La victoria de Mauricio Macri en estas elecciones supone tres grandes rupturas. La primera es la ruptura del pueblo argentino con el kirchnerismo, la tendencia más progresista del clásico peronismo que lleva gobernando en Argentina ininterrumpidamente desde 2003. El Frente para la Victoria no acometió para estas elecciones una profunda reforma, y si bien el candidato Scioli, que había sido vicepresidente con Néstor Kirchner de 2003 a 2007, no era cercano a la presidenta Cristina Fernández, no les ha valido para retener el poder.
Mauricio Macri rompe también con su victoria el bipartidismo clásico que lleva reinando en el país desde hace décadas. Hasta ahora, los presidentes han pertenecido a dos grandes tendencias políticas: la peronista, que ha gobernado con mano de hierro el país desde el general Perón hasta Néstor Kirchner pasando por Carlos Menem; y la radical, cuyos mayores representantes fueron Raúl Alfonsín, el primer presidente tras la dictadura, y Fernando de la Rúa, presidente durante la etapa del corralito y al que se conoce por salir huyendo en helicóptero del país durante las protestas. Es ésta una gran oportunidad, ya que llega al poder un presidente claramente conservador, a pesar del carácter socialdemócrata de algunos de los partidos de la coalición que le ha llevado al poder. Será el primer líder conservador no peronista legítimamente elegido desde Ramón Castillo, presidente argentino de 1942 a 1943.
Finalmente, supone una ruptura final con la forma en que la política iberoamericana se ha desarrollado en los últimos años. Los presidentes elegidos en los países del Mercosur en la última década han sido en su mayoría miembros de la izquierda política, con varias excepciones, como la de Sebastián Piñera en Chile, o la de Álvaro Uribe y José Manuel Santos en Colombia. El movimiento parece estar tomando fuerza, ya que en Perú la candidata Keiko Fujimori, conservadora, parte en todas las encuestas como favorita. Cambiará sin duda la postura de Argentina respecto a Venezuela. Néstor Kirchner apoyó de forma entusiasta a Hugo Chávez durante su presidencia, y su esposa fue bastante tibia al respecto, pero siguió del lado del régimen bolivariano. Sin embargo, y como es lógico, Mauricio Macri ha prometido romper relaciones con Venezuela y promover una condena por parte del Mercosur por todo lo que ocurre en ese país. Este aspecto puede ser muy importantes, ya que América del Sur parece estar girando de nuevo a la derecha, esta vez de forma democrática.
No deja de ser interesante observar en este punto los resultados de las últimas elecciones presidenciales de 2011. Entonces, la presidenta Kirchner logró una apabullante victoria en primera vuelta por el 54'11% de los votos, con una ventaja de casi 40 puntos sobre su rival. En estas elecciones, el kirchnerismo ha descendido al 37% de los votos en primera vuelta y al 48'60% en segunda vuelta. En 2011, Cristina Fernández de Kirchner ganó por cuatro razones claves: un saldo positivo de su primera legislatura, relativamente tranquila y exitosa; la implicación ciudadana con el movimiento kirchnerista, gracias al cual se había remontado tras la crisis económica de 2001; la desmovilización de la oposición, que no pudo unirse contra la presidenta; y la solidaridad del pueblo argentino con su presidenta tras quedarse viuda. El súbito fallecimiento de Néstor Kirchner en 2010 provocó una ola de simpatía del pueblo argentino con su máxima mandataria, y terminó de apuntalar la victoria en las presidenciales de 2011 para el tándem formado por la presidenta y por el ministro de Economía Amado Boudou.
