El próximo 12 de septiembre, se conocerán los resultados del congreso extraordinario que el Partido Laborista británico, principal fuerza de oposición en el Reino Unido, convocó para sustituir a su líder, Ed Miliband, quien dimitió tras la derrota presidencial frente a David Cameron. La votación empezó el pasado 14 de agosto, y se cerrará el día 10 de septiembre. No habrá, como en 2010, doble vuelta, y quien gane el 12 de septiembre se convertirá en el nuevo líder laborista. El partido, uno de los más viejos de toda Europa, se enfrenta en esta carrera interna al reto de su supervivencia, tras la doble derrota electoral, en 2010 y 2015, contra un David Cameron que, aunque tiene carisma, no es Margaret Thatcher, legendaria y dura primera ministra británica que sumió a los laboristas en la absoluta falta de importancia durante sus años de mandato. Tendrán que decidir entre continuar con la estrategia del "New Labour", movimiento que condujo a Tony Blair a la victoria en 1997, o romper con el pasado y volver a las esencias.
Del lado del "New Labour", una invención de Blair y sus colaboradores, entre ellos el famoso sociólogo Anthony Giddens, se presentan dos candidatos. El principal favorito dentro de ese sector del partido, el mayoritario desde hace aproximadamente 20 años, es Andy Burnham, de 45 años. Burnham formó parte del gobierno de Gordon Brown, y compitió en la primaria interna de 2010 por sustituirle. Tras la victoria de Ed Miliband en segunda vuelta, se convirtió en secretario de Estado de Educación en la sombra, y posteriormente en secretario de Estado de Sanidad en la sombra, cargo que mantiene. Los laboristas hicieron bandera de la defensa de la sanidad pública durante la última campaña electoral, y Burnham fue el arquitecto de esta estrategia. Son muchas las similitudes con Tony Blair, principalmente por su juventud y por su atractivo físico. Asimismo, Burnham ha insistido en la necesidad de que el partido siga girando hacia el centro y abandone las políticas a la izquierda tradicionales, algo que Blair ya afirmó a su llegada al frente del Partido Laborista.
También dentro del "New Labour" se presenta una candidata, Yvette Cooper, integrante como Burnham tanto del último gobierno de Brown como del gobierno en la sombra de Miliband. Cooper está casada con Ed Balls, la mano derecha de Ed Miliband, y candidato a las elecciones primarias del partido en 2010. Balls aspiraba a convertirse en el secretario del Tesoro a partir de las elecciones, sin embargo, su derrota fue doble, ya que ni los laboristas formaron gobierno ni él mantuvo su puesto en la Cámara de los Comunes, algo que, entre otras cosas, le impidió apoyar a su esposa como candidata. A Cooper le adorna el apoyo del ex- primer ministro Gordon Brown, figura en alza dentro del laborismo por su actuación en el referéndum escocés. A pesar de sus pocas opciones de cara a la victoria final, Cooper tira de las encuestas que señalan que ella es percibida como la candidata que mejor primera ministra sería, y defiende que los laboristas gasten poco dinero en el gobierno.
La elección parecía clara para una victoria sin paliativos de Andy Burnham, y así lo mostraban las encuestas. Pero de pronto, apareció un candidato completamente diferente y saltó la banca. Se trataba de Jeremy Corbyn, miembro del Parlamento desde 1984, de 66 años. Corbyn se aleja completamente de la nueva ortodoxia laborista, es un viejo candidato de izquierdas, harto del "New Labour" y de que su partido haya abandonado la izquierda por intereses meramente electoralistas. Corbyn no ha sido ministro, y se mostró muy crítico durante toda la trayectoria de Blair y Brown en el gobierno. Le costó mucho lograr los apoyos necesarios para ser nominado, pero finalmente los logró, y entró como un elefante en una cacharrería en una campaña que parecía poco disputada.
Pronto Corbyn empezó a ilusionar a todos con sus propuestas. El joven Owen Jones, un escritor y columnista de izquierdas que se ha hecho muy popular en los últimos años por sus artículos pidiendo al Partido Laborista que volviera a sus orígenes, pronto apoyó a Corbyn, escribiendo en "The Guardian" que la razón por la que éste era tan popular era porque ofrecía una coherente, inspiradora y crucialmente una esperanzadora visión. Además del apoyo de Jones, Corbyn ha cosechado apoyos muy variados, desde los cantantes Billy Bragg y Russell Brand hasta el ex- alcalde de Londres Ken Livingstone, pasando por el secretario general de Podemos Pablo Iglesias o el candidato a las primarias demócratas a la presidencia de los Estados Unidos el senador Bernie Sanders. Corbyn ha propuesto, entre otras cosas, la salida de Gran Bretaña de la OTAN y pedir perdón públicamente por el apoyo laborista a la guerra de Irak, considerado por muchos laboristas un error imperdonable que hipotecó al partido en las últimas dos elecciones.
