El acuerdo entre el gobierno de
Colombia y las FARC para acabar definitivamente con el conflicto armado en la
zona en un periodo de seis meses, denominada lacónicamente Fin del Conflicto,
se cerró la pasada semana en Cuba, con la colaboración permanente del gobierno
de Raúl Castro. Medio año tendrán los negociadores para determinar las
condiciones del desarme de las FARC, que han visto reducida de forma evidente
su importancia y capacidad de acción en los últimos años, y que Juan Manuel
Santos, el presidente del país, se ha propuesto conseguir desarmar durante los
años finales de su presidencia. La negociación llevada a cabo por Santos y su
gobierno choca con algunas de las fuerzas tanto políticas como sociales del
país, algo que no ha detenido al presidente en su intento de lograr este
acuerdo definitivo que suponga un desarme duradero y sin posibilidad de rebote.
El acuerdo lo escenificaron en La Habana el presidente Santos, Raúl Castro y Timoleón Jiménez “Timochenko”, líder actual de las FARC, aunque fue más una declaración de intenciones que algo que realmente suponga un cambio definitivo, el final de una etapa muy dura de la historia de Colombia. Lo que hay que determinar dentro del acuerdo de paz son muchas cosas, entre ellas la condición de la entrega de las armas por parte del grupo terrorista; las penas que los principales mandatarios de las FARC cumplirían, algo sobre lo que la oposición es inflexible, pidiendo cárcel; el territorio que se entregaría a las FARC; o las reparaciones económicas que se concederían a las víctimas de los guerrilleros. A pesar de que hay una buena intención por todas las partes, las FARC no hablan de entrega de las armas, sino de dejación. Se trata por tanto de un paso muy importante dentro del proceso de paz, pero ni mucho menos el definitivo.
La principal oposición tanto al
presidente Santos como al proceso de paz viene del lado de su antecesor en el
cargo, Álvaro Uribe Vélez, y de su partido, el Centro Democrático, que pese a
su nombre, es un partido de derecha nacionalista. La posición de los uribistas
al respecto del proceso de paz de las FARC es absolutamente inmovilista, y
consideran que la negociación de Santos con los antiguos guerrilleros es una
traición al Estado y a los muertos, puesto que además se está hablando con
algunos de los asesinos más sanguinarios de la banda terrorista. Uribe y los
suyos se han ido alejando progresivamente de un presidente Santos al que
consideran en las antípodas ideológicas. En las últimas elecciones
presidenciales, el presidente revalidó su mayoría, apoyándose en la izquierda,
frente al candidato de Uribe, Óscar Zuluaga, que logró ganar la primera vuelta,
aunque se desinfló en el balotaje frente al empuje del candidato oficial.
Centro Democrático aspira a poder detener en el parlamento colombiano el plan de
Santos, como una forma de detener al presidente.
Juan Manuel Santos fue el elegido en el año 2009 por Álvaro Uribe para sucederle como candidato presidencial, toda vez que el intento del presidente de reformar la Constitución colombiana para ser reelegido indefinidamente fracasó. Fue ministro de Defensa de 2006 a 2009, cargo que tenía cuando fue elegido por el presidente. Como presidenciable del Partido Social de Unidad Nacional o Partido de la U, un grupo político que se organizó para apoyar a Uribe, Santos ganó claramente tanto en primera como en segunda vuelta al candidato de la Alianza Verde, un partido centrista, Antanas Mockus, convirtiéndose así en el jefe de Estado de Colombia. Su primer mandato se caracterizó sobre todo por su alejamiento político del uribismo, lo cual provocó que el ex - presidente se mostrase totalmente en contra de su sucesor, y su deseo de combatir el narcotráfico con todas las fuerzas, así como el mantenimiento de la política de seguridad democrática de Uribe.
La victoria de Juan Manuel Santos en las presidenciales del año pasado, teniendo que combatir al aparato del uribismo, que reconocía un error al nombrarle en 2009 como sucesor de Uribe, fue un golpe encima de la mesa por parte del candidato y de sus partidarios más íntimos. El presidente hubo de sostenerse en muchos grupos de izquierda que de otra manera jamás le habrían apoyado, pero que hicieron campaña por él, en muchos casos entusiasta, como el caso del alcalde de Bogotá. Muchos entendieron a Santos como el mal menor, como un político que, sin tener el carisma de sus dos antecesores, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, representa a una generación, y está dejando un legado inesperado en el alma política de su país. Le quedan apenas dos años de presidencia, pero su apuesta por la paz, muy arriesgada pero audaz, puede hacerle pasar a la historia como un 'dark horse', un presidente que no comenzó su gestión siendo el depositario de muchas de las esperanzas de sus compatriotas pero que puede pasar a la historia si completa su misión.
Asimismo, Santos tuvo que combatir un cáncer de próstata desde el año 2012, cuya confirmación se produjo en el curso de un mitin en el cual el presidente se orinó encima, y llevaba un pantalón blanco, lo cual lo hizo evidente. Sin embargo, aquella situación se solucionó con una buena gestión de la comunicación, ya que el presidente compareció ante los medios de comunicación acompañado de su familia y sus doctores para comunicar la enfermedad que sufría y que lo que le había pasado era una consecuencia directa de su tratamiento. Afortunadamente, el presidente se recuperó completamente de su enfermedad. A pesar de las críticas de Rafael Correa y Hugo Chávez a su nombramiento, el presidente colombiano ha ido uniéndose a los líderes de la Unasur, y si bien se ha mostrado crítico con los regímenes de izquierda del Cono Sur, su relación con la mayor parte de los líderes de América Latina es muy positiva.
Uno de los principales enemigos en el plano internacional del presidente Santos es Venezuela, tanto con Hugo Chávez como sobre todo con Nicolás Maduro. Al comienzo de su presidencia, el presidente tuvo que afrontar una crisis diplomática, ante la acusación del gobierno colombiano de que había terroristas de las FARC en suelo venezolano. En 2013, hubo otra crisis, ya que el presidente Santos se reunió con el candidato presidencial de la oposición democrática venezolana Henrique Capriles, algo que Nicolás Maduro, recién elegido presidente del país. En estos momentos, sigue existiendo un conflicto entre ambos países, ante la acusación de Colombia de que había grupos paramilitares en suelo venezolano, algo a lo que el gobierno venezolano respondió declarando el estado de excepción en el estado de Táchira y cerrando la frontera. El problema aún no se ha cerrado, y sus consecuencias son impredecibles, ante las inmovilistas posiciones de ambos presidentes.
A finales de octubre de este año, Colombia celebrará elecciones regionales y municipales. Las principales ciudades, pues, elegirán a sus alcaldes para los próximos 4 años. La principal pelea estará en la capital, Bogotá, gobernada actualmente por la izquierda, con Gustavo Petro, pero que según las encuestas basculará a la derecha. El actual favorito es Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá de 1998 a 2000 y una de las principales figuras políticas dentro del municipalismo en Colombia. Peñalosa fue candidato por la Alianza Verde a las presidenciales del año pasado, y es muy popular. La principal particularidad de estas elecciones es que cualquier persona que quisiera postularse y que ostentase un cargo político tuvo que retirarse de ese cargo para poder concurrir a esas elecciones a un año vista. Será un nuevo capítulo de la lucha entre Santos y Uribe, con sus partidarios, y con la posible importancia de la izquierda, al menos en el campo municipal.
ABOUTME
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