28 años antes de que el
terrorismo islámico convirtiese el 11 de septiembre en una fecha de recuerdo y
de repulsa internacional, otro 11 de septiembre, a unos países de distancia,
pero gestado en el mismo país, aunque no en la misma ciudad. Pocas mañanas
fueron más frenéticas y conocidas como aquella en Santiago de Chile, con el
golpe de Estado militar que había sido organizado por el gobierno
norteamericano y que había contado con la entusiasta colaboración de medios de
comunicación, de una parte de la sociedad, y de los rivales políticos del
gobierno, que hundió al país en una tiranía que no terminaría hasta casi 20
años después.
El doctor Salvador Allende
Gossens era militante del Partido Socialista de toda la vida, y que tras ser
derrotado en tres elecciones presidenciales seguidas, consiguió en 1970 una
victoria increíble por apenas un punto contra el ex - presidente Jorge
Alessandri y por un poco más de ventaja contra el candidato demócrata
cristiano. Allende era el primer líder abiertamente marxista elegido
democráticamente en todo el mundo, y esto era histórico. Más teniendo en cuenta
el entorno de Guerra Fría en el que estaba el mundo, y con Richard Nixon, un
conservador furibundo, en la Casa Blanca.
La presidencia de Allende tuvo
como principal eje una serie de reformas estatales, principalmente
nacionalizaciones, aunque tuvo que hacer frente desde el primer momento a una
feroz oposición política y social y además a una sobrevenida crisis económica.
La política chilena entró en una enorme inestabilidad, y el gobierno era
prisionero de sí mismo. El apoyo popular que tenía Allende, un viejo socialista
sin ataduras pasadas, fue reduciéndose hasta llegar al 49% en su último año de
presidencia.
A Nixon y a su secretario de
Estado, Henry Kissinger, les molestaba sobremanera Salvador Allende, su
gobierno, sus reformas y su talante progresista, y jamás intentaron facilitar
la situación. Es más, en el lapso de tiempo entre la victoria presidencial de
la Unidad Popular y la toma de posesión de Allende, Nixon ordenó a la CIA
impedir la toma de posesión de Allende, fracasando estrepitosamente. Sin embargo,
a medida que fue avanzando la presidencia del cirujano, la crispación fue
aumentando, y en 1973, Nixon dio la orden de forzar un golpe de Estado para
acabar con el presidente e instaurar un nuevo régimen, como parte de la
Operación Cóndor, que se dedicó a destronar presidentes democráticos y
patrocinar dictaduras en el Cono Sur en plena Guerra Fría.
El verano de 1973 estuvo lleno de
tensión en Chile, con continuas defecciones militares de oficiales teóricamente
leales al gobierno pero que se iban uniendo a la oposición que preparaba el
golpe, y con la tensión añadida por la CIA, que ya trabajaba sobre el terreno. La
economía chilena estaba en quiebra, y Allende decidió hacer una reforma
constitucional que introdujese medidas que la estabilizasen. Dicha medida fue
criticada por todos, y no fue hasta el 10 de septiembre cuando Allende no logró
un apoyo de sus aliados políticos para llevar a cabo la reforma. Era, sin
embargo, demasiado tarde para él.
El Ejército era cada vez menos
leal a Allende. Ya a finales de junio, había habido un intento golpista, el
llamado tanquetazo, que había sido reprimido por el jefe de las Fuerzas Armadas
Carlos Prats. Sin embargo, el 10 de septiembre de 1973, el golpe ya estaba en
marcha. Empezó en la ciudad de Valparaíso, en el centro de Chile, y pronto se
extendió. El 11 de septiembre, Salvador Allende se dirigió al Palacio de La
Moneda, sede de la presidencia, probablemente sabiendo que iba a morir ese día,
y sabiendo que su jefe del Estado Mayor, Augusto Pinochet, le había traicionado
como otros tantos.
Todo fue muy rápido aquel día.
Hacia las 8 de la mañana, los golpistas comunicaron en una radio aliada sus
intenciones, y exhortaron a Allende a dimitir bajo amenaza de bombardear La
Moneda a las 11 de la mañana si no lo había hecho. Allende, como no podía ser
de otra manera, dijo que él no dimitía, y que se quedaría a defender La Moneda
con su vida si era necesario. Una hora antes de que se cumpliese el ultimátum dado por los golpistas, Salvador Allende pronunció su último discurso, emotivo, en que reafirmaba los objetivos de su gobierno y lanzaba un mensaje de esperanza a su país ante lo que se les venía encima. "Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo
abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para
construir una sociedad mejor" dijo Allende dirigiéndose a los trabajadores de Chile.
Cuando el bombardeo empezó, Salvador Allende dio orden a los que estaban con él de rendirse. Fue en esos momentos de extrema tensión cuando se tomó la fotografía que ilustra esta entrada de blog, la última fotografía del presidente. Sorprende la tranquilidad que se percibe en su rostro. Como si aceptase su destino. Todos los testimonios de las personas que estuvieron con Allende en La Moneda aquel día coinciden en señalar la calma demostrada por el mandatario en todo momento. El director chileno Miguel Littín, que ha hecho una película sobre el golpe, decía que Allende, en su última mañana, -“bromeó, tomó decisiones, se
despidió, recordó pasajes de su historia y dejó el legado de su discurso
desde La Moneda”. Salvador Allende Gossens murió en La Moneda. Prefirió suicidarse con un rifle que le había regalado Fidel Castro. A partir de entonces, y hasta 1989, el país estuvo envuelto en una dictadura militar que reprimió toda oposición, que fue una de las más sangrientas de toda América Latina, y que borró toda referencia a Allende.
Frente a los que pretenden rehacer la historia, y a los cuales parece no importar que los Estados Unidos sigan teniendo la mano en el botón de todo un continente, frente a los que pretenden pisotear el mandato de las urnas para volver a imponer reformas liberales duras y friedmanitas, se alza majestuoso el inmortal ejemplo de Salvador Allende, un hombre bueno, con valores férreos, que dio su vida por la democracia y que nunca se rindió ni renunció a defender lo que para él era justo. Un ejemplo que trasciende los tiempos y las generaciones y que siempre seguirá vivo mientras alguien lo recuerde.
La canción "Yo pisaré las calles nuevamente", escrita por el cubano Pablo Milanés en homenaje a Salvador Allende
ABOUTME
Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.
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