Han pasado más de 40 años desde aquellos acontecimientos que emocionaron e ilusionaron a una gran parte de Europa y atemorizaron a otra, y la situación general en Portugal no se parece nada a la que soñaron los revolucionarios. El país se encuentra en el ojo del huracán de una crisis económica que le obligó a pedir el rescate de la Unión Europea en 2011, y forzó unas elecciones anticipadas tres años después de las últimas. En esos comicios, el Partido Socialdemócrata, de corte conservador, venció de forma contundente al gobernante Partido Socialista, y tras lograr un acuerdo con el CDS, también de derechas, Pedro Passos Coelho se convirtió en primer ministro luso. Pese al cambio en el gobierno, la situación económica del país no mejoró, pues las exigencias europeas tras el rescate obligaron a más recortes y más impuestos y a que el apoyo popular que alzó a los conservadores a la victoria se disolviera como un azucarillo.
Por si fuera poco, el antecesor de Passos Coelho en el puesto de primer ministro, el socialista José Sócrates, fue liberado de la cárcel el pasado sábado, después de permanecer detenido desde noviembre de 2014 por un caso de corrupción, evasión de impuestos y lavado de dinero. Sócrates se convirtió así en el primer jefe de Gobierno de la historia reciente de su país en ser formalmente procesado. Pese a estar ya fuera de la cárcel, el antiguo primer ministro seguirá en arresto domiciliario, hasta que el juicio se produzca, y pueda ser condenado o no. Los socialistas han tenido mucho miedo en este último año de que el caso de Sócrates pudiera salpicarles, sobre todo porque estaban por delante en las encuestas, y se apartaron de él de forma ostensible. De momento les ha ido bien. El escándalo de Sócrates ha sido polémico por varias razones, entre ellas que llegó a ser un mandatario tremendamente popular, que acabó con años de gobiernos conservadores con dos victorias electorales consecutivas para el Partido Socialista.
Un Partido Socialista que por otra parte tiene muchas posibilidades de ganar las próximas elecciones del 4 de octubre de este año. Tras la derrota electoral de 2011, José Sócrates dejó paso en el PS a António José Seguro, que había sido el número dos de otro primer ministro socialista, António Guterres. Seguro se lanzó a la tarea de la oposición, siendo un azote parlamentario para Passos Coelho y su gobierno durante la primera mitad de la legislatura, lo cual se reflejó en las encuestas, que mostraban un efecto rebote que favorecía a los socialistas. Sin embargo, a medida que las elecciones se iban acercando, en el seno del PS surgió la duda sobre la idoneidad de Seguro como candidato, por su falta de popularidad. En otoño del año pasado, tras los decepcionantes resultados de la formación en las elecciones europeas, se organizaron unas primarias internas para elegir al candidato, vencidas de forma contundente por el entonces alcalde de Lisboa, António Costa, que infligió una dolorosísima derrota a su rival por más de 30 puntos porcentuales. Costa es hoy el presente de un partido en busca de la victoria electoral.
Con el rescate que el gobierno de Sócrates solicitó tras haber negado de forma repetida que fuera a hacerlo, Portugal se sumó a una lista negativa de los países a los cuales la Unión Europea ha tenido que ayudar para impedir su hundimiento. Fue un gobierno conservador el que tuvo que gestionar la austeridad en el país luso, con reformas tremendamente impopulares que provocaron una respuesta ciudadana enorme, y dos mociones de censura del Partido Socialista que el Ejecutivo de Passos Coelho consiguió salvar gracias al acuerdo de gobierno con el CDS. La buena gestión económica del gobierno permitió devolver antes de tiempo parte del préstamo económico al Fondo Monetario Internacional, en dos tramos. Sin embargo, esto no le ha servido para recuperar el apoyo perdido a Passos y a su gobierno, que a buen seguro querrán aprovechar su gestión económica como el principal argumento para intentar lograr su reelección.
Todo se dirimirá en las elecciones parlamentarias del próximo 6 de octubre, en las cuales la coalición de gobierno concurrirá unida en una sola candidatura, lo cual multiplica las posibilidades de victoria del primer ministro Passos Coelho. En las encuestas, sin embargo, lidera, aunque no por mucho, el Partido Socialista de António Costa. Parece evidente que en la próxima Asamblea portuguesa se impondrá la dificultad para formar gobierno, ante la virtual situación de empate técnico entre los bloques de izquierda y derecha. Habrá que esperar el resultado final, y cómo quedan los partidos minoritarios que puedan facilitar la formación de un gobierno de un lado o de otro.
El sistema revolucionario portugués duró muy poco, y pronto se radicalizó enormemente. En 1976, dos años después de la Revolución de los Claveles, se eligió al primer presidente constitucional, el general António Ramalho Eanes, y al primer jefe de gobierno constitucional, el socialista Mário Soares. Soares inició el proceso de integración en Europa, con el ingreso portugués en el Consejo de Europa, pero la pérdida progresiva de apoyo provocó su destitución en 1978, con tres primeros ministros en un año. La inestabilidad fue la nota reinante en estos gobiernos, lo cual provocó que se adelantasen las elecciones en 1979. El candidato de Alianza Democrática, coalición de corte conservador, Francisco Sá Carneiro, fue elegido primer ministro, derrotando de manera contundente a Mário Soares. Sá Carneiro solamente fue primer ministro durante un año, puesto que falleció en un accidente de avión. En 1983, Mário Soares regresó al poder, tras ganar aquellas elecciones, aunque de forma insuficiente, lo que forzó una gran coalición con los socialdemócratas. Aquel gobierno duró también poco, ya que los socialdemócratas rompieron el acuerdo, forzando otras elecciones, vencidas por Aníbal Cavaco Silva, que se mantuvo en el poder diez años, hasta 1995. Ese año, los socialistas volvieron al poder, con António Guterres, hasta 2002, cuando ganó José Manuel Durao Barroso. En 2005, venció José Sócrates, devolviendo así a los socialistas al gobierno.
El día 15 de febrero de 2013, la Asamblea portuguesa estaba reunida en la sesión quincenal de control al gobierno, y el primer ministro Pedro Passos Coelho estaba en el atril explicando los resultados de la última reunión del Consejo Europeo, cuando de pronto en el hemiciclo, desde la tribuna, resonaron los ecos de la canción "Grândola Vila Morena", cantada por un grupo de manifestantes allí reunidos. Éstos fueron llamados al orden por la presidenta de la cámara y posteriormente expulsados por los cuerpos de seguridad de la misma, pero la manifestación fue una llamada de atención. El espíritu de la Revolución de los Claveles sigue vivo en Portugal, y volverá a ser utilizado por algunos partidos en las próximas elecciones. Nadie sabe si funcionará.
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