Fue el 17 de octubre de 2007
cuando la coalición de diferentes partidos dentro del espectro del centro izquierda hizo por fin cuerpo en Italia para la creación de una nueva fuerza
política: el Partido Democrático (PD). Su creación se debió tanto al deseo de
amalgamar todos los partidos progresistas en un solo lugar como a la absoluta
necesidad de conceder un soporte partidario al débil gobierno de Romano Prodi.
Prodi y su gobierno caerían menos de un año después, pero el nuevo partido se
mantuvo firme y se convirtió en una de las principales fuerzas. Un artículo de opinión escrito en el diario “L’Unità” por el ex – alcalde de Roma Walter Veltroni, que
fue el primer líder del PD, recuerda esta efeméride y celebra su continuidad y
su pervivencia, que le ha permitido convertirse en el partido más veterano
dentro de las fuerzas mayoritarias en el país lombardo.
El octavo aniversario del PD llega en un momento teóricamente inmejorable: en el poder. Desde la corta pero indiscutible victoria electoral de 2013, el jefe del gobierno ha sido de ese partido. Sin embargo, hasta aquí llegan las buenas noticias para los demócratas, deseosos de formar un gobierno monocolor en 2013, y que por las exigencias del parlamento italiano tuvieron que avenirse a las condiciones marcadas por el ex - presidente de la República Giorgio Napolitano, quien evitó unas nuevas elecciones urdiendo a última hora una gran coalición en la que también participó Silvio Berlusconi, como líder del segundo partido más votado. Actualmente, tras la breve y trabajosa experiencia del gobierno de Enrico Letta, Matteo Renzi es el líder máximo de esta formación y del gobierno, y su popularidad está fuera de toda duda. Sin embargo, hay una duda razonable: su capacidad de ganar elecciones y de mantener la actual hegemonía de su formación.
El celebérrimo caso Tangentópoli dinamitó las viejas dinámicas partidarias italianas. El país implosionó políticamente, y ello abrió la puerta a nuevas formas ideológicas. La más conocida de todas fue la de un magnate de la comunicación que se armó un partido bastante conservador y ganó las primeras elecciones del nuevo ciclo. Se llamaba Silvio Berlusconi. La izquierda quedó muy tocada, puesto que la desaparición tanto del Partido Comunista Italiano (PCI) como del Partido Socialista Italiano (PSI) disgregó a los votantes progresistas en diferentes fuerzas. El primer intento de unirlos de nuevo fue L'Ulivo, una gran coalición liderada por Romano Prodi. La coalición alcanzó el poder en 1996, pero las luchas internas mermaron su influencia. La derrota electoral de 2001 sumió a L'Ulivo en la deseperanza, sin embargo, 5 años después, se volvieron a unir, y eligiendo de nuevo a Prodi como candidato, ganaron las elecciones de 2006. La luna de miel duraría poco, puesto que el primer ministro fue derribado en 2008, cuando ya existía el PD.
El PD procede directa e indirectamente de los dos principales partidos que rigieron Italia desde el final de la guerra hasta los años 90: la Democracia Cristiana (DC) y el PCI. Ambas formaciones se diluyeron en muchos pequeños partidos, habiendo dos principales. Dentro de los comunistas, surgió el Partido Democrático de la Izquierda, que posteriormente se convertiría en Demócratas de Izquierda, y cuyo principal líder era Massimo d'Alema. El Partido Popular Italiano surgió como heredero directo de la DC, y acabó confluyendo junto con otras formaciones de centro derecha en La Margarita, cuyo líder fue Francesco Rutelli, que había sido alcalde de Roma. Por tanto, existen dos grandes tendencias muy bien definidas dentro de este partido.
Actualmente, podría decirse que "va ganando" el sector de centro derecha del PD. No en vano, Matteo Renzi militó previamente en La Margarita, antes de pasar a este nuevo partido. No ha sido siempre así, ya que tanto Walter Veltroni como Pier Luigi Bersani, dos de los antiguos líderes, provenían de las filas comunistas, y defendieron la hegemonía de los postulados de izquierda dentro de los demócratas. Sin embargo, después del fracaso de Bersani en 2013, los viejos miembros de La Margarita se hicieron el poder, tanto el tecnócrata Letta, elegido por Napolitano como primer ministro porque su perfil era lo suficientemente bajo para contentar a todos, como Renzi, que ya había intentado ser el nominado a las elecciones de 2013. Su facilidad de palabra sedujo a muchos, lo que cristalizó en su contundente elección como líder del partido, con casi un 70% de los votos en las primarias. Su acceso a la presidencia del Consejo de Ministros, tan sólo dos meses después de tomar las riendas, supuso la fractura con todas sus promesas y puso en riesgo la frágil coalición de Napolitano. Muchos dentro de su partido criticaron las formas con las cuales Renzi desbancó a Letta como primer ministro, con una votación interna del PD controlada por el nuevo líder. Sea como sea, y frente a la debilidad de los anteriores gobiernos, el primer ministro encara ya su segundo año en el poder, con diferentes reformas y con una gran popularidad, aunque fuera de su partido.
