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Crónica de una presidencia fallida

François Hollande finalizará el próximo mes de mayo su presidencia en Francia, y lo hará de manera discreta e incluso marginada. Cinco años después de su celebrada victoria en las presidenciales de 2012, el inquilino acaba su mandato convertido en un estorbo para sus propios compañeros de filas, y en una figura sombría que parece esperar desde hace tiempo el momento de irse, encerrado como otros tantos en su jaula de oro del Elíseo. Traicionado por unos y por otros, sobrepasado por los acontecimientos, y por el día a día de la presidencia, Hollande se marchará sin ruido, dejando a su país en una situación impredecible, y con un legado fallido y desilusionante tras de sí.

Hollande fue para muchos dentro del Partido Socialista (PS) el hombre necesario después de que un escándalo sexual apartase al favorito, Dominique Strauss – Kahn, de la carrera presidencial. Era un hombre de partido, al que lideró durante años, y tenía un perfil presidenciable. Tras ganar la primaria y embarcarse en una campaña larga en la que todo estuvo a punto de estropearse casi al final, Hollande consiguió derrotar al presidente Nicolas Sarkozy, convirtiéndose en el primer socialista en acceder a la presidencia desde 1995. La calma duró lo que duraron las victorias. Tras ganar las presidenciales, los socialistas, junto con otras fuerzas progresistas, vencieron con holgura las elecciones a la Asamblea Nacional, lo que garantizaba a priori una legislatura tranquila. Ésta sería la última gran victoria de la mayoría presidencial.

El cambio de rumbo en la presidencia de Hollande se refleja mejor que nada con los tres jefes de gobierno que ha tenido, llevando a cabo sucesivos cambios ministeriales para intentar reconducir la situación. El primero, Jean-Marc Ayrault, era uno de sus mayores colaboradores, y el presidente confiaba en él. Cesó como primer ministro en abril de 2014, tras la derrota en las municipales, y fue sustituido por el popular ministro del Interior Manuel Valls. Éste impuso un estilo propio, rompiendo algunas alianzas de Hollande, haciéndose muchos enemigos dentro de sus filas y quemando finalmente todo su capital político durante su gestión. Recientemente Valls dimitió para presentarse a las primarias socialistas, y Hollande, que no quería jugársela, nombró como su sucesor a un hombre de confianza, el ministro del Interior Bernard Cazeneuve, uno de los únicos políticos que ha ido ganando peso durante el quinquenio del presidente galo, y que previsiblemente cerrará la legislatura en Matignon.


Uno de los grandes fracasos de la presidencia de François Hollande ha sido la economía y el desempleo. En la campaña de 2012, el entonces candidato propuso un estilo propio de gestión financiera, eliminando la dependencia de Alemania, y al mismo tiempo reforzando la relación con Berlín, así como el intento de revertir el aumento de parados en Francia. Sin embargo, esto no ha sido posible. No deja de ser cierto, sin embargo, que se sucedieron dos ministros de Economía muy diferentes, con estilos de gestión enfrentados. Arnaud Montebourg proponía un modelo proteccionista y opuesto a la globalización y a la desregulación financiera, mientras que Emmanuel Macron, favorito a ganar las próximas presidenciales, puso en marcha una serie de medidas favorables al mercado y un modelo neoliberal que provocó la reacción en contra de las bases clásicas del PS. De esta manera, es imposible reconducir nada.

Precisamente esta evolución ideológica hacia una suerte de social – liberalismo comandada por Macron y Valls y que arrastró a todo el gobierno ha llevado durante estos cinco años a muchos antiguos aliados del presidente a unirse a La Fronde, un grupo opositor dentro de las propias filas socialistas en la Asamblea Nacional. El verdadero rival de los críticos no era el presidente François Hollande, sino el primer ministro. De la Fronde procede el candidato socialista a las próximas elecciones, Benoît Hamon. Esta nueva disposición ha generado un divorcio entre la cabeza del Partido Socialista y sus bases, que se escenificó en las últimas primarias, en las que ambas facciones se enfrentaron, y tras las que el partido bien puede haberse roto de manera definitiva. Los socialistas en todo caso no irán unidos a las elecciones de este año.

