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El vicepresidente no quiere ser insignificante

John Adams, el primer vicepresidente de los Estados Unidos, y posteriormente el segundo presidente, escribió en un libro que el segundo escalafón del Estado era "el cargo más insignificante que el hombre había inventado nunca". Ciertamente, la vicepresidencia de los Estados Unidos parece más un premio de consolación o un cargo estratégico a la hora de conseguir los votos de un estado determinado en las presidenciales que un verdadero puesto de importancia dentro del complicado sistema político de Washington. Por ello, cabe preguntarse para qué sirve la vicepresidencia y si realmente es un puesto influyente o un problema a largo plazo para el que lo ostenta.

La vicepresidencia es una exigencia constitucional para el evento de que el presidente muera antes de su nominación, y para proteger la cadena de mando ante el fallecimiento o dimisión del inquilino del Despacho Oval antes del término de su mandato. Su principal función es la presidencia del Senado, que casi nunca ejerce, delegando en un presidente 'pro tempore' que pertenece al partido mayoritario en el país. En el escalafón, está en una posición privilegiada, sin embargo, en realidad, el vicepresidente es, como se decía en la película "Air Force One", como la reina de Inglaterra, y el carácter simbólico de este cargo ha provocado que sus inquilinos protesten en numerosas ocasiones por su insignificancia política y su poco protagonismo en las decisiones fundamentales de la administración.

Indudablemente, el sistema americano hace más fácil para un vicepresidente alcanzar el poder máximo. Hasta hoy, 14 vicepresidentes han alcanzado la presidencia, el primero John Adams, el último George H.W. Bush. Richard Nixon, 37º presidente de los Estados Unidos, ganó las elecciones ocho años después de dejar la vicepresidencia. John Tyler fue el primer vicepresidente en alcanzar el poder por fallecimiento del presidente, William Henry Harrison. Le sucedieron otros seis, que reemplazaron a sus antecesores durante su mandato. Cuatro de ellos, Andrew Johnson, Chester Arthur, Theodore Roosevelt y Lyndon Johnson, se convirtieron en presidentes tras el asesinato de su antecesor. Solamente uno, Gerald Ford, subió de escalafón por la dimisión de su antecesor.

El vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y uno de sus antecesores, Al Gore, vicepresidente de 1993 a 2001

La vicepresidencia no es sin embargo una plataforma infalible para acceder a la presidencia. Cuatro inquilinos del Number One Observatory Circle, la sede de la vicepresidencia, han sido candidatos en las elecciones y han perdido. John Breckrinbridge, vicepresidente con James Buchanan, perdió las elecciones de 1860 contra Abraham Lincoln. Richard Nixon perdió 100 años después contra John Fitzgerald Kennedy, aunque después logró la presidencia. Hubert Humphrey, vicepresidente de Lyndon Johnson, fue derrotado precisamente por Nixon en 1968. Finalmente, Al Gore, vicepresidente de Bill Clinton, no logró acceder a la presidencia en unas polémicas elecciones en 2000 en las que obtuvo un millón más de votos que George W. Bush, pero perdió en el dudoso recuento de Florida.

No todos los vicepresidentes han sido insignificantes ni han tenido un papel representativo. Garret Hobart, primer vicepresidente de William McKinley, era conocido como el "presidente asistente", y sacó de muchos embrollos al presidente. Su fallecimiento en 1900 le alejó de la vicepresidencia, que fue ocupada por Theodore Roosevelt, quien se convirtió en presidente un año después tras el asesinato de McKinley. De los vicepresidentes recientes, tal vez el más relevante haya sido Al Gore. Gore venía de una familia política americana, y había intentado ser candidato a la presidencia en 1988, siendo derrotado por Michael Dukakis. Como compañero de fórmula de Bill Clinton, el que después sería Nobel de la Paz tuvo un rol fundamental en la administración, y fue un apoyo fundamental para el presidente cuando éste fue sometido al impeachment que a punto estuvo de costarle la presidencia.