Sin embargo, la segunda legislatura de CFK ha sido completamente diferente, y ha carecido del aparente control de la primera. El fallecimiento de su marido dejó a la presidenta no solamente sin su compañero de muchos años, sino sin el auténtico cerebro detrás de su gobierno. El partido se le descontroló, y empezaron a sucederse las defecciones y escisiones en el Frente para la Victoria. La oposición empezó a organizarse, tanto desde el punto de vista político, mediático y judicial, y el kirchnerismo fue consciente pronto de que empezaba su canto del cisne. La presidenta empezó a sufrir variados problemas de salud que forzaron su sustitución provisional por el vicepresidente Boudou, que a su vez pasaba por momentos difíciles, por su imputación en diversos casos de corrupción. A los problemas de salud de Cristina se sumó la presión del Grupo Clarín, uno de sus principales enemigos, y el caso del fiscal Alberto Nisman, que provocó encendidas reacciones en contra de la presidenta Kirchner. Ante la opinión pública interna y externa, CFK apareció como una mala gobernante, obsesionada con su imagen y que banalizaba el ejercicio de la presidencia. Por ello, y tras un tímido intento de reformar la Constitución para poder presentarse a una tercera presidencia, la presidenta tuvo que aceptar a Daniel Scioli como candidato a sucederla. Ella prefería a su ministro del Interior, Florencio Randazzo, más leal y que no querría borrar las huellas del kirchnerismo, sin embargo, el partido le impuso a Scioli, y ella hizo entusiasta campaña por él hasta el final.
Del nuevo presidente se han dicho ya muchas cosas. Llega al poder con un trabajo impecable al frente de la capital, y da la imagen de gestor serio y confiable pero a la vez cercano. Su indudable atractivo físico, acentuado tras quitarse el bigote hace unos años, ha jugado a su favor en estas elecciones. El principal logro de Mauricio Macri previamente a acceder a la política fue el de la presidencia de Boca Juniors, uno de los dos históricos equipos argentinos, al que condujo durante su mandato a fantásticos triunfos deportivos y al que regresaron muchas de las estrellas expatriadas. Macri tuvo la inteligencia de hacerse famoso y querido como mandatario deportivo antes de entrar en política, y esto ha sido también importante. Su triunfo ha sido saludado por políticos de muy diverso origen ideológico. El origen ideológico de las personas que le han llevado al poder es muy variada, y que en este caso se han unido para hacerle presidente.
La victoria de Mauricio Macri solamente puede entenderse a partir del hartazgo generado tras 12 años de kirchnerismo, y sobre todo de los últimos 4. El pueblo argentino pedía en su mayoría un cambio en estas elecciones, y la alternativa presentada por Cambiemos ha sido ganar. Sin embargo, no hay que llamarse a engaño ante la procedencia ideológica del nuevo presidente. Mauricio Macri es hijo del empresario Franco Macri, que hizo su fortuna al frente del Grupo Macri con la connivencia del régimen militar argentino. La posición de Macri hijo al respecto del régimen durante todos estos años ha sido poco clara con respecto a esta dictadura, y en su discurso de victoria, hablaba de que no era el momento para las revanchas ni para las venganzas, algo que muchos entienden como una concesión a los que piden que los responsables del régimen puedan salir de prisión. El diario "La Nación", conservador, no ha disimulado en lo absoluto, y ha solicitado en un editorial que, con motivo de la llegada de un nuevo gobierno, se libere a todos los militares presos por delitos de lesa humanidad. El presidente electo Macri debe aclarar de forma inequívoca su posición con la dictadura, para que nadie pueda especular con quién va.
Acabadas las fiestas, Mauricio Macri y su equipo tienen ante sí una labor titánica y sin precedentes en la historia reciente de Argentina. De acuerdo a los resultados obtenidos en primera vuelta, queda claro que el peronismo sigue muy vivo en el país, y no se puede gobernar de espaldas a esta realidad. Las principales reformas que cabe esperarse en el medio plazo son de carácter económico. El presidente tiene toda legitimidad para aplicar las que considere necesarias, pero estas políticas deben ser para todos. La pelota está en su tejado, y ahora es el momento de demostrar, en nombre de todos los argentinos a los que representará a partir de dentro de unas semanas, que es capaz de mantener su gran éxito en todo lo que ha gestionado en la presidencia argentina.
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