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Francisco Sá Carneiro, una víctima de la mala fortuna


Corría el año 1980, habían pasado 6 desde la Revolución de los Claveles, y Portugal volvía a la normalidad democrática. Se habían sucedido gobiernos que habían durado poco tiempo, desde que el ejecutivo presidido por el socialista Mário Soares había salido del gobierno en 1978, poco más de dos años después de su elección, por la crisis económica. De 1978 a 1980, el país luso vivió 3 gobiernos presididos por independientes, entre ellos una mujer, la primera y hasta ahora única primera ministra. A finales de 1979, el presidente del país, António Ramalho Eanes, convocó elecciones a primer ministro en las que el cartel sería el mismo que en las elecciones de tres años antes: Mário Soares por el Partido Socialista y el abogado Francisco de Sá Carneiro por el Partido Socialdemócrata, conservador pese a su nombre.

Las encuestas decían claramente que Soares estaba muy tocado políticamente, y que lo probable era la victoria de su rival. Pese a ello, éste no se confió y formó junto a otros partidos de corte conservador y moderado la Alianza Democrática.  Portugal era entonces un país traumatizado, porque la democracia surgida tras la Revolución de los Claveles de 1974 no había traído los frutos deseados. El 2 de diciembre, los ciudadanos lusos dieron la mayoría a Sá Carneiro y a su coalición. El Partido Socialdemócrata venció por 15 puntos al Partido Socialista, y el líder, originario de Porto, se convirtió en primer ministro portugués el 3 de enero de 1980, un mes después de ganar las elecciones. Desde la caída de la dictadura de Salazar, un conservador no había ganado ninguna elección, era el primero en hacerlo.

Francisco Sá Carneiro era un político populista, lo reconocen amigos y enemigos políticos, y por ello tuvo tanto éxito. Inició su andadura en la Acción Católica portuguesa, y en el ala más liberal de la dictadura salazarista, que él, junto a otros tantos, intentó democratizar. Tras la caída del régimen, Sá Carneiro formó un partido, el Partido Popular Democrático, que pronto se convertiría en el Partido Socialdemócrata. Él fue elegido como presidente. A pesar de empezar situado en el centro – izquierda, tanto él como su partido fueron basculando hasta quedar instalados en el centro – derecha dentro del espectro político. En 1979, como se ha dicho, ganó las elecciones, y se convirtió en primer ministro, con el eslogan “Un gobierno para 4 años”, puesto que los demás no habían pasado del año. Mostró su intención de eliminar el principal órgano revolucionario, el Consejo Revolucionario, al considerarlo un vestigio de esa etapa incompatible con la democracia.

En diciembre de 1980, cuando se iba a cumplir el primer año de su victoria electoral y de su llegada al puesto de primer ministro, Sá Carneiro, que tenía 46 años, estaba envuelto en la elección presidencial que se celebraría el 7 de ese mes, y en la que él apoyaba con todas sus fuerzas al general António Soares Carneiro, sin relación familiar con él, para derrotar al presidente en ejercicio, Ramalho Eanes. Tanto el primer ministro como su ministro de Defensa, Adelino Amaro da Costa, estaban en plena campaña electoral para intentar garantizar la elección del militar como jefe de Estado, y uno de sus actos central se produciría en la localidad natal de Sá Carneiro, Oporto. Por ello, tomaron un avión privado desde un aeropuerto en Lisboa para llegar allí. El primer ministro decidió en el último momento viajar en ese avión. Unos minutos después del despegue, el aeroplano se estrelló contra la parroquia del barrio lisboeta de Camarete. Tanto Francisco Sá Carneiro como Adelino Amaro da Costa murieron en el acto, así como las 6 personas que les acompañaban.

