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Regreso a la izquierda

El gobierno de François Hollande y Manuel Valls se sometió la pasada semana a su enésima reforma, forzada por la dimisión del ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, por su desacuerdo con la línea del ejecutivo en materia de terrorismo, y aprovechada para realizar otros cambios de cara. El ex-primer ministro Jean-Marc Ayrault fue elegido como nuevo responsable de política exterior del país galo, y se produjeron otras modificaciones, como la sustitución de la polémica ministra de Cultura, Fleur Pellerin, por Audrey Azoulay, la incorporación al ejecutivo del presidente del Partido Radical de Izquierda, socio del Partido Socialista, Jean-Michel Baylet, nuevo ministro de Gestión del Territorio, o el regreso de ministros y secretarios de Estado cercanos a Los Verdes, partido que dejó el gobierno al nombramiento de Manuel Valls. Este nuevo cambio puede entenderse como un intento a la desesperada del presidente Hollande de recuperar algo de su base de izquierda de cara a las elecciones presidenciales de 2017.

La salida de Laurent Fabius, figura emblemática del socialismo francés, y uno de los alumnos aventajados de François Mitterrand, se veía venir desde hacía algunos meses. Su cansancio físico era patente, y muchos entendieron el éxito de la Cumbre de París sobre el Clima, en la que jugó un papel crucial, como el cierre triunfal de su carrera política. Sin embargo, su posición en contra de la polémica reforma constitucional promovida por el gobierno que prevé entre otras cosas la retirada de la nacionalidad de aquellas personas sospechosas de terrorismo, ha precipitado su salida. Fabius, uno de los pocos ministros que tenía el mismo puesto desde 2012, se había convertido en una figura fundamental del ejecutivo francés, un aliado de excepción para un presidente Hollande con cada vez menos partidarios en el interior de su gobierno.

Su sucesión era incierta, y muchos nombres sonaban desde hacía algunos meses en los mentideros políticos. Los favoritos estaban dentro del gobierno: el popular ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, que el año pasado tuvo una actuación muy destacada durante las dos crisis terroristas que enfrentó el país, y la ministra de Medio Ambiente, Ségolène Royal, que ambicionaba instalarse en el Quai d'Orsay, sede del ministerio de Exteriores. Al final, Valls, o tal vez Hollande, se descolgó con el sorpresivo nombramiento para ese puesto de Jean-Marc Ayrault.

Laurent Fabius, Jean- Marc Ayrault y François Hollande, en la sede del ministerio de Asuntos Exteriores en París

Ayrault, uno de los más antiguos aliados del presidente, fue el elegido en 2012 para ser el primer ministro. Políticamente, su principal aval era el buen desempeño en la alcaldía de la ciudad de Nantes. Sin embargo, como jefe de gobierno, la actuación de Ayrault estuvo lejos de ser buena, y se caracterizó por su falta de carisma política, frente a la pujanza de otros ministros más ambiciosos. Ayrault tuvo que enfrentar la dimisión de uno de sus ministros por fraude fiscal, y el enfrentamiento de su ministro del Interior, Manuel Valls, con el humorista Dieudonné Mbala por antisemitismo. La apabullante derrota electoral de los socialistas en las elecciones municipales de abril de 2014 provocó la dimisión de Ayrault y su sustitución por Manuel Valls. Hoy, casi dos años después, el ex-primer ministro regresa al primer plano de la política de su país, para llevar una de las carteras más complicadas. Su habilitación para el cargo es desconocida, pero los que conocen la política gala afirman que se trata de un hombre educado e inteligente, bilingüe en alemán, y con una gran habilidad negociadora que será fundamental en su nuevo puesto.

Además de Jean-Marc Ayrault, hay desde la pasada semana varios nuevos ministros que se han incorporado al gobierno o bien que han cambiado sus puestos. Tal vez el segundo nombramiento en importancia sea el de Jean-Michel Baylet, presidente del Partido Radical de Izquierda (PRG), socio del PS desde hace varias décadas, y que ve premiada su lealtad al presidente de la República con la cartera de ministro de Gestión del Territorio, de la Ruralidad y de las Colectividades Territoriales. Audrey Azoulay, asesora cultural del presidente Hollande, es la nueva ministra de Cultura, sustituyendo en el puesto a Fleur Pellerin, conocida por no haber leído un libro en dos años pese a la responsabilidad que ostentaba. La secretaria general de Los Verdes, Emmanuelle Cosse, sustituyó a la radical Sylvia Pinel al frente del ministerio de Vivienda. Laurence Rossignol fue nombrada ministra de la Familia, de la Infancia y de los Derechos de la Mujer. Finalmente, la radical Annick Girardin ha sido nombrada ministra de la Función Pública. En definitiva, este gobierno que entró la semana pasada en funciones es un ejecutivo bastante diferente al anterior. Mucho se ha especulado sobre que este gobierno, al contrario que en las últimas reformas, se parece mucho más al presidente Hollande que al primer ministro Valls. Al fin y al cabo, los elegidos en esta nueva formación gubernamental son viejos aliados del presidente de la República Francesa, que llegan al ejecutivo para intentar darle un nuevo impulso.

