La agenda de la política internacional se está llenando en los últimos días de encuentros entre los dirigentes de países considerados del primer mundo y algunos de sus homólogos que representan a países que estaban hace no tanto en todas las listas negras del mundo, y a los que nadie podía acercarse sin sufrir la ira de Estados Unidos ni de su secretaría de Estado. Ha sido precisamente el cambio de posición de Estados Unidos al respecto de algunos de estos países el que ha permitido todos estos encuentros, encuadrándose en la nueva estrategia de Barack Obama para cerrar su presidencia cerrando heridas históricas. El cambio de postura ha implicado que la posición de las políticas exteriores de muchos de los países europeos haya tenido que variar para no someterse a la posible censura por parte de Estados Unidos. Un cambio que en algunos casos ha rayado el ridículo y el mal gusto.
Próximamente, en el marco de la campaña electoral que comenzó la semana pasada con el primer caucus de todos los que se van a producir para elegir a los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, el caucus de Iowa, se empezará a discutir quién dirigirá la política exterior del país, y por ende, quién tendrá una influencia privilegiada sobre todas las agendas de todos los países del mundo que se enmarquen dentro de la línea que se marca desde Washington. Desde 2013, el responsable es John Kerry, candidato a la presidencia por el Partido Demócrata en 2004, y su antecesora fue Hillary Clinton. La política exterior americana suele ser dura, y se caracteriza por la vigencia del supuesto principio moral que implica que el país tiene que actuar como árbitro del mundo en todos los lugares, y condicionar quién está en el eje del mal, y quién no. En estos últimos años de la administración de Obama, dos de los países que durante más tiempo, y por motivos diferentes, han estado en esa lista han salido de ella: Cuba e Irán.
La historia de Estados Unidos e Irán, o más bien su enemistad más reciente, data de 1979, cuando Persia se convirtió en la República Islámica de Irán. Anteriormente, había un régimen títere, una monarquía con un “sha”, miembro de la familia Pahlevi, sujeto por los Estados Unidos. Tras la Segunda Guerra Mundial, se produjo un aumento del nacionalismo iraní, y numerosos de los contrarios al régimen de los shas fueron condenados el exilio, siendo el principal el religioso Ruhollah Jomeiní, que se tuvo que marchar a Francia. El primer desacuerdo importante antes de la revolución que derrocó a la monarquía se produjo con un golpe de Estado en 1953 que derrocó al progresista jefe de gobierno Mohammad Mossadeq, que había nacionalizado el petróleo en 1951, y que reforzó a Mohamed Reza Pahlevi, el sha, en el poder, hasta 1979, cuando se instaló un régimen islamista que desde el primer momento rivalizó con Estados Unidos. El momento más tenso fue la crisis de los rehenes, 444 días durante los cuales los iranís mantuvieron secuestrados a 66 rehenes, diplomáticos y ciudadanos norteamericanos, en la embajada americana en Teherán. El caso mermó la presidencia de Jimmy Carter, y los presos fueron liberados el día en que comenzó la presidencia de Ronald Reagan. La relación entre Estados Unidos e Irán alcanzó su cota de tensión cuando el presidente americano era el republicano George W. Bush y el iraní era el islamista conservador Mahmud Ahmadineyad. Bush incluyó a Irán en su “eje del mal”, y la situación parecía a punto de estallar.
