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30 años sin Olof Palme


El primer ministro sueco Olof Palme fue asesinado el 28 de febrero de 1986, hace 30 años, a la salida de un cine en Estocolmo, casi a las 11 y media. Tenía 59 años. Palme, figura clave de la socialdemocracia en Europa, era jefe del gobierno del país desde octubre de 1982, y era uno de los políticos más populares de su era. El primer ministro se sabía querido y respetado por la ciudadanía de su país, y por ello había renunciado de forma frecuente a la protección de escolta que se le podía proporcionar por su cargo. Era un blanco fácil, y aquella noche de febrero, en pleno corazón capitalino, un pistolero armado de una Magnum iba a probarlo. Palme recibió dos impactos, uno en la espalda y otro en el abdomen, y murió menos de una hora después del tiroteo. Su asesinato constituye uno de los misterios no resueltos de la historia de su país, y su figura sigue causando fascinación dentro y fuera de Suecia como uno de los líderes claves de la Europa de los años 70 y 80.

Sven Olof Joachim Palme nació en Estocolmo el 30 de enero de 1927, hijo de una familia acomodada. Pese al origen de su familia, muy pronto Palme estuvo influido por la ideología socialdemócrata. Tuvo la oportunidad de visitar el Tercer Mundo y Estados Unidos, y esos viajes influyeron seriamente en su perspectiva de la política, sobre todo en su criticismo férreo a la política exterior americana y su desacuerdo con el colonialismo y el imperialismo. En 1953, ingresó en el Partido Socialdemócrata sueco, a las órdenes personales del líder del partido y primer ministro Tage Erlander, y cuatro años después fue elegido diputado. En la década de los 60, se produjo su entrada definitiva en el gobierno, primero como ministro sin cartera, después como ministro de Transportes, y finalmente como ministro de Educación. Al frente de estas responsabilidades, tuvo una actuación memorable, al aplacar los ánimos de un grupo de manifestantes que habían tomado la sede del Sindicato de Estudiantes en el marco de las protestas por la reforma universitaria del gobierno. Palme habló con ellos y le convenció de que eligieran métodos más democráticos para defender su causa. En 1968, los socialdemócratas barrieron en las elecciones, con un 50'1% de los votos frente a un 16'1% de la segunda fuerza política. Un año después, el primer ministro Erlander dejó el poder tras 23 años de gestión, y Olof Palme se convirtió en el nuevo jefe de Gobierno.

El ex-primer ministro sueco Olof Palme
 
Palme fue primer ministro en dos tandas: de 1969 a 1976, después de cuando el centrista Thorbjörn Falldin le sucedió al frente del gobierno, y de nuevo de 1982 a su muerte en 1986. Sin embargo, y pese a salir del gobierno en 1976, Palme fue capaz de ganar las seis elecciones a las que se presentó como candidato socialdemócrata, y solamente las coaliciones conservadoras pudieron apartarle durante seis años del cargo. En su gestión al frente del gobienro sueco, el líder socialdemócrata lideró una profunda reforma constitucional para institucionalizar el unicameralismo en el país y reducir la influencia fáctica del rey en los asuntos políticos del país. Los esfuerzos de Palme y de su gabinete se dirigieron también a reforzar en lo máximo el emblemático estado del bienestar sueco, mediante reformas en materia de educación y trabajo. Fue también muy importante y curioso su enorme apoyo a la energía nuclear, una de las principales fuentes de suministro del país. Palme creía firmemente que la energía atómica era compatible con sus creencias ecologistas, y de hecho, defendió en el referéndum de 1980 al respecto del futuro de la energía nuclear la permanencia de esta forma de suministro, que sigue hoy en día como una de las principales fuentes de energía de Suecia, gracias en gran parte al impulso de Palme. 

De cara a la política exterior, el primer ministro Olof Palme era bastante atípico, y en algunas ocasiones actuó más como activista que como político, aunque supo usar la influencia que su cargo le proporcionaba. Su principal enemigo en este plano fue la 'foreign policy' estadounidense, a la que acusaba de ser responsable de la mayor parte de injusticias que ocurrían entonces en el mundo, especialmente la guerra de Vietnam, colocándose siempre del lado del régimen de Ho Chi Minh en la zona. Sin embargo, tampoco ahorró críticas a algunos comportamientos de los comunistas, como el aplastamiento de la Primavera de Praga en 1968 por las fuerzas del Pacto de Varsovia, o los regímenes comunistas en Europa. Palme hizo campaña contra la proliferación de armamento nuclear, y fue pionero en el apoyo político y financiero al Congreso Nacional Africano en Sudáfrica, a la Organización de Liberación Palestina y al Frente Polisario. Actuó como mediador en el conflicto entre Irán e Irak, y fue uno de los primeros en pedir sanciones y acciones contra la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Palme también hizo muchos avances en política social, estando abiertamente a favor de la igualdad de género e impulsando políticas para hacerla posible.