Tampoco en su vida privada el presidente ha tenido tranquilidad durante su mandato. Hollande había mantenido una larga relación sentimental con Ségolène Royal, nominada socialista en 2006, en la que tuvieron cuatro hijos. Esta pareja se rompería posteriormente, por la relación de Hollande con la periodista Valérie Trierweiler. Trierweiler se convirtió en la pareja oficial del político, y fue clave en su conversión en presidenciable y en la campaña de 2012. La estabilidad pronto acabaría, cuando un medio informó de la supuesta relación que el ya presidente mantenía con la actriz Julie Gayet. El presidente también tuvo que afrontar que su ex – pareja publicase un libro sacando sus trapos sucios a la luz. En este sentido, Hollande ha conseguido imponer privacidad en cuanto a su vida personal, y aunque se supone que sigue en una relación con Gayet, nada es seguro.


Por encima de todo, sin embargo, lo que ha protagonizado la presidencia de Hollande ha sido el aumento de la amenaza terrorista, manifestado por los atentados de enero y noviembre de 2015. Precisamente en estos momentos duros fue cuando más valorado estuvo el presidente, que asumió una política comunicativa muy acertada, y que, especialmente tras los atentados de noviembre, asumió el peso de un cambio de política muy profundo. Ahí también se generó una fractura entre las bases del partido y el gobierno, que promovía políticas muy polémicas, como la décheance de nationalité, es decir, la suspensión de la nacionalidad francesa a los sospechosos de terrorismo. El presidente tuvo que improvisar una política para la que no estaba preparado, y que tuvo críticas por parte de la oposición, que le acusaba de falta de dureza, y de sus aliados, que no estaban de acuerdo con ellas. Sin embargo, hay algo innegable: Hollande nunca ha tenido más apoyo popular que tras los atentados.

Fue tal vez por eso que durante algunos meses, se especuló con la posibilidad de que Hollande pudiera presentarse a la reelección, haciendo bandera de la seguridad y de la lucha contra el terrorismo como piezas clave de su programa electoral. Para ello intentó rehacer su viejo equipo de campaña, y dio una serie de conferencias que aumentaron la seguridad de que el presidente no se retiraría. Hollande se dejaba querer, convencido de que Sarkozy sería de nuevo el candidato conservador, y de que Marine Le Pen y él se neutralizarían, haciendo finalmente posible su victoria. Sin embargo, nadie en las filas socialistas veía con buenos ojos la candidatura del presidente. Tal vez consciente de que su presencia impediría un debate abierto en las primarias de su partido, Hollande anunció a principios de diciembre su decisión de no presentarse a la reelección, convirtiéndose así en el primer presidente de la V República Francesa en hacerlo. 

No todo han sido malas noticias para la presidencia de Hollande. La aprobación de diferentes leyes, como la del matrimonio homosexual, pusieron a Francia por encima de otros países. Como presidente, Hollande ha contado con varias mujeres en su gobierno. Las más importantes han sido Najat Vallaud-Belkacem, de origen marroquí, que ha ido sumando responsabilidades en el gobierno durante el quinquenio; Cécile Duflot, antigua líder de Los Verdes que ocupó la cartera de Vivienda en de 2012 a 2014, incompatible con Valls; y Christiane Taubira, la poderosa ministra de Justicia, nacida en la Guyana francesa, y que se convirtió en una figura fundamental de los primeros años de gobierno, dejando de ser ministra con el giro antiterrorista de Hollande y Valls. Durante la campaña, el presidente prometió un gobierno paritario, y el nombramiento de mujeres para puestos clave durante todo su mandato ha dejado claro que ha cumplido su palabra. 

François Hollande prometió en el único debate de la segunda vuelta de las elecciones de 2012 ser un presidente normal, en contraste con Nicolas Sarkozy, a quien acusó de querer ser jefe de todo y a la vez, responsable de nada. Indudablemente, el estilo de los dos mandatarios no tiene nada que ver, pero lo cierto es que ninguno de ellos ha sobrevivido políticamente a estos cinco años. Hollande fue en 2012 el depositario de las esperanzas de una izquierda diseminada que se había juntado excepcionalmente para derrotar a Sarkozy, pero desde que llegó al Elíseo, todo empezó a ir mal. El presidente se va sin ninguna alegría durante sus cinco años de mandato, con unos pocos fieles que intentan recolocarse entre el oficialismo crítico de Hamon y la opción difusa pero cada vez más viable que plantea Macron, y con el dudoso honor de haber puesto a todos de acuerdo contra él. Dentro de unos años su valoración cambiará positivamente. Hoy, sin embargo, todos esperan el momento de que François Hollande se vaya. Empezando por él mismo. 

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Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.

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