Sin embargo, se produjo un cambio político en ambos países que resultó determinante para bajar los humos. En 2009, el demócrata Barack Obama se convirtió en el presidente de los Estados Unidos de América, y en 2013, el islamista moderado Hassan Rohaní tomó el poder en Irán. A partir de la llegada al poder de Rohaní, y como parte de la nueva estrategia del presidente Obama en política exterior, emisarios americanos se reunieron con iranís para empezar a cambiar las cosas. El principal punto de desacuerdo reciente entre ambos países era la creciente capacidad nuclear iraní, que no se podía tolerar en Washington ni en el Pentágono. Sin embargo, a partir de que el enemigo en este sentido pasó a ser Corea del Norte, se empezó a discutir claramente la posibilidad de firmar un acuerdo nuclear entre ambos países. Las negociaciones se centraron en la renuncia por parte de Irán de desarrollar un arma de este tipo, y por parte de Estados Unidos en la retirada de las sanciones económicas si se cumplían las reglas. El acuerdo contó con la oposición de países como Arabia Saudí e Israel, y los republicanos opuestos a Obama en el Congreso, pero se acabó firmando el 14 de julio de 2015, y se puso en marcha el 15 de enero, con la liberación de varios presos cautivos en ambos países y el levantamiento de las sanciones. Acababa así uno de los capítulos más largos y difíciles de las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
El caso de Cuba es más conocido. Cuba fue colonia española hasta la Guerra de 1898, y aunque conservó su independencia, los Estados Unidos empezaron a realizar diferentes inversiones en suelo cubano. En 1952, Fulgencio Batista, que había sido presidente de 1940 a 1944, dio un golpe de Estado con la connivencia de los Estados Unidos y se mantuvo en el poder hasta 1959, cuando “los barbudos”, al mando del abogado Fidel Castro, entraron en Santiago de Cuba, depusieron la dictadura, e instauraron un régimen que evolucionó ideológicamente desde el nacionalismo cubano, la afiliación de la mayor parte de los primeros aliados de Castro, hasta el comunismo, cuando recibieron la ayuda de la Unión Soviética. Los Estados Unidos rompieron enseguida relaciones con el nuevo régimen. El momento de mayor tensión coincidió con la presidencia de John Fitzgerald Kennedy, cuando se produjo una conspiración de la CIA y la Junta de Jefes del Estado Mayor para invadir Cuba, y con la Crisis de los Misiles de 1962, que culminó con el bloqueo comercial a la isla por parte de sus vecinos del Norte. A partir de entonces, Estados Unidos dejó de intentar derrocar a Fidel Castro, al menos oficialmente, aunque acogieron a muchos de los cubanos que alcanzaban las costas de Florida a bordo de frágiles embarcaciones. Ambos países se necesitaban en el campo de lo simbólico, para denunciarse el uno al otro como el diablo encarnado. La caída de la Unión Soviética mermó seriamente la ya de por sí precaria economía cubana, y Estados Unidos empezó a meter cabeza.
Próximamente, en el marco de la campaña electoral que comenzó la semana pasada con el primer caucus de todos los que se van a producir para elegir a los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, el caucus de Iowa, se empezará a discutir quién dirigirá la política exterior del país, y por ende, quién tendrá una influencia privilegiada sobre todas las agendas de todos los países del mundo que se enmarquen dentro de la línea que se marca desde Washington. Desde 2013, el responsable es John Kerry, candidato a la presidencia por el Partido Demócrata en 2004, y su antecesora fue Hillary Clinton. La política exterior americana suele ser dura, y se caracteriza por la vigencia del supuesto principio moral que implica que el país tiene que actuar como árbitro del mundo en todos los lugares, y condicionar quién está en el eje del mal, y quién no. En estos últimos años de la administración de Obama, dos de los países que durante más tiempo, y por motivos diferentes, han estado en esa lista han salido de ella: Cuba e Irán.
La historia de Estados Unidos e Irán, o más bien su enemistad más reciente, data de 1979, cuando Persia se convirtió en la República Islámica de Irán. Anteriormente, había un régimen títere, una monarquía con un “sha”, miembro de la familia Pahlevi, sujeto por los Estados Unidos. Tras la Segunda Guerra Mundial, se produjo un aumento del nacionalismo iraní, y numerosos de los contrarios al régimen de los shas fueron condenados el exilio, siendo el principal el religioso Ruhollah Jomeiní, que se tuvo que marchar a Francia. El primer desacuerdo importante antes de la revolución que derrocó a la monarquía se produjo con un golpe de Estado en 1953 que derrocó al progresista jefe de gobierno Mohammad Mossadeq, que había nacionalizado el petróleo en 1951, y que reforzó a Mohamed Reza Pahlevi, el sha, en el poder, hasta 1979, cuando se instaló un régimen islamista que desde el primer momento rivalizó con Estados Unidos. El momento más tenso fue la crisis de los rehenes, 444 días durante los cuales los iranís mantuvieron secuestrados a 66 rehenes, diplomáticos y ciudadanos norteamericanos, en la embajada americana en Teherán. El caso mermó la presidencia de Jimmy Carter, y los presos fueron liberados el día en que comenzó la presidencia de Ronald Reagan. La relación entre Estados Unidos e Irán alcanzó su cota de tensión cuando el presidente americano era el republicano George W. Bush y el iraní era el islamista conservador Mahmud Ahmadineyad. Bush incluyó a Irán en su “eje del mal”, y la situación parecía a punto de estallar.