En el otro extremo se situaron personas como Spiro Agnew, vicepresidente de Richard Nixon, o Dan Quayle, vicepresidente de George H.W. Bush. Agnew fue uno de los primeros que dimitió por el caso Watergate, a pesar de haber comenzado su mandato teniendo casi más apoyo popular que Nixon. El vicepresidente, de origen griego, perdió muy pronto la confianza del presidente, y las cintas del Despacho Oval revelaron que éste deseaba sustituirle por el ex-gobernador de Texas John Connally, el sucesor designado por Nixon para las elecciones de 1976. En cuanto a Quayle, cometió muchos errores en su vicepresidencia, muchos de ellos absurdos, pese a lo cual fue considerado como un potencial sustituto de Bush en 1992 antes de las elecciones contra Clinton y Gore. Las críticas contra él se centraron en su poco peso político, algo que no consiguió desmentir durante sus 4 años en el poder.

La vicepresidencia es actualmente una de las principales incógnitas cada vez que se comienza una campaña. Los nominados a la presidencia intentan que el elegido aumente sus posibilidades, eligiéndose en muchos casos a personas que pertenecen a estados clave en el recuento final. También se han dado ocasiones en las que el nominado ha sido el principal competidor aparte del nominado en las primarias. Se produjo en 1960, con la nominación de Lyndon Johnson, senador del fundamental estado de Texas, y el principal rival para Kennedy para la candidatura. No ha habido ninguna vicepresidenta hasta el momento, y solamente dos mujeres han sido candidatas a la vicepresidencia: la congresista Geraldine Ferraro, que fue la compañera de fórmula del demócrata Walter Mondale en 1984, y la gobernadora Sarah Palin, junto al republicano John McCain en 2008.

El Number One Observatory Circle, la residencia del vicepresidente; y en primer término, el ex-vicepresidente Al Gore

En las elecciones del próximo 8 de noviembre, se enfrentan dos perfiles muy diferentes de posibles vicepresidentes. Por un lado, el senador por Virginia Tim Kaine, compañero de fórmula de Hillary Clinton en la candidatura de los demócratas. Por el otro, el gobernador de Indiana Mike Pence, al lado de Donald Trump. Kaine representa a uno de los estados con más compromisarios en las elecciones, y en el que las encuestas muestran que los demócratas ganarían por 10 puntos de ventaja. Es un candidato cuyo objetivo es atraer a los votantes más reticentes, principalmente los hombres blancos, y un guiño al colectivo hispano, puesto que es bilingüe en español. Pence, por su parte, pretende asegurar también su estado para los republicanos. Es menos excéntrico que su compañero de fórmula, lo que ha tranquilizado a la ortodoxia republicana, y ya se habla de él como uno de los potenciales candidatos para las elecciones de 2020.

El vicepresidente desde 2009 hasta el próximo 20 de enero es Joe Biden. Biden, que fue senador por Delaware 36 años, intentó en dos ocasiones lograr la nominación demócrata, en 1988 y 2008, y fue elegido como compañera de fórmula por Barack Obama en 2008. Discreto pero profesional, el vicepresidente Biden ha sido una figura clave en la administración Obama, y su habilidad para negociar con los republicanos fue fundamental para acabar con el atasco de alguna de las leyes fundamentales propuesta por el gobierno. Además, fue uno de los primeros en apoyar claramente el matrimonio homosexual, frente a la postura ambigua del presidente. Tras el fallecimiento de su hijo Beau en 2015 por un cáncer cerebral, Biden descartó presentarse a la presidencia en estas elecciones. Joe Biden dejará el poder próximamente siendo uno de los vicepresidentes más populares y queridos de los últimos años.

El próximo 20 de enero, en las escalinatas del Capitolio, el 46º Presidente de los Estados Unidos y el 48º Vicepresidente de los Estados Unidos tomarán posesión de sus cargos. El próximo inquilino del Number One Observatory Circle tendrá un papel fundamental en la administración. Si es Kaine, tendrá que negociar en el Senado y en la Cámara de Representantes las leyes importantes de la administración Clinton. Si es Pence, tendrá que ser un contrapeso a Trump. Sea como sea, el que sea elegido intentará incumplir la profecía de Adams, y convertir su periodo en la vicepresidencia en significativo.

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