El fenómeno Trump es absolutamente increíble, e imprevisible, y más teniendo en cuenta que éste es uno de los mejores momentos del Partido Republicano en cuanto a poder se refiere. La victoria en las pasadas 'midterm' permitieron a los conservadores mantener el control de la Cámara de Representantes y ganar el del Senado, e hicieron del presidente Barack Obama su rehén político, en el famoso "síndrome del pato cojo" que suele acompañar a los presidentes en los últimos dos años de mandato. Los republicanos parecían afilar colmillos ante las presidenciales, y estaban en una situación inmejorable para que uno de los miembros del partido de más poder pudiera ser el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Sin embargo, la falta de un candidato claro y el aumento de la antipolítica en todo el mundo por motivo de la crisis económica han alzado a Donald Trump a la primera posición en las encuestas, para sonrojo de otros candidatos más teóricamente preparados que han quedado reducidos a la mínima expresión en este comienzo de precampaña electoral republicano.
Uno de los hechos que más ha importado a la hora de disparar las expectativas electorales de Donald Trump es que es exactamente lo contrario del presidente Barack Obama, en todos los aspectos. Frente al estilo dialogante y cercano del actual presidente, Trump muestra siempre un tono inflamado en sus actos. Los orígenes políticos también son diferentes. Obama tuvo que trabajarse cada paso que dio en la política y en la vida en general, pero Trump no ha tenido que hacer esto. Tras amagar con presentarse a tres elecciones presidenciales y a dos de gobernador de Nueva York, decidió por fin dar el paso este verano, de la mano del Partido Republicano y de su ala más conservadora. El principal problema para la declaración y mantenimiento en el tiempo de una candidatura, en Estados Unidos y en todo el mundo, es el financiero, pero ése no es precisamente el problema en el caso de este hombre, que según datos de Forbes tiene una fortuna que asciende a 4'5 billones de dólares. Antes de que anunciase su candidatura, los favoritos eran otros, pero las encuestas cambiaron a su entrada en la carrera.
A partir de entonces, empezó una nueva elección, con Trump como el rival a batir. El principal problema para ello era que el nuevo e inesperado favorito no era un candidato al uso, y por tanto era mucho más dificil poder doblegarle con los medios tradicionales de hacer política. Su estilo desvergonzado y demagógico atrajo a mucha gente desencantada de ambos lados de la política norteamericana, convencidos de que podían conseguir algo mejor para su futuro. El resto de candidatos se equivocó enormemente al entender que la irrupción de Trump era una moda pasajera, algo que se desmintió al pasar las semanas. El candidato fue anunciando medidas estrellas tales como la construcción de un muro en la frontera entre Estados Unidos y México que pagara este último país, y empezó a convertirse en uno de los aspirantes serios. Todas las encuestas hablaban al unísono, y en todos los actos de Trump, los asistentes afirmaban que éste les había devuelto la ilusión. Casi medio año después de entrar en la batalla presidencial, el magnate neoyorquino sigue con sus opciones intactas, y esto es más de lo que nadie hubiera pensado.
Por tanto, cabe preguntarse hasta dónde pueden llegar Donald Trump y su campaña. ¿A la nominación republicana? ¿Podrá ser Trump el 45º presidente de los Estados Unidos? Indudablemente, su candidatura ya está siendo vista con mucho respeto por los mandamases republicanos que anteriormente, pero nadie sabe predecir si se le está acabando ya el fuelle. En todo caso, no sería el primer político en usar el descontento popular para llegar al poder. Los casos de Beppe Grillo en Italia y Jimmy Morales en Guatemala lo atestiguan. Ya no hace falta ser un político tradicional para llegar al poder. Sin embargo, frente a la indignación de unos y la relajación de otros, no es descabellado afirmar que la candidatura de Trump tiene un propósito diferente que el de lograr la nominación: desviar la atención. Con su estilo y su desparpajo en los debates, reduciendo a cenizas a los demás candidatos, ha ilusionado a muchos, pero sobre todo ha permitido a los demócratas instalarse en la tranquilidad, convencidos de que el magnate inmobiliario será el candidato rival, fácilmente derrotable en unas presidenciales. Pero hay cada vez más indicios de que los tiros van por otro lado, y que un candidato más deseable y presentable podría estar preparándose para aprovechar el impulso de Trump en el momento definitivo y lograr la nominación.
Dentro de los candidatos clásicos del Partido Republicano, está emergiendo con fuerza desde el pasado debate el senador por Florida Marco Rubio. Rubio es hispano, sus padres son cubanos, y su mentor fue Jeb Bush, también candidato a estas elecciones. Además, tiene el apoyo de los principales 'lobbys' conservadores del país, además del Tea Party, que le llevó a conseguir su actual escaño en el Senado en 2010. Mientras Trump y Carson polarizaban el debate, Rubio apareció como un candidato fiable con posibilidades de lograr la nominación y la presidencia. Muchos republicanos no perderán la oportunidad de colgarse la medalla de la diversidad a la hora de nominarle, pero no deja de ser cierto que tanto el senador Rubio como el otro hispano de las primarias republicanas, el senador Ted Cruz, de Texas, son tremendamente duros con la inmigración en Estados Unidos, lo cual no deja de ser paradójico. Las últimas encuestas muestran que, aparte de Trump y Carson, Marco Rubio y Ted Cruz están ya entre los favoritos. Cada vez más lejos de la cabeza queda Jeb Bush, hijo y hermano de presidentes, que aspira en estas elecciones a superar el récord de las familias Adams, Harrison y Roosevelt de dos presidentes por familia.
Donald Trump dijo en una ocasión que, si no era el nominado republicano, se presentaría como independiente. Sin embargo, la única forma de pararle, de conseguir derrotarle, es no entrar en su juego, en sus provocaciones, en su show. Hasta ahora, ha sido él quien ha controlado el mensaje, y todos los torpes intentos de personas dentro y fuera de su partido han sido en vano. Pero en cuanto deje de tomársele como una novedad, en cuanto deje de prestársele la desmesurada atención mediática que se le ha prestado, en cuanto pase a ser un candidato más dentro del maremagnum de candidatos republicanos, gran parte de la fuerza que le ha llevado a liderar sin rival aparente las encuestas desde junio desaparecerá. Si los demás candidatos republicanos quieren derrotar a Trump, tienen que presentar sus propuestas, y no enfrentarse con él, porque ése es su terreno, y él es experto en ello. Habrá que estar muy atento en los próximos meses a cómo se desarrollan las primarias. Tal y como están las cosas, si hoy se decidiese la nominación presidencial republicana, ésta sería para Donald Trump o para Ben Carson. Sin embargo, no hay que perder de vista que las primarias todavía no han empezado. La primera cita es en Iowa el 1 de febrero de 2016. Entonces se verá si Trump era realmente una "liebre" o el candidato del cambio en Estados Unidos.
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