El accidente que costó la vida al popular primer ministro fue un golpe muy duro para los ciudadanos y ciudadanas de Portugal, y condicionó el resultado de las elecciones presidenciales, en las que António Ramalho Eanes fue reelegido. Se intentó correr un tupido velo sobre las causas, afirmándose que se trataba de un accidente, en parte porque el conocimiento de la verdad podía provocar una reacción social imprevisible. Sin embargo, la versión oficial pronto empezó a cuestionarse, porque había demasiadas cosas raras. Se extendió un rumor que cogió fuerza, que el accidente era un realidad un atentado, pero que el objetivo no era Sá Carneiro, sino el ministro de Defensa, que habría descubierto una corrupción en el seno de las Fuerzas Armadas, que habrían vendido armas a Irán, y estaría dispuesto a hacerlo público. El primer ministro, recordemos, no debía haber viajado en aquel avión, y probablemente, según esta teoría, no fue más que una víctima colateral del caso.

 Según fueron pasando los años, no se esclareció al tema, a pesar de las muchas comisiones parlamentarias que ante las crecientes dudas por las pruebas que se habían recogido en el lugar del accidente se habían ido planteando. Los que plantearon las dudas fueron los correligionarios del difunto primer ministro. Algunos acusaban directamente a socialistas y comunistas de estar detrás del accidente. No fue hasta la quinta comisión de investigación, celebrada en 1995, cuando claramente se dejó claro que Francisco Sá Carneiro había sido víctima de un atentado criminal. El parlamento portugués identificó a dos hombres, José Antonio dos Santos Esteves y Lee Rodrigues, como los autores materiales del atentado, y a dos tenientes coroneles del Ejército como responsables del encubrimiento, engañando a los investigadores y haciéndoles creer que se trataba efectivamente de un accidente. Se utilizaron declaraciones de testigos que hablaban de un incendio a bordo antes del impacto y de una bomba que habría estallado, y las autopsias a los cuerpos, que revelaban que no había fracturas óseas, lo que hacía pensar que habían fallecido antes del accidente.

La pregunta que cabe hacerse en este caso es la de siempre, a quién beneficia el crimen, y por qué. En principio, el gran beneficiado fue António Ramalho Eanes, que consiguió mantenerse en la presidencia 6 años más, y muchos han especulado con que la desaparición de Sá Carneiro pudo tener su mano detrás. Pero hay que recordar que el escenario más posible, por los datos que él conocía, era que el objetivo real fuera el ministro de Defensa, ya que había intereses poderosos y externos para conseguir que Amaral da Costa no hablara. Esos intereses externos tienen nombre y apellido: la Agencia Central de Inteligencia, más conocida como CIA, y el militar Oliver North. Esto fue así porque Portugal era una parte del escándalo Irán- Contra, por el cual se vendían armas al primer país para desviar los costes a la Contra nicaragüense. 

En 2001, Ricardo Sá Fernandes, abogado que había investigado el caso, pidió que se reabriera en la presentación de un libro en que decía claramente que el atentado que contó la vida al primer ministro Sá Carneiro y al ministro Amaral da Costa había sido un crimen de Estado cuyo objetivo inmediato era impedir la investigación que el ministro de Defensa iba a iniciar alrededor de la venta de armamento a Irán que formaba parte de la operación de la CIA y el Ejército estadounidense para favorecer a la oposición en Nicaragua. Hubo comportamientos de obstruccionismo en el oficialismo luso durante años, en parte por cobardía, en parte por mala fe, que impidieron e impiden aún hoy que se sepa toda la verdad, porque no hay que olvidar que 35 años después de aquel atentado aún no se acepta esa versión como la oficial. Sin embargo, la ciudadanía de Portugal ya ha aceptado que aquel accidente fue en realidad un atentado. 

Un atentado en el que Francisco Sá Carneiro fue víctima de la mala fortuna, de la mala pata de haber elegido el avión equivocado, porque él no era el objetivo. Sá Carneiro fue una víctima colateral de un atentado contra su ministro de Defensa, ésta es la versión más probable de una historia de la que como siempre no se sabrá nunca toda la verdad. Como parte de los homenajes al primer ministro luso, se decidió cambiar el nombre del aeropuerto de Oporto, que hasta entonces se llamaba Pedras Rubras, por el de Francisco de Sá Carneiro. No fueron pocos los que afirmaron, no sin cierta razón, que resultaba un poco siniestro que un aeropuerto llevase el nombre de alguien que había muerto en un accidente de avión. Sin embargo, se sigue llamando así, en homenaje a un político asesinado sin ser él el objetivo, algo que no suele pasar en muchos casos.

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Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.

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