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El triunfo de Hollande


François Hollande, Manuel Valls y Anne Hidalgo, en el homenaje a los policías asesinados en los Invalides

Una encuesta realizada la pasada semana mostraba que más de un 85% de los franceses y las francesas apoyan la gestión que el presidente de la República, François Hollande, ha hecho en la crisis tras los atentados de París, y que su paupérrima imagen pública ha subido 5 puntos porcentuales, frenándose de esta manera la imparable bajada desde su acceso a la presidencia. Este clima de opinión favorece también al primer ministro, Manuel Valls, que sube 8 puntos y se vuelve a acercar al 50% de aprobación general. En un momento de extrema debilidad, Francia ha tenido un gobierno que ha estado a la altura de las circunstancias, y que ha dado una lección de gestión de crisis.

El 7 de enero, mientras los cuerpos de los dibujantes de “Charlie Hebdo” seguían tendidos en la sala de juntas de la publicación donde habían sido acribillados sin piedad, François Hollande, junto con el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, llegó al lugar del crimen. Allí, el presidente dijo claramente que se trataba de un atentado terrorista, pero no especuló sobre su autoría. El mecanismo del Estado se ponía en marcha, y mientras el país ya estaba en el nivel de amenaza Vigipirate nivel atentado ordenado por el primer ministro Valls e iniciaba la persecución de los asesinos, los ministros del Interior, de Exteriores, de Justicia, de Cultura y de Defensa se dirigieron a la sede de la presidencia de la República, el parisino palacio de L’Elysée, para reunir a un gabinete de crisis. Después de largas y duras horas para toda Francia, y por televisión en horario de máxima audiencia, Hollande se dirigió a sus conciudadanos y lanzó el mensaje del ‘rassemblement’, la unión de todos en un difícil trance.

En los tensos días que vinieron, el presidente de la República lo fue más que nunca. Recibió a todos los líderes políticos, incluso a su antecesor y adversario político Nicolas Sarkozy, mantuvo firmes las riendas del país mientras se perseguía a los criminales y se apagaban nuevos fuegos que se habían desatado, y sobre todo siguió dando la cara puntualmente en televisión, porque era lo que le tocaba. La manifestación del domingo 11 fue multitudinaria, y Hollande fue el anfitrión de casi todos los principales líderes mundiales. Una vez pasaron los momentos más tensos, el presidente siguió presente en actos clave, como fue el emocionado homenaje a los policías asesinados en el patio de honor del Hôtel National des Invalides. Allí, Hollande no dudó en abrazarse con los familiares de las víctimas, y también con Patrick Pelloux, médico, que fue el primero en llegar a la redacción del “Charlie Hebdo” tras los atentados. El presidente estaba donde le tocaba por su cargo, pero mostró claramente que no es tan malo como algunos señalan.

2014 no fue un buen año para François Hollande, ni en lo político ni en lo personal. En abril, tras la contundente derrota en las elecciones municipales del mes anterior, el popular ministro del Interior, Manuel Valls, sustituyó a Jean-Marc Ayrault como primer ministro del gobierno francés, frenando de esta manera la crisis política. En la citada reforma, entró como ministra la candidata socialista a las elecciones de 2007 y ex – pareja del presidente, Ségolène Royal. El ministro de Industria, Arnaud Montebourg, rival de Hollande en la primaria de 2012, y conocido activista contra la globalización, fue nombrado ministro de Economía, y el alcalde de Dijon, François Rebsamen, un fiel del presidente, recibió por fin su ministerio, el de Trabajo. Se trataba de un gobierno que rompía la paridad inicial, pero que Hollande definió como “de combate”

Antes de aquello, la vida privada del presidente quedó expuesta cuando un medio publicó que mantenía una relación con la actriz Julie Gayet. Esto provocó un doble debate en la opinión pública gala, ante la aparente falta de seguridad del presidente, y sobre la conveniencia de que la vida privada del presidente se airease, si esto no repercutía en su capacidad de gestión. La opinión general fue que la vida personal y la vida privada estaban completamente separadas, y había que respetar esta diferenciación. Su entonces pareja, la periodista Valérie Trierweiler, se vengó de él publicando un polémico libro llamado “Merci pour ce moment”, en que exponía todos los trapos sucios de su relación con él, y en el que decía que supuestamente se burlaba de los pobres llamándoles “desdentados”. Esto provocó una auténtica crisis a bordo, puesto que el libro fue récord de ventas, aunque algunas librerías se negaron a venderlo porque no estaban de acuerdo. Una céntrica librería parisina colocó en su puerta un cartel que decía que no tenían el libro de Trierweiler, pero que sí tenían libros de autores franceses como Víctor Hugo, Balzac o Montaigne. 

La pésima situación económica forzó que el gobierno de Valls realizase duros recortes, y que hubiese una rebelión dentro del gobierno por parte de los ministros más a la izquierda, que exigieron una rectificación de las políticas de austeridad. El primer ministro, de talante duro y despiadado con quien le critica, dio un golpe encima de la mesa del presidente Hollande: o él o los ministros “rebeldes”. El presidente, convertido en un títere de su jefe de gobierno, decidió hacerle caso, y un nuevo ejecutivo se formó sin los ministros críticos. Arnaud Montebourg, Benoît Hamon y Aurélie Filipetti salieron del gobierno. En el ministerio de Economía, se produjo un giro copernicano: de un ministro antiglobalización, se pasó a un ministro banquero, Emmanuel Macron, que no tendría tantos reparos a la hora de realizar recortes. Este giro a las políticas económicas conservadoras había provocado que un grupo de diputados socialistas se organizaran en contra de ellas, una rebelión que la prensa denominó “La Fronde”, en recuerdo a una rebelión en los primeros años de reinado de Luis XIV.

La situación quedó reducida a un enfrentamiento entre Manuel Valls y los diputados críticos con François Hollande como testigo mudo, y un cuestionamiento de lo que debía ser el PS, frente al crecimiento del Frente Nacional de Marine le Pen, el regreso de Sarkozy a la presidencia de la UMP, y el descenso socialista en las encuestas. Sin embargo, esta desafortunada situación puede suponer una bombona de oxígeno político para el presidente Hollande. Su buena actuación en esta crisis también se ha extendido a dos personas más, el primer ministro Manuel Valls, visto por muchos como el sucesor natural de Hollande y como el candidato socialista a la presidencia en 2017, y el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, un perfecto desconocido para la opinión pública internacional, pero que ha realizado una gestión competente de la situación como responsable de seguridad del país, y que podría tener más peso político posterior.

Durante el debate presidencial de 2012, Sarkozy advirtió a Hollande de que si era presidente de la República, lo tendría que ser de todos los franceses, de los que le habían votado, pero también de los que no lo habían hecho. En la crisis posterior a los atentados, dos años y medio después de su elección, François Hollande ha sido capaz de hacerlo, y de llamar a la unión nacional lejos de intereses políticos. A partir de ahora, y teniendo en cuenta que este perfil es bastante exitoso, el presidente tendrá que trabajar para darle la vuelta a su gestión. Estos días ha demostrado que es capaz de cambiar, está por ver que este cambio sea permanente. Es lo deseable para la estabilidad del país.

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Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.

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