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Hollande y Montebourg, a por el premio envenenado

En el momento en que Los Republicanos, el principal partido de la oposición francesa, se prepara para la elección interna de la que, según todos los sondeos saldrá el próximo presidente de la República, el gobernante Partido Socialista (PS) se encuentra en una importante encrucijada para la elección de su candidato o candidata a unas presidenciales que tiene prácticamente perdidas desde el primer momento. La situación es impredecible, y la izquierda gala se enfrenta a la disyuntiva de volver a elegir como candidato a François Hollande u optar por otro candidato, aun a costa de quemarle para el futuro.

La elección del candidato para las presidenciales de 2017 se había convertido en un tema tabú a medida que la popularidad del presidente fue descendiendo. Sin embargo, a lo largo de este año, muchos socialistas fueron solicitando la celebración de primarias abiertas para que esta decisión no fuese únicamente realizada por el partido. Dichas primarias fueron finalmente convocadas, y se celebrarán en el mes de enero. La campaña, sin embargo, ya ha comenzado, con un buen número de candidatos.

El partido se presenta a estas primarias dividido entre dos posiciones. Por una parte, los que entienden que debe cambiarse de candidato, y presentar a una persona que pueda movilizar a la izquierda que se ha ido alejando del PS en estos últimos años y disputar seriamente la entrada en la segunda vuelta de las elecciones. El candidato de este sector es el ex-ministro de Economía Arnaud Montebourg, uno de los principales críticos con Hollande. Por otra parte, hay un sector que defiende que debe ser François Hollande el candidato, por tradición, por moderación, por experiencia, y porque entienden que incluso podría dar la sorpresa y lograr un buen resultado. La candidatura socialista sigue siendo un premio, pero hoy parece estar envenenado, pues el elegido llevará al PS a una derrota casi segura y tendrá que pagar los platos rotos.

El ex-ministro de Economía de Francia Arnaud Montebourg y el presidente de la República Francesa François Hollande

La base de la posible candidatura de Hollande, que se daba por imposible hace unos meses, es la seguridad y la amenaza terrorista. Los atentados de enero y noviembre de 2015, los más mortíferos de la historia de Francia, trajeron consigo un cambio de la percepción popular de su presidencia. Hollande asumió en todo momento el mando del país, y se presentó como un líder fuerte y fiable que estaba en disposición de proteger al país de las agresiones. Nunca Hollande ha sido más valorado que tras los atentados. Precisamente ese tema, la seguridad, fue la base de una conferencia reciente del presidente que se entiende como el pistoletazo de salida informal de su campaña. El antiterrorismo será sin duda un tema crucial en la agenda electoral, y Hollande defendió que él tiene experiencia en la gestión del terrorismo.

Las encuestas más recientes avalan esta estrategia de Hollande, que derrotaría a Montebourg en primera vuelta, aunque en segunda vuelta Montebourg tiene ventaja. Sin embargo, el presidente tiene tan sólo el apoyo de un sector reducido de su partido, y únicamente los miembros de su gobierno y algunos fieles están con él de manera incondicional. La Fronde, la oposición interna a la que Hollande se enfrenta en el Parlamento, y su impopularidad entre sus conciudadanos, corren en su contra, y no es descartable que finalmente el actual inquilino del Elíseo tenga que hacerse a un lado y no presentarse a su reelección.

En este caso, el sector del partido que actualmente apoya al presidente tiene previstos dos candidatos de reserva. Uno es el primer ministro, Manuel Valls, visto por muchos como el sucesor natural de Hollande. La otra es la popular ministra de Educación Najat Vallaud- Belkacem. Valls tenía una enorme popularidad antes de acceder a la jefatura del gobierno, pero la ha dilapidado, y su perfil presidencial está en discusión, en parte por su polémica línea ideológica, lejos de la izquierda tradicional. Por su parte, Vallaud- Belkacem ha sido la ministra revelación de todos los gobiernos de Hollande, y podría apelar a la juventud desencantada si finalmente es la elegida.