Las elecciones cambiaron completamente, y Jeremy Corbyn, aparecido como "dark horse", candidato inesperado, empezó a superar ampliamente a Andy Burnham, el "frontrunner" teórico, en las encuestas de opinión. Algo empezó a moverse entre las bases laboristas para conseguir la victoria de Corbyn, y ello provocó una reacción furibunda de la ortodoxia del partido, que cargó con todas sus fuerzas contra el candidato. Los dos últimos primeros ministros, Tony Blair y Gordon Brown; Jack Straw, ministro de Justicia, Interior y Exteriores con Blair y Brown; David Miliband, hermano del primer secretario dimisionario y ex- ministro; y Alastair Campbell, jefe de prensa de Blair durante su mandato, se mostraron completamente en contra de Jeremy Corbyn, y declararon que su victoria podría ser letal para el Partido Laborista de cara a su futuro. No se dieron cuenta de que le hacían gran parte de la campaña a Corbyn, que solamente tuvo que señalar que, si todas esas figuras se habían manifestado en contra de su candidatura, era porque lo estaban haciendo bien.
Esta elección interna llega en uno de los peores momentos de los laboristas, tras una derrota electoral sin paliativos, frente a un Partido Conservador que palió su mala gestión económica con un escoramiento a la derecha populista que restó votos tanto al UKIP como a sus socios de gobierno, los liberaldemócratas. Los laboristas soñaban con poder gobernar perdiendo, con el apoyo de los nacionalistas escoceses, pese a que Miliband había señalado que no lo haría. Jugaban con la idea del empate técnico, tal y como señalaban las encuestas, y el resultado final les descabalgó completamente. Fue la derrota del proyecto de Ed Miliband, que inició con mucha ilusión su mandato, pero que nunca fue un líder carismático, y que se conformó con aprovechar la bajada de Cameron y los 'tories' en las encuestas en lugar de presentar un perfil propio. Los laboristas lideraron las encuestas durante años, y no fueron capaces de planificar una buena campaña en el largo plazo. Se perdieron 5 años en los cuales no se comprometieron con ningún asunto importante ni plantearon políticas de calado. En el gran reto de la legislatura, el referéndum escocés, los laboristas cometieron el error de aliarse con Cameron en lugar de plantear una política intermedia entre partes, y más teniendo en cuenta que Escocia era tradicionalmente el principal caladero tradicional de voto laborista. Su tibieza provocó un descenso sin par de la representación laborista en el parlamento escocés, cayendo desde 40 diputados escoceses hasta uno, y siendo los nacionalistas escoceses los que aprovecharon este batacazo.
Las encuestas y las casas de apuestas dan como favorito de forma uniforme a Jeremy Corbyn. Su ventaja sobre Andy Burnham se acerca a los 10 puntos. Sin embargo, no hay nada claro. Primero, porque todas las encuestas señalan que hay muchos indecisos, y éstos podrían decantar la balanza. Segundo, porque las encuestas fallaron brutalmente en las últimas elecciones, concediendo unas esperanzas falsas a los laboristas que desaparecieron cruelmente el día del voto. Todo se conocerá el 12 de septiembre, cuando se proclamen los resultados definitivos y al elegido. Corbyn y Burnham representan por edad dos generaciones, dos modos de entender la política, dos Partidos Laboristas completamente diferentes.
El primero opta por romper con el pasado más reciente, por alejar a los laboristas de la tercera vía que tanto daño les ha hecho en los últimos años, por huir de la moda de los partidos socialdemócratas de buscar la transversalidad y de separarse de postulados más radicales. Quiere reformar el Partido Laborista desde la izquierda, buscando recuperar gran parte del apoyo ciudadano perdido en años, y volver a la esencia de la formación, que tradicionalmente ha estado cercana a los movimientos mineros de Gran Bretaña y demás movimientos sociales. El segundo defiende un cambio mínimo, manteniendo la filosofía del "New Labour", protegiendo a Tony Blair y sus acólitos como vacas sagradas pero al mismo tiempo ocultándoles de sus actos, oponiéndose a toda ruptura, y poniendo más interés en su proyección mediática como candidato que en el día a día tratando de recuperar el apoyo ciudadano. Serán los afiliados y votantes laboristas los que decidan. Deben acertar esta vez. Les va el futuro en ello.
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