La izquierda se rebeló muy pronto contra el poder omnímodo de Renzi dentro del partido, clamando que no tenía un apoyo estable de las bases y que gobernaba de cara a la galería. El nuevo primer ministro se hizo con numerosos, aunque no muy poderosos, enemigos, a los que no hizo mucho caso, salvo en ocasiones contadas. Una de ellas fue la elección del presidente de la República, para la cual el líder demócrata tuvo que negociar con la oposición parlamentaria dentro de su grupo, liderada por Bersani. Éste le forzó a cambiar su elección inicial, el ex - primer ministro Giuliano Amato, por el que finalmente fue elegido, Sergio Mattarella. No ha tenido tanta paciencia como Bersani el joven diputado Giuseppe Civati, que tras rivalizar con Renzi en las primarias de 2013 y ser su azote incansable dentro del PD, fundó en junio de 2015 un nuevo partido, llamado Possibile, en el que defiende todo aquello que a su juicio se ha dejado de defender en el PD desde que Renzi manda.
Algo muy extraño y que ha levantado ampollas dentro de los sectores más pragmáticos y tradicionales del PD ha sido la relación entre Renzi y Silvio Berlusconi, archicondenado por corrupción e inhabilitado para ejercer un cargo público por el Senado italiano. Pese a ello, el primer ministro negoció con él la reforma de la ley electoral, uno de los puntos negros del sistema político italiano, una reforma llamada "Italicum" y que se aprobó por fin este año, entrando en vigor el próximo mes de enero. La izquierda dentro de las filas demócratas han criticado al primer ministro por esta relación, y algunos han afirmado, con bastante malicia, que no existen tantas diferencias entre ambos hombres. Con Renzi, los demócratas italianos son el mayor representante actual de la Tercera Vía dentro de la socialdemocracia europea, y pasan por un serio problema de definición ideológica, ya que si bien está consolidando su poder dentro del centro político, está perdiendo a la izquierda. El principal partido que está intentando conquistar el espacio progresista dentro de la política italiana es Sinistra Ecologia Libertà (SEL), liderado por un viejo socio de Bersani, Nichi Vendola.
Indudablemente, la proyección exterior de Matteo Renzi como líder está en alza, tal y como se vio en las elecciones europeas de 2014, las primeras con el ex - alcalde de Florencia al frente del gobierno italiano. En esas elecciones, el PD obtuvo un 41% de los votos, y 10 escaños más que en 2009, superando en casi 20 puntos al segundo partido, el Movimento 5 Stelle (M5S) del cómico Beppe Grillo, cuyo éxito en las elecciones de 2013 se diluyó por la intransigencia de sus cargos electos. En este momento, los demócratas se encuentran en una pequeña crisis interna después de la forzada dimisión de Ignazio Marino, alcalde de Roma, por un escándalo de corrupción. La forma en la que se gestione este caso y la sucesión de Marino probarán el liderazgo interno del primer ministro. El objetivo son las elecciones de 2018, en las cuales Matteo Renzi espera ser el candidato del PD, teniendo el objetivo de poder gobernar en solitario. Frente a la fragmentación ideológica y la brevedad de la existencia de los partidos, los demócratas esperan llegar unidos a esas elecciones. Ésa sería una buena parte del éxito, y allanaría muchísimo el terreno a la formación progresista de cara a una buena victoria.
Indudablemente, la proyección exterior de Matteo Renzi como líder está en alza, tal y como se vio en las elecciones europeas de 2014, las primeras con el ex - alcalde de Florencia al frente del gobierno italiano. En esas elecciones, el PD obtuvo un 41% de los votos, y 10 escaños más que en 2009, superando en casi 20 puntos al segundo partido, el Movimento 5 Stelle (M5S) del cómico Beppe Grillo, cuyo éxito en las elecciones de 2013 se diluyó por la intransigencia de sus cargos electos. En este momento, los demócratas se encuentran en una pequeña crisis interna después de la forzada dimisión de Ignazio Marino, alcalde de Roma, por un escándalo de corrupción. La forma en la que se gestione este caso y la sucesión de Marino probarán el liderazgo interno del primer ministro. El objetivo son las elecciones de 2018, en las cuales Matteo Renzi espera ser el candidato del PD, teniendo el objetivo de poder gobernar en solitario. Frente a la fragmentación ideológica y la brevedad de la existencia de los partidos, los demócratas esperan llegar unidos a esas elecciones. Ésa sería una buena parte del éxito, y allanaría muchísimo el terreno a la formación progresista de cara a una buena victoria.
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