Pen se clasificará a segunda vuelta. Sin embargo, el shock de 2002 no volverá a ocurrir. La puesta en marcha del frente republicano, que funcionó a la perfección para derrotar al Frente Nacional, fue improvisada y sobre la marcha, y ni siquiera Jean-Marie Le Pen esperaba tener un resultado tan bueno. La segunda presidencia de Chirac no fue tranquila, especialmente en 2005, con la victoria del no en el referéndum de la Constitución Europea, lo que trajo la sustitución del primer ministro Jean-Pierre Raffarin por Dominique de Villepin, y los disturbios de noviembre en la periferia parisina. Sin embargo, ninguna prueba sería ya tan difícil para Chirac ni para nadie como las presidenciales de 2002. Todo podría haberse torcido para siempre.
El relato de lo que ocurrió en las presidenciales de 2002 sigue siendo un misterio. Cómo la izquierda pasó de sorprender al presidente Jacques Chirac ganando por sorpresa el control de la Asamblea Nacional en 1997 y obligándole a una cohabitación a naufragar estrepitosamente en primera vuelta con un Lionel Jospin que se veía en el Elíseo y que acabó por quedarse fuera a la primera. Cómo la extrema derecha logró inocular su mensaje, y jugar con el miedo para lograr el mejor resultado de su historia, que le valió además para reforzarse a largo plazo como el tercer partido francés. Cómo Jacques Chirac, traidor de traidores durante la primera etapa de su carrera política, logró limpiar su imagen para lograr el apoyo histórico e irrepetible de un 82% de los votantes, lo que en la práctica significó que todos los que no habían votado al Frente Nacional en primera vuelta le habían votado a él en segunda. Todo forma parte de un recuerdo nebuloso que metió a muchos el miedo en el cuerpo.
Las elecciones de 2002 eran las primeras en la que el elegido vería reducido su mandato de 7 a 5 años. Se presentaban en teoría como el segundo asalto del enfrentamiento de 1995 entre Jacques Chirac y Lionel Jospin, vencido por el primero en balotaje. De nuevo, como en 1988, un presidente en ejercicio y su primer ministro se enfrentaban cara a cara por la victoria. Siete años antes, Jospin había sido elegido candidato socialista por descarte, después de que Jacques Delors y Michel Rocard renunciaran a presentarse. En 2002, sin embargo, no había dudas sobre su candidatura. Había conseguido ganar las legislativas, y liderar un gobierno en el que destacaron figuras como Martine Aubry, Dominique Strauss-Kahn o Hubert Védrine. Todas las encuestas mostraban a Jospin en disposición de conquistar la presidencia, y su tiempo en el Hôtel Matignon, residencia del primer ministro, había contribuido a reforzar su figura. Unos días antes de las elecciones, Chirac ganaba a Jospin por un punto en primera vuelta en las encuestas, y ambos estaban empatados en segunda.
Sin embargo, algo ocurriría que acabaría por debilitar hasta el extremo al candidato Jospin. Fue la fragmentación de la izquierda. En 1995, fue Chirac el que tuvo que afrontar la división de su propio voto, con su rival interno Édouard Balladur en pujanza. Balladur obtuvo un 18% de los votos entonces, solamente dos puntos por debajo de un Chirac que acabaría convirtiéndose en presidente. Pero en 2002 le tocaba a la izquierda fragmentarse. En la misma línea política que el Partido Socialista, surgieron dos candidaturas, la del ex-ministro de Interior y de Defensa Jean-Pierre Chevènement, por el Polo Republicano, que él mismo definió como ni de izquierdas ni de derechas, y la de la diputada por Guyana y futura ministra de Justicia Christiane Taubira, al frente del Partido Radical de Izquierda. Ambos candidatos acabarían por obtener un 8% de los votos entre los dos, algo que habría bastado para que Jospin se hubiera clasificado.
