La elección de Perez, nacido en la ciudad neoyorquina de Buffalo aunque de origen dominicano, no deja de ser una apuesta demócrata por lo seguro. Efectivamente el nombramiento del ex-secretario de Trabajo es una hazaña histórica para los latinos, pero no deja de ser cierto que el nuevo presidente del DNC tenía el apoyo de la vieja guardia del partido, principalmente de Hillary Clinton, mientras que su rival, negro, musulmán y de izquierdas, tenía tras de sí a las figuras más progresistas de la formación, como Bernie Sanders o Elizabeth Warren. A pesar de que Perez nombrase a Ellison como número dos del partido inmediatamente después de ser elegido, no deja de ser una pequeña derrota para la renovación que los demócratas necesitan para volver a convertirse en una alternativa de poder, y para frenar a Trump.
Se quedaron por el camino algunas figuras viejas y nuevas del Partido Demócrata. El ex-gobernador de Virginia Howard Dean, que ya ocupó la presidencia del DNC entre 2005 y 2009, anunció su candidatura, pero pronto se echó atrás ante las críticas recibidas. Tampoco participó del voto final una de las figuras en alza del partido, el alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg. Buttigieg, veterano de Afganistán, y de apenas 35 años, era visto como un dark horse, el tapado de Dean para alcanzar el liderato, aunque finalmente renunció a ser candidato el mismo día de la votación. Ninguna gran figura del partido quiso participar de este proceso, a pesar de que muchos habían insistido que el ex-vicepresidente Joe Biden podría representar como nadie la unidad del partido en estos difíciles momentos.
Una vez elegido el nuevo tándem del DNC, el partido tiene que elegir una estrategia clara para morder sobre la presidencia de Donald Trump. El primer mes del magnate en la Casa Blanca ha supuesto una auténtica regresión, con medidas como la prohibición a los nacionales de una serie de países de mayoría musulmana de viajar a Estados Unidos o el nombramiento de algunos miembros del gobierno, como la secretaria de Educación Betsy DeVos, cuyo esposo es uno de los principales contribuyentes del Partido Republicano. El presidente también ha atacado a instituciones fundamentales de la democracia estadounidense, como la prensa, acusando a medios respetados de fake news, "falsas noticias", identificando a los medios como los enemigos de la democracia, y favoreciendo a medios afines como Fox y Breitbart. Ante todo esto, es necesario que el Partido Demócrata reaccione.
Durante las sesiones de confirmación de los miembros de la administración Trump, los demócratas hicieron todo tipo de esfuerzos para bloquear a los nominados más conflictivos. Los esfuerzos se centraron en tres: el nominado a secretario de Estado, Rex Tillerson; el nominado a fiscal general, Jeff Sessions; y la nominada a secretaria de Educación, Betsy DeVos. Los tres fueron finalmente confirmados por el Senado, sin embargo, el trabajo de los senadores demócratas consiguió que algunos republicanos cambiasen su voto. Quedan varios miembros del gobierno por ser confirmados, como Ben Carson, nominado al puesto de secretario de Desarrollo Urbano, o Rick Perry, nominado al puesto de secretario de Energía. De momento ninguno de los secretarios ha podido ser derrotado, pero el esfuerzo puede merecer la pena.
En estos primeros pasos de la administración Trump, está surgiendo una figura fundamental de oposición en el Senado, la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, vista por muchos como la potencial candidata a la presidencia de cara a 2020. Warren asumió un protagonismo especial durante la sesión de confirmación de Jeff Sessions como fiscal general, cuando leyó dos cartas que la esposa de Martin Luther King, Coretta Scott King, y el senador Ted Kennedy habían redactado para oponerse a la nominación de Sessions como juez federal hace algunos años. A pesar de que el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, mandase callar a Warren, todos vieron aquella acción de valentía de la senadora.
Cuando los demócratas perdieron la presidencia en 2000, tras el recuento en Florida, se agarraron al hecho de que el vicepresidente Al Gore había sido el más votado. Efectivamente, Gore obtuvo casi 1 millón más de votos que George W. Bush, y solamente una reñida votación en el Tribunal Supremo dio los 25 votos electorales de Florida y la presidencia al republicano. Sin embargo, a partir de entonces, y especialmente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, los demócratas pasaron a apoyar las políticas del presidente, y solamente un senador del partido, Russ Feingold, de Wisconsin, votó en contra de la USA Patriot Act. Esto derivó en una nueva derrota presidencial, esta vez con el senador por Massachusetts John Kerry como candidato, y perdiendo también el voto popular.
Entonces, Howard Dean fue elegido como presidente del DNC y puso en marcha la estrategia que devolvería a su partido el control de ambas cámaras del Congreso en 2006 y la presidencia en 2008: la "estrategia 50 estados". Generalmente, antes de cualquier elección, los partidos realizan sondeos en cada estado, dejando claro en cuáles tienen más opciones de pelear por la victoria y en cuáles no. A partir de ahí, deciden la estrategia a seguir para cada estado, y si poner el foco y el dinero en aquellos estados "ganables" o no. Dean decidió cambiar esto, y planteó que el partido debía luchar por la victoria en todos los estados del país. Así, en 2006, los demócratas recuperaron puestos en el Senado y en la Cámara de Representantes, y en 2008, con una "estrategia 50 estados" renovada para la ocasión, Barack Obama ganó la presidencia de los Estados Unidos.
Los demócratas por tanto no deben cometer el error de seguir espetando que Hillary Clinton obtuvo casi 3 millones más de votos que Donald Trump. Efectivamente es así, pero Trump es el presidente, y es necesario que el partido trabaje para conseguir que solamente gobierne 4 años. Es necesario construir una estrategia que combata las políticas del presidente en todos los foros posibles y hasta la extenuación, y que además el partido se renueve. Solamente así conseguirán el apoyo necesario para ganar las midterms, la única manera en la que pueden cambiar las políticas de la administración Trump y llegar con opciones a las presidenciales de 2020. La primera prueba, sin embargo, ha sido una muestra del refuerzo del aparato, con Tom Perez como nuevo presidente del DNC, sobre la renovación. El tiempo dirá si ha sido un acierto o no.
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