Sin embargo, se produjo un cambio político en ambos países que resultó determinante para bajar los humos. En 2009, el demócrata Barack Obama se convirtió en el presidente de los Estados Unidos de América, y en 2013, el islamista moderado Hassan Rohaní tomó el poder en Irán. A partir de la llegada al poder de Rohaní, y como parte de la nueva estrategia del presidente Obama en política exterior, emisarios americanos se reunieron con iranís para empezar a cambiar las cosas. El principal punto de desacuerdo reciente entre ambos países era la creciente capacidad nuclear iraní, que no se podía tolerar en Washington ni en el Pentágono. Sin embargo, a partir de que el enemigo en este sentido pasó a ser Corea del Norte, se empezó a discutir claramente la posibilidad de firmar un acuerdo nuclear entre ambos países. Las negociaciones se centraron en la renuncia por parte de Irán de desarrollar un arma de este tipo, y por parte de Estados Unidos en la retirada de las sanciones económicas si se cumplían las reglas. El acuerdo contó con la oposición de países como Arabia Saudí e Israel, y los republicanos opuestos a Obama en el Congreso, pero se acabó firmando el 14 de julio de 2015, y se puso en marcha el 15 de enero, con la liberación de varios presos cautivos en ambos países y el levantamiento de las sanciones. Acababa así uno de los capítulos más largos y difíciles de las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
El caso de Cuba es más conocido. Cuba fue colonia española hasta la Guerra de 1898, y aunque conservó su independencia, los Estados Unidos empezaron a realizar diferentes inversiones en suelo cubano. En 1952, Fulgencio Batista, que había sido presidente de 1940 a 1944, dio un golpe de Estado con la connivencia de los Estados Unidos y se mantuvo en el poder hasta 1959, cuando “los barbudos”, al mando del abogado Fidel Castro, entraron en Santiago de Cuba, depusieron la dictadura, e instauraron un régimen que evolucionó ideológicamente desde el nacionalismo cubano, la afiliación de la mayor parte de los primeros aliados de Castro, hasta el comunismo, cuando recibieron la ayuda de la Unión Soviética. Los Estados Unidos rompieron enseguida relaciones con el nuevo régimen. El momento de mayor tensión coincidió con la presidencia de John Fitzgerald Kennedy, cuando se produjo una conspiración de la CIA y la Junta de Jefes del Estado Mayor para invadir Cuba, y con la Crisis de los Misiles de 1962, que culminó con el bloqueo comercial a la isla por parte de sus vecinos del Norte. A partir de entonces, Estados Unidos dejó de intentar derrocar a Fidel Castro, al menos oficialmente, aunque acogieron a muchos de los cubanos que alcanzaban las costas de Florida a bordo de frágiles embarcaciones. Ambos países se necesitaban en el campo de lo simbólico, para denunciarse el uno al otro como el diablo encarnado. La caída de la Unión Soviética mermó seriamente la ya de por sí precaria economía cubana, y Estados Unidos empezó a meter cabeza.
