Las elecciones presidenciales en la primavera de 2012, que devolvieron a los socialistas al Palacio del Elíseo casi 20 años después de salir, sumieron en una lógica crisis al partido derrotado, la Unión por un Movimiento Popular (UMP). El presidente saliente, Nicolas Sarkozy, que despierta a partes iguales adhesión y odio, decidió dimitir de sus cargos en el partido y anunció que abandonaba la política. A medida que la nueva mayoría de izquierdas se iba consolidando, la derecha comenzaba un proceso interno para elegir al sucesor de Sarkozy en unas elecciones internas que habían de celebrarse en noviembre de 2012. Los dos candidatos a ese concurso fueron François Fillon, el primer ministro de Sarkozy, y Jean-François Copé, secretario general del partido. A pesar de que el favoritismo parecía estar del lado de Fillon, fue Copé quien ganó, por la mínima.
Sin embargo, Fillon no aceptó los resultados, y afirmó que era él quien había ganado. La crisis se hizo más grande cuando 72 parlamentarios de la UMP, partidarios del ex- primer ministro, anunciaron una escisión del grupo en la Asamblea Nacional, y la creación de otro que se llamaría Rassemblement- UMP. Los barones del partido tuvieron que unirse para acabar con la situación, y se llegó a un acuerdo para que representantes de ambas alas del partido tuvieran su acomodo en una dirección liderada por Copé. La UMP volvió a liderar las encuestas, aprovechándose del desgaste de Hollande, y pareció alejarse de la crisis. Ésta regresó de manera sobrevenida con la revelación del escándalo Bygmalion, un grupo de comunicación que habría emitido facturas falsas a favor de la campaña de Nicolas Sarkozy en 2012, con la intervención clave de Jean- François Copé, que tuvo que dimitir. En aquellos meses de confusión, emergieron dos figuras del pasado que calmaban a muchos dentro del partido: el ex- presidente Sarkozy y el alcalde Alain Juppé.
Nicolas Sarkozy aparecía en el horizonte como el favorito para volver a liderar la formación conservadora, pese a ir acumulando hasta una decena de casos de corrupción que, teóricamente, debían inhabilitarle en la práctica para volver a la política, pero que no lo hicieron, ya que en invierno de 2014, volvió a la presidencia de la UMP, y se volvió a postular a la presidencia de la República. Sin embargo, a muy pocos dentro de los barones de la formación conservadora les sentó bien el regreso del ex- presidente, y más después de la moción aprobada para cambiar el nombre del partido por Los Republicanos. Muchos lo criticaron, afirmando que todos en Francia eran republicanos, y que era pretencioso y hasta ilegal realizar ese cambio, que finalmente se llevó a cabo. Sarkozy esperaba beneficiarse del desgaste de Hollande y de la ausencia fáctica de rivales internos para volver a consolidarse como la mejor opción de futuro para las elecciones de 2017. Sin embargo, las cosas no le iban a ser tan fáciles.
Sarkozy corrió un riesgo muy importante al regresar a la política en 2014, puesto que es una figura extremadamente polarizante, y que en 2012, no tuvo remilgos a la hora de acercarse a la extrema derecha del FN para intentar ganar las presidenciales. En el interior del partido, muchos empezaron a mirar en dirección de otros candidatos, sobre todo teniendo en cuenta que es muy probable que Marine le Pen se califique a la segunda vuelta de las presidenciales del año próximo, y que, como ocurrió en 2002, los votantes de izquierda tendrían que decidir en ese caso entre dos opciones de derecha. El partido decidió organizar una primaria abierta para elegir al candidato, y los postulantes empezaron a salir de debajo de las piedras. Entre ellos, están François Fillon, Jean- François Copé, el diputado Bruno le Maire, y Alain Juppé. Nicolas Sarkozy aún no ha formalizado su candidatura, pero ésta se supone inevitable.