Tampoco en la extrema derecha estaban los ánimos calmados. Jean-Marie Le Pen tuvo muchos problemas para conseguir los 500 apoyos necesarios, ya que su partido había sufrido una escisión después de una batalla interna con el número dos del partido, Bruno Mégret, que propugnaba una política diferente con alianzas con la derecha parlamentaria, y que acabó formando un nuevo partido, el Movimiento Nacional Republicano, que aspiraba a dividir el voto ultra. Le Pen acusó a la derecha de apoyar a Mégret para debilitarle a él, y efectivamente, el MNR tuvo más facilidades a la hora de conseguir los apoyos iniciales que el Frente Nacional. El triunfo final sería sin embargo para Le Pen, que acabaría por obtener el paso a segunda vuelta, pero la traición de Mégret, al que él empezó a llamar "Bruto", molestó inicialmente al líder del FN.
Gran parte del éxito de Le Pen en primera vuelta vino motivado porque la seguridad pasó a ser uno de los temas de campaña. Lionel Jospin fue el principal perjudicado por esta estrategia, ya que no supo contraatacar, negando que existiese un problema de este tipo, o planteando políticas alternativas que aplicar en el Gobierno. El caldo de cultivo se fue generando, y finalmente el 21 de abril, llegó la sorpresa. Jacques Chirac ganó la primera vuelta, con un 19,88% de los votos. Sin embargo, el segundo no fue Lionel Jospin, sino Jean-Marie Le Pen, que obtuvo un 16,86% de los apoyos. Los socialistas se quedaron fuera de la segunda vuelta con un 16,18% de los votos, menos de un punto de diferencia con Le Pen. Los socialistas acusaron entonces a Chevènement de haberle robado votos necesarios para pasar a segunda vuelta.
De aquel fracaso se culpó en cierto modo al primer secretario del Partido Socialista, un joven y ambicioso político que había vencido claramente en las elecciones al Parlamento Europeo de 1999, pero que no había sido capaz de meter a Jospin en segunda vuelta. Su nombre era François Hollande. Muchos acusaron a Hollande de no haber trazado una campaña lo suficientemente agresiva, lo que había dado pie a que otras formaciones progresistas pudieran tener un puñado de votos en primera vuelta, lo que perjudicaba a Jospin. Tras poner su puesto a disposición del partido, Hollande fue refrendado. Quien sí dimitió y desapareció de la primera plana de la política fue Lionel Jospin, que puso también fin aquella noche negra de abril de 2002 a su tiempo como primer ministro francés, un cargo que no le había servido para clasificarse a segunda vuelta. Nadie, salvo Jean-Marie Le Pen, celebró aquella noche nada, ni siquiera Chirac, cuyo resultado en primera vuelta había sido algo peor que el de 1995, aunque esta vez había sido primero.
En las dos semanas que pasaron entre ambas vueltas, los apoyos a Jacques Chirac se multiplicaron. Tan sólo Bruno Mégret apoyó a Jean-Marie Le Pen. Las encuestas eran claras, y en la segunda vuelta se corregiría el resultado de la primera. Sin embargo, las formaciones más a la izquierda, como Lucha Obrera o el Partido de los Trabajadores, rechazaron apoyar a ninguno de los dos candidatos. Otros partidos progresistas aceptaron a regañadientes dar consigna de voto a favor de Chirac, pero instaron a sus votantes a ir a votar con guantes o con una pinza en la nariz. Le Pen aprovechó esta oportunidad para llamarles locos. Finalmente, el 5 de mayo, Jacques Chirac fue reelegido presidente, recibiendo casi 20 millones de votos más con respecto a la primera vuelta, una progresión del 350%. Ni siquiera Luis Napoleón Bonaparte, candidato a las presidenciales de 1848, obteniendo un 74,2% de los votos, obtuvo tan buen resultado como Chirac.
En las próximas presidenciales, previsiblemente Marine Le Pen se clasificará a segunda vuelta. Sin embargo, el shock de 2002 no volverá a ocurrir. La puesta en marcha del frente republicano, que funcionó a la perfección para derrotar al Frente Nacional, fue improvisada y sobre la marcha, y ni siquiera Jean-Marie Le Pen esperaba tener un resultado tan bueno. La segunda presidencia de Chirac no fue tranquila, especialmente en 2005, con la victoria del no en el referéndum de la Constitución Europea, lo que trajo la sustitución del primer ministro Jean-Pierre Raffarin por Dominique de Villepin, y los disturbios de noviembre en la periferia parisina. Sin embargo, ninguna prueba sería ya tan difícil para Chirac ni para nadie como las presidenciales de 2002. Todo podría haberse torcido para siempre.
ABOUTME
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