Olof Palme fue un socialdemócrata clásico, un hombre que aspiraba a acabar con la pobreza, y que ennobleció la práctica del poder público hasta niveles nunca vistos. Palme creía en lo que defendía, y lo hacía de forma apasionada. En la víspera de las elecciones de 1973, que se celebraron el 16 de septiembre, un día después de la muerte del rey Gustavo VI Adolfo, el primer ministro recordó la figura de su amigo Salvador Allende, presidente chileno que acababa de ser depuesto por un golpe de Estado, y reivindicó la democracia como el único camino posible. Los socialdemócratas volvieron a ganar las elecciones, y Palme se mantuvo en el poder. El líder socialdemócrata sueco mantuvo una relación bastante fluida y positivas con otras grandes figuras de la izquierda europea y mundial que coincidieron en el tiempo con él, como el alemán Willy Brandt, el israelí Isaac Rabin, el portugués Mário Soares y el español Felipe González.

Era ante todo un político comprometido con la libertad en todo el mundo, y ello le granjeó críticas de algunos de sus paisanos, que le acusaban de estar más preocupado de lo que pasaba fuera de Suecia que dentro. Por ello, una de sus imágenes más conocidas, y que más representa la altura moral del personaje, se produjo en los años finales del franquismo en España. Palme, que ya lideraba el gobierno de su país, recorría las calles del centro de Estocolmo con una hucha al cuello que había hecho él mismo y con un cartel, pidiendo dinero para la oposición española. Aquella campaña fue un fuerte golpe internacional al franquismo, y granjeó a Palme muchos amigos entre la izquierda española. Después de los fusilamientos de miembros de ETA y FRAP en septiembre de 1975, Palme apodó al régimen franquista como "Los asesinos del diablo". Olof Palme siempre tuvo un cariño especial por España, por su gran amistad con Felipe González, hablaba español, y tenía en su despacho la portada de "El País" sobre el 23-F.

Olof Palme en tres etapas de su vida

El asesinato de Olof Palme sigue siendo hoy por hoy un misterio. El único detenido por el crimen fue Christer Pettersson, un drogadicto que había sido identificado por la mujer de Palme como el asesino, sin embargo, acabó siendo exonerado por el crimen. Hay una decena de teorías acerca del crimen, que vinculan a diversas fuerzas que representan aquello contra lo que Palme luchó: los servicios secretos yugoslavos; un extremista sueco llamado Victor Gunarsson, que habría confesado a algunos de sus conocidos ser el asesino del primer ministro; un comando del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK); el fascista chileno Roberto Thieme; una conspiración policial; o incluso la intervención de la CIA y de la logia masónica P2.

Sin embargo, de todas estas posibles conspiraciones, la más probable es la que apunta a los servicios secretos sudafricanos, y a un hombre en particular, el agente secreto sueco Bertil Wedin, que fue formalmente acusado en 1996 del crimen. Wedin ha desmentido en numerosas ocasiones ser el asesino de Palme, pero no es poca la información existente en este sentido. Incluso uno de los suecos más célebres de los últimos años, el escritor Stieg Larsson, entregó a la policía de su país 15 cajas llenas de información que probaban la implicación sudafricana en el crimen. En 2010, el Parlamento sueco aprobó que los delitos graves, como el asesinato, no prescribiesen, evitando de esta manera el archivo automático del caso Palme, que debía producirse al año siguiente.

Este próximo domingo, en toda Suecia, y en especial en Estocolmo, los suecos y suecas homenajearán la memoria de uno de sus paisanos más célebres y valiosos. No quedan muchos políticos ni personas como Olof Palme. Palme era un político consecuente, consciente del peso de sus acciones, y nunca daba un paso atrás si creía que estaba haciendo lo correcto. Su estilo personal le hizo ser muy querido en muchas zonas del mundo. Todas las semblanzas personales que se han ido escribiendo estos años sobre él insisten en su sencillez, en que no era un hombre egocéntrico, y en su generosidad. A nivel político, fue la prueba clara de que la socialdemocracia, entendida como tercera vía entre el capitalismo norteamericano y el comunismo soviético, podía funcionar, y que el bienestar podía mantenerse en los países en que se aplicaban estas políticas. Tres décadas después, cualquier persona que se acerque a la figura de Palme se quedará muy sorprendido por su carácter íntegro, sencillo y valiente que guió su acción política y personal en busca de la libertad y la paz en el mundo, costase lo que costase.

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