Lo que supuso el verdadero cambio en las relaciones se produjo en verano de 2006, cuando Fidel Castro cedió el poder a su hermano Raúl por serios problemas de salud. Fidel había sido el enemigo más terrible de la política exterior americana, y su desaparición definitiva de la política se consideró como un triunfo. La llegada de Obama al poder marcó un cambio también en este aspecto. La transición democrática en Cuba se había ido haciendo paso, debido en parte al gran protagonismo de la Iglesia, y la sucesiva visita de papas traía consigo la liberación de presos políticos. A medida que el tiempo fue pasando, los encuentros entre Obama y Raúl Castro fueron haciéndose más frecuentes, y el acuerdo definitivo entre ambos países que venía rumiándose hacía tiempo se cerró el 17 de diciembre de 2014, y fue criticado tanto por la oposición al castrismo como por los republicanos y por algunos demócratas del estado de Florida. Previamente, Obama había reconocido que no había motivos para que se mantuviese el bloqueo. En este último año, los gestos entre ambos países, el último la reapertura de embajadas en Washington y La Habana, se han sucedido, y la situación parece más que controlada. Obama ha sido el único presidente que se ha dado cuenta de que la mejor forma de derrotar al castrismo es dejar entrar a la economía de mercado en el país antillano.
En estas semanas, Hasan Rohaní y Raúl Castro han coincidido en sendas visitas a Europa. El presidente iraní fue el primero en hacerlo. Visitó Francia e Italia, poco después de que el acuerdo nuclear con los Estados Unidos entrara en vigor. El término en los análisis al respecto de la visita de Rohaní a Europa era el de “diplomacia económica”, o lo que es lo mismo, no molestar al hombre que trae mucho dinero. En Francia, se reunió con François Hollande, y cerró con él acuerdos millonarios en diversas partidas como parte del acuerdo. La auténtica polémica llegó cuando le tocó visitar Italia. En una decisión muy cuestionable y en muchos puntos censurables, el primer ministro Matteo Renzi, conocido por su particular catolicismo, determinó que se cubrieran las estatuas de los Museos Capitolinos de Roma, algunas de las cuales mostraban desnudez, para no ofender a Rohaní. El presidente iraní se reunió también con el Papa Francisco. Castro, por su parte, centró su visita únicamente en Francia, donde también se encontró con Hollande.
La obvia polémica generada en los sectores sociales más progresistas de Italia ante la enésima extravagancia de su primer ministro, un hombre que al contrario que muchos de los líderes de izquierda que están surgiendo actualmente quiere todo menos romper con el sistema, pone en tela de juicio hasta dónde hay que aguantar para lograr un acuerdo económico viable y positivo para todos. Probablemente, Renzi tuviera sus razones para tomar esta decisión, pero no aguanta el mínimo análisis crítico, y da argumentos a aquellos que atacan estos acuerdos, especialmente con Irán. Lo que hizo el primer ministro italiano se ha repetido enormemente en los últimos años, tal y como se señalaba en el anterior artículo, especialmente con los regímenes árabes como Arabia Saudí, Qatar o Emiratos Árabes Unidos, que controlan la mayor parte de recursos mundiales de recursos como el petróleo, y con los que hay que pactar por necesidad. No pasa absolutamente nada con los principios ni con lo que se haya dicho, siempre que haya dinero de por medio. Diplomacia económica, pero también, como tantas veces, hipocresía y doble rasero.
En 1967, el actor negro Sidney Poitier, uno de los más populares del cine americano del momento, protagonizó una película muy aplaudida por la crítica y por los espectadores, "Adivina quién viene a cenar". En ella, Poitier hacía el papel de John Wayde Prentice Jr., un hombre al que su novia lleva a casa para presentarle a sus padres, Spencer Tracy y Katherine Hepburn. La trama gira en torno a que los padres, representantes de la América tradicional y WASP, no saben que el novio de su hija es negro. Este punto de partida dio como resultado una cinta divertida y venerada por muchos. Poitier visibilizó de esta manera a los negros, y les hizo más aceptables de cara a aquellos blancos que vieran de forma reticente el otorgamiento de derechos a los negros que se estaba llevando a cabo entonces en América, aunque algunos de los activistas, sobre todo los más extremistas acusaban al actor de ser el nuevo "Tío Tom". Sea como sea, la vida, y la política, hace extraños compañeros de viaje, y de mesa, por diversas exigencias. Hace unos años, parecía imposible que Irán y Cuba visitaran Europa y se reunieran con los líderes políticos más importantes del continente. Hoy, es una realidad. Quién sabe qué nuevos compañeros de mesa traerá la política exterior americana a Europa en las próximas décadas.
ABOUTME
Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.
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