Manuel Carlos Valls Galfetti, ministro del Interior del gobierno de Jean-Marc Ayrault, fue nombrado primer ministro del gobierno de Francia a principios del mes de abril de 2014. Hollande le eligió a regañadientes, después de que su favorito, el ministro de Defensa Jean-Yves le Drian, rechazase el encargo, y le puso al frente de un "gobierno de combate", que debía ser menos amplio que el anterior. Valls hizo un guiño a la izquierda con la elección del político anti-globalización Arnaud Montebourg como ministro de Economía y del portavoz socialista Benoît Hamon como responsable de Educación, además de recuperar para la política nacional a la candidata presidencial de 2007 Ségolène Royal, e incorporar a fieles de Hollande como el alcalde de Dijon François Rebsamen, que se hizo cargo de Trabajo. El gobierno duró poco, hasta verano, cuando los ministros más a la izquierda fueron cesados por su oposición a los recortes de Valls, que dio un ultimátum a Hollande al respecto. El principal ministro que se sumó al gobierno fue Emmanuel Macron, sin etiqueta, como nuevo responsable económico, y con un perfil muy diferente al de su antecesor. A partir de entonces, se produjo un giro a la derecha, con medidas económicas alejadas de los postulados clásicos de la izquierda. Se produjeron pequeños cambios de gobierno, como la salida de Rebsamen en septiembre de 2015 y de varios secretarios de Estado. Al mismo tiempo que Valls intentaba enderezar el rumbo de su ejecutivo, los diputados contrarios a la línea del gobierno, dentro de lo que se llamó "La Fronde", seguían golpeando al ejecutivo por su izquierda.

Los atentados del 13 de noviembre en París y Saint- Denis lo cambiaron todo. La prudencia demostrada por François Hollande tras los atentados en la sede de Charlie Hebdo en enero de 2015 desapareció, dando paso a una enorme preocupación por la seguridad, y a la implementación de leyes restrictivas para impedir en la medida de lo posible el acceso de terroristas a suelo francés, algo que se encontró con la obvia oposición de numerosos cargos socialistas. La dureza económica anterior se vio sustituida por la dureza en materia de seguridad, un asunto complicado. La cumbre del desacuerdo entre el gobierno y el ala izquierda del PS se produjo por la propuesta de reforma constitucional que prolongaba 'sine die' el estado de urgencia aprobado la noche de los atentados y que incluía la retirada de la nacionalidad francesa a los terroristas con doble nacionalidad. Este último detalle fue el que más polémica creó, y provocó que una de las ministras más emblemáticas del ejecutivo galo, Christiane Taubira, responsable de Justicia, dimitiera de su puesto, siendo sustituida de inmediato por el diputado socialista Jean-Jacques Urvoas. El cambio de Taubira por Urvoas se produjo el 29 de enero.

El objetivo de François Hollande y Manuel Valls con esta reforma gubernamental es aguantar como se pueda hasta las próximas elecciones presidenciales, en abril de 2017. Las perspectivas socialistas son pésimas, y no queda claro ni siquiera quién será el candidato. Tanto Valls como el ministro Macron, pertenecientes al ala derecha del socialismo galo, han mostrado su interés por ser los nominados socialistas a esas elecciones, aunque es de esperar que la izquierda del PS pueda presentar algunos candidatos, como el ex-ministro Arnaud Montebourg; el diputado Jean-Marc Germain, pareja de la alcaldesa de París, y líder de la oposición dentro del grupo socialista en la Asamblea Nacional; o el también ex-ministro Benoît Hamon, que ya ha mostrado su interés al respecto. Tampoco hay que descartar al propio François Hollande, que supeditó su candidatura a un descenso duradero del paro, pero al que muchos ven como la opción menos mala. El diario francés "Libération" publicó en enero un manifiesto firmado por figuras de la izquierda francesa  y europea como Thomas Piketty, Daniel Cohn Bendit y Marie Desplechin solicitando que en este 2016 se celebren unas primarias en el seno de la izquierda similares a las que se produjeron en 2011 para elegir a un único candidato y acabar con la división ideológica. Ciertamente, las primarias ciudadanas de 2011 que eligieron a François Hollande como candidato fueron un éxito, puesto que la mayoría de simpatizantes socialistas votó, y sobre todo, la izquierda se activó ante la perspectiva de ganar de nuevo unas presidenciales. De cara a 2017, no tiene buena pinta, pero tal vez no sea demasiado tarde para sacar algo bueno.

Alain Juppé, alcalde de Burdeos, ex-primer ministro y actual favorito a ser el nominado de Les Républicains, la nueva marca de la derecha, definió la pasada semana el nuevo gobierno como "de cuidados paliativos". Ciertamente, la derecha francesa se frota las manos ante las presidenciales, pero las cosas no están tan claras. Hoy por hoy, las encuestas muestran que Marine le Pen, la presidenta del ultraderechista Frente Nacional, alcanzaría la segunda vuelta. Por tanto, la pelea sería por entrar en esa segunda vuelta. Nicolas Sarkozy quiere volver a ser presidente, pero Juppé está plantándole cara ante la primaria abierta que se producirá este año, y genera menos rechazo que él, por lo cual su nominación es bastante discutible. Esta reforma gubernamental, lanzando un guiño a verdes y radicales, puede ser un anticipo de la estrategia a seguir por la izquierda este año, buscando un candidato de consenso. Habrá que ver qué ocurre, pero este profundo cambio en el seno del ejecutivo francés viene a demostrar que el socialismo galo no está tan muerto como se creía, y que aún puede dar guerra.

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