Desde el comienzo de su presidencia, François Hollande ha ido perdiendo aliados, muchos de los cuales le quieren quitar de en medio. Montebourg es un ejemplo de esto. Fue elegido ministro de Industria en el primer gobierno del presidente, y posteriormente fue ascendido a ministro de Economía cuando Valls se convirtió en primer ministro. Duró cuatro meses, dimitiendo por su desacuerdo con la nueva línea ideológica del gobierno, y pasó a las filas disidentes socialistas. Hoy, este político antiglobalización que revolucionó las primarias de 2011 sueña con ser el nominado y poder aportar algo de izquierda en el maremágnum conservador que parece cernirse sobre Francia, aunque su candidatura puede llegar demasiado pronto. La segura derrota del PS puede provocar que Montebourg se convierta en un cadáver político si es el candidato, y cerrarle las puertas a un posible liderazgo futuro.

Un caso aparte es el de dos antiguos ministros del gobierno de Hollande que lo han dejado hace poco, y que podrían aspirar a la presidencia. El primero es Emmanuel Macron, responsable económico del gobierno, y que se autodefine como socio-liberal, lo que le ha valido comparaciones con Albert Rivera. Macron se dio de baja del PS y fundó un partido llamado En Marcha. Las encuestas muestran que Macron tendría mucho apoyo, y que podría incluso llegar al 20% de los votos, pero fuera de las primarias socialistas. La segunda es Christiane Taubira, antigua ministra de Justicia que promovió las leyes más progresistas del gobierno, y a la que muchos le piden que se presente, defendiendo valores progresistas. Sin embargo, su candidatura es improbable.


2012 parece un sueño lejano para unos socialistas que no ven el momento de dejar el poder, sometidos a una presión asfixiante por todos los lados, y con una serie de problemas internos en sus fuerzas que no cesan. Hace 4 años, la izquierda francesa se subió al caballo de la impopularidad de Nicolas Sarkozy, figura polarizante donde las haya, para devolver a uno de los suyos al Elíseo 17 años después de la salida de François Mitterrand del poder. Sin embargo, los buenos deseos con los que comenzó la presidencia pronto se diluyeron, y ésta se ha convertido en una pesadilla para todos.

Estas primarias tienen la dificultad añadida de que el candidato o candidata tendrá que presentarse ante el electorado defendiendo a un PS que no ha provocado más que desencanto y decepción entre la ciudadanía. Ideológicamente, la presidencia de Hollande se ha caracterizado por el abandono de las posturas progresistas que marcaron el mandato de Mitterrand, y por el aumento de la influencia de figuras moderadas como Valls o Macron. Se han aprobado leyes como la del matrimonio homosexual que se adscriben a la izquierda clásica, pero otras, como la reforma laboral o la llamada ley Macron, que liberalizaba la economía, han certificado la ruptura entre los socialistas y sus socios tradicionales, incluidos los sindicatos, que ya han realizado un número elevado de huelgas generales en protesta por estas medidas. El cabeza de lista socialista tendrá que cargar con todo esto en 2017.

Podría, sin embargo, haber una carambola que salvase a los socialistas y que hoy por hoy es casi imposible. A pesar de las encuestas que colocan al alcalde de Burdeos Alain Juppé por delante en las encuestas de las primarias conservadoras, el antiguo presidente de la República Nicolas Sarkozy está ganando terreno, y es predecible que consiga la nominación. Sin embargo, el tono utilizado por Sarkozy se parece mucho al de la auténtica favorita de estas elecciones, la populista Marine le Pen, y se aleja del caladero de la moderación clásica. Por ello, podría darse el caso en que Le Pen y Sarkozy se peleasen por los mismos votos, y el candidato socialista, previsiblemente Hollande, pudiera ganar terreno y clasificarse para la segunda vuelta. Es algo poco probable, pero Hollande todavía podría seguir como presidente 5 años más.

Las elecciones presidenciales de 2002 han sido hasta ahora el momento más bajo del socialismo francés reciente. Entonces, cuando la obsesión por la seguridad se impuso, Jean-Marie le Pen, líder del Frente Nacional, se clasificó contra todo pronóstico a segunda vuelta, eliminando al socialista Lionel Jospin. El líder del PS entonces era François Hollande. 2017 se presenta como un nuevo desastre para los progresistas galos, del que tardarán más en recuperarse, y más con la división existente en sus filas. Francia parece dirigirse irremisiblemente a cinco años de una presidencia muy conservadora, en la que la sombra de una salida de la UE al modo de Reino Unido empieza a planear sobre el país, en gran parte debido a la mala gestión socialista. La izquierda se juega en estas elecciones su supervivencia a medio plazo. No van a ganar, pero deben hacerlo lo mejor posible. Solamente así salvarán la cara.

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Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.

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