Las encuestas mostraban al principio una ventaja contundente de Nicolas Sarkozy sobre los otros candidatos, sin embargo, a medida que han pasado los meses, el 'front-runner', en primera vuelta y en segunda, ha pasado a ser Alain Juppé. La ventaja de Juppé sobre Sarkozy en primera vuelta es de casi veinte puntos, y en segunda vuelta similar. Entre los demás candidatos, Fillon y Le Maire podrían tener opciones de obtener un buen resultado que fuera clave para la vuelta definitiva. Los sondeos también sonríen a Juppé de cara a las presidenciales. El alcalde de Burdeos pasaría sin problema a una segunda ronda, e incluso podría derrotar a Le Pen en primera vuelta, y en segunda vuelta arrasaría contra cualquier candidato. Es cierto que, en el escenario de una vuelta definitiva en que Marine le Pen, todos, incluso François Hollande, ganarían, pero Juppé sería el candidato que, según esas encuestas, ganaría con más fuerza.
Alain Juppé es de todo menos un neófito en política. Ha militado en todas las marcas de la derecha francesa, y ha sido alcalde de Burdeos desde el año 2006, aunque anteriormente lo fue desde 1995 a 2004, sustituyendo al mítico Jacques Chaban- Delmas, primer ministro de Georges Pompidou. En 1986, de la mano del que se considera su padre político, Jacques Chirac, entró por primera vez en el gobierno, como ministro de Finanzas y portavoz. Entre mayo de 1995 y junio de 1997, fue primer ministro, tras la victoria de Jacques Chirac en las presidenciales. En 2004, un caso de corrupción le obligó a renunciar a la alcaldía de Burdeos, recibiendo una importante condena, aunque muchos, incluso rivales políticos, reconocieron que Juppé había pagado más de lo que le tocaba. En 2007, regresó brevemente al gobierno como ministro de Ecología, pero al no revalidar su acta de diputado, Sarkozy le cesó. Volvió a ser nombrado ministro, esta vez de Defensa, en 2010, y retomó la cartera de Asuntos Exteriores en 2011. Es por tanto un hombre curtido en la política, del que muchos destacan su integridad y su lealtad.
Hay algo realmente importante en esta primaria que habrá que tener en cuenta. El presidente de la República Francesa entre 1995 y 2007, Jacques Chirac, ha apoyado sin fisuras a Alain Juppé para las primarias y las presidenciales. Nicolas Sarkozy despreció públicamente a su antecesor, e incluso favoreció su procesamiento judicial. Chirac rompió enseguida con Sarkozy, escribió un libro en el que le definía como irritable, impetuoso, desleal, ingrato y anti- francés, y apoyó en 2012 a François Hollande en las elecciones. Sin embargo, Juppé no quiere romper con el legado de Chirac, sino al contrario, reivindicarlo. Chirac y Juppé pertenecen a un ala de la derecha francesa con reminiscencias del gaullismo que lleva mucho tiempo fuera del poder, pero que aspira a regresar en 2017 al Elíseo. Habrá que observar esta variable, y el efecto que puede producir en los votantes.
Queda más de un año para que la ciudadanía francesa elija a su nuevo presidente de la República, y muchas cosas pasarán en este año. Sin embargo, si el guión previsto se cumple, y los socialistas se quedan fuera de la segunda vuelta por primera vez desde 2002, los votantes de izquierda tendrán que elegir la opción menos mala en el balotaje. Un escenario en el que Alain Juppé sea el candidato alternativo a la ultraderechista Marine le Pen es bastante más aceptable para el votante progresista galo que otro en el que el candidato sea Nicolas Sarkozy. Si Juppé quiere ser el nominado presidencial de su partido, debe mantener el mismo perfil bajo y profesional que ha mostrado hasta ahora, y sobe todo, no debe crispar ni dejarse llevar por el extremismo. Si hace todo esto, tiene mucho ganado.
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