El 25 de octubre de 2015, se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el país. En ellas, hubo más de cincuenta candidatos que representaban todo tipo de tendencias ideológicas y que hacían un recorrido simbólico por las últimas décadas del país caribeño. Destacaban Jovenel Moïse, el candidato del presidente Martelly, y defensor de sus posturas; Jude Célestin, que repetía después de haber sido descalificado de la segunda vuelta de las elecciones de 2010 por acusaciones de corrupción, y que contaba con el apoyo de uno de los presidentes más populares de los últimos tiempos, René Préval; y dos representantes de la izquierda más crítica con Martelly: el senador Jean-Charles Moïse y Narcisse Maryse, la candidata del también ex- presidente Jean- Bertrand Aristide. Tal y como se esperaba, Jovenel Moïse ganó la primera vuelta, y se calificó al balotaje con Jude Célestin. Sin embargo, Célestin, junto a otros candidatos, declaró que no reconocía esos resultados, y denunció fraude electoral. Las protestas en las calles se empezaron a suceder, y tras varios disturbios, el 22 de diciembre, la junta electoral anunció el aplazamiento indefinido de la segunda vuelta, que debía celebrarse cinco días después.
El aplazamiento electoral, que se preveía que ayudara a rebajar la crispación, la aumentó. Contribuyó a ello la indefinición al respecto de la fecha definitiva de la elección. El presidente Martelly anunció en primer lugar que se celebraría el 17 de enero, y posteriormente lo retrasó una semana. Los simpatizantes de la candidatura de Célestin se hicieron eco de su manifiesto, en el que afirmaba que cualquier persona que participase en la segunda vuelta del 24 de enero sería un traidor a la patria, y las protestas y altercados volvieron. Por ello, el 22 de enero, y pese al discurso televisado del presidente la noche anterior anunciando que las elecciones se celebrarían tal y como estaban previstas, la votación volvió a aplazarse, esta vez de forma indefinida. Finalmente, después de varias semanas de incertidumbre, la fecha quedó fijada definitivamente para el 24 de abril. Si no pasa nada, ese día los haitianos votarán y elegirán a su nuevo presidente, entre Jovenel Moïse y Jude Célestin.
La inestabilidad política dio un paso más el 7 de febrero con el cese como presidente de Michel Martelly. Durante semanas se intentó buscar una solución constitucional para la permanencia de Martelly hasta la elección de un nuevo presidente, pero no se llegó a ninguna solución, y por ello, el presidente del Parlamento, Jocelerme Privet, ostentará la jefatura de Estado hasta la llegada del nuevo presidente. Michel Martelly deja la presidencia de Haití como uno de los líderes más valorados de la historia de su país. Su victoria en las elecciones presidenciales de 2010 fue inesperada. Martelly procedía del medio cultural, había sido músico, con el apodo de "Sweet Micky", y había dado el salto a la política como candidato de un partido ruralista conservador. Una vez asumió la presidencia, el mandatario se enfocó en intentar mejorar la economía de su país, organizando un grupo de sabios, entre los que estaba Bill Clinton. Sin embargo, las acusaciones de corrupción se sucedieron, y también las protestas ciudadanas después de que las elecciones al Senado, que debían celebrarse en mayo de 2012, se aplazasen una y otra vez por la decisión del presidente. Michel Martelly tuvo una relación muy positiva con los países importantes, y por ello el balance de su mandato es bueno, pese a su dudosa gestión interna.
Haití intenta desde hace unos años convertir en normales las prácticas democráticas. En 1984, la dictadura de Jean- Claude Duvalier, "Baby Doc", cayó por un levantamiento popular, y desde entonces, la inestabilidad política ha sido el pan de cada día en el país, con golpes de Estado y levantamientos populares. Entre 1987 y 1990 se celebraron tres elecciones presidenciales. El elegido en la última fue Jean- Bertrand Aristide, que fue depuesto por un golpe de Estado militar ocho meses después de tomar posesión. Aristide volvería al poder en 1994, por la enorme presión popular y la mediación del presidente Bill Clinton. Le sucedió su antiguo primer ministro René Préval, que ganó las presidenciales de 1995. En 2000, Aristide volvió a ganar, y regresó a la presidencia. Sin embargo, de nuevo un golpe de Estado, con numerosos disturbios, en los que murió el periodista español Ricardo Ortega, le sacó del poder. Su sucesor fue Boniface Alexandre, presidente provisional, que se mantuvo al frente hasta el regreso de Préval. René Préval, en sus dos mandatos, y su sucesor, Michel Martelly, han sido los únicos presidentes desde la caída de la dictadura que han cumplido su presidencia íntegra.
Además del problema político, Haití ha tenido que enfrentar también un buen número de inclemencias de mucho tipo, siendo la más importante el brutal terremoto que asoló el país en enero de 2010, de 7 en la escala de Richter. El seísmo provocó enormes desastres materiales, y sobre todo, se repartieron mal las ayudas por la mala gestión y la corrupción existente. Fueron muy aplaudidas internacionalmente las acciones realizadas por René Préval, en la recta final de su presidencia, para intentar reconstruir el país tras el seísmo, y para prevenir que los efectos de un nuevo terremoto fueran tan devastadores. Los terremotos que se han sucedido en países con una mayor prevención, como Chile y Japón, han demostrado que si bien los seísmos no pueden evitarse, sí que se puede evitar que los efectos sean devastadores. El terremoto de 2010 empobreció aún más a Haití, condenó a un gran número de personas a vivir en la calle, y a la vez reforzó la corrupción sistémica, ya que hubo casos en los cuales cargos electos realizaron un uso indebido del dinero que debía destinarse a la reconstrucción del país.
Previsiblemente, las elecciones de abril, si finalmente se celebran en esa fecha, se saldarán con una victoria de Jovenel Moïse, el candidato del ex- presidente Martelly. Podría producirse el efecto de las elecciones de 2010, cuando el voto se concentró en Martelly, que no había ganado la primera vuelta. Es posible que la parálisis institucional generada a partir del aplazamiento indefinido de las elecciones perjudique a Martelly y por ende a Moïse, y que el próximo presidente sea Jude Célestin, también conservador, aunque de un partido diferente. Será absolutamente clave la participación popular y las posibles llamadas a boicot de los partidos de la oposición, que podrían provocar que el presidente elegido en ese caso, probablemente Moïse, fuera excesivamente débil a pesar de ganar por un gran porcentaje. Desde el poder político, se suceden las llamadas a la participación, porque se es consciente de que solamente esto legitimará el resultado.
El reto del próximo presidente es continuar con la consolidación de la democracia. El que un presidente de Haití termine su mandato debe dejar de ser noticia. Deben darse pasos hacia una burocracia menos corrupta, y una vez se vuelva a la normalidad democrática, hay que hacer un esfuerzo por luchar contra la pobreza. También debe reducirse sensiblemente la violencia policial, y la persecución a los opositores por parte del gobierno, prácticas denunciadas por varias ONG en los últimos meses, sobre todo desde la primera vuelta de las presidenciales. Todo el mundo está pendiente del futuro político de Haití, que una vez ha cerrado para siempre la página de la dictadura de los Duvalier, debe dar un paso firme hacia el progreso, el crecimiento y la paz social.
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