La reforma conocida como Renzi-Boschi, puesto que ha sido obra del primer ministro y de la responsable de Reforma Constitucionales Maria Elena Boschi, da una vuelta importante al funcionamiento del Senado, convirtiendo a esta cámara en una institución de representación parlamentaria, reduciendo el número de senadores de 315 a 100 miembros, y previendo que éstos sean nombrados por los Consejos Regionales en función de la población. Lombardía será la región con más senadores, 14. También descendería el número de diputados. Al mismo tiempo, se incluyen también cambios en las mayorías, necesitándose una más cualificada para la elección del presidente de la República, y elimina instituciones consideradas arcaicas, como las provincias, sustituidas definitivamente por el modelo de ciudades metropolitanas.
Se trata por tanto de una reforma meramente operativa, sin demasiado contenido polémico, que viene a modernizar la realidad política del país, y que debía ser aprobada de forma sencilla en sede parlamentaria para evitar así el referéndum. Se sumaba a otras modificaciones legales polémicas, la más importante la nueva ley electoral, Italicum, pactada entre el gobierno y Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi, que introducía la segunda vuelta en las elecciones parlamentarias y el premio de mayoría para el partido ganador. Sin embargo, el proceso de deliberación fue extremadamente complejo, y los rivales políticos del primer ministro quisieron sacar réditos de esto. Al no alcanzarse el cuórum necesario, la celebración de un referéndum era necesaria, y ésta quedó fijada para el mes de diciembre.
Desde el establecimiento definitivo del referéndum constitucional, las críticas al contenido se han sucedido. La más contundente, fuera de la pelea política diaria, fue la realizada por un grupo de constitucionalistas, que denunció autoritarismo en las formas del primer ministro, que no buscó la unanimidad de las fuerzas parlamentarias deseable al tratarse de una reforma de la Constitución, y que afirmó que la pretendida reducción del número de parlamentarios es desigual, y que esto se traduce en una reducción de la representatividad. También criticaron la reducción indiscriminada de senadores, sin importar su papel crucial en la elección de órganos independientes como el presidente de la República o una parte de la Corte Constitucional. Hay muchas dudas sobre el alcance real de la reforma, y sobre la efectividad real de las medidas.
El Partido Democrático se ha puesto al frente en este referéndum de la campaña del sí, para la cual Matteo Renzi ha contratado a Jim Messina, uno de los directores de las dos campañas de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos. El PD ha conseguido el apoyo de sus socios conservadores en el gobierno y de varias formaciones de centro. Sin embargo, la mayor parte de la izquierda se ha puesto en contra del proyecto constitucional. Tampoco la apoya el principal partido de la oposición, el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Beppe Grillo, y Forza Italia, que participó en la redacción del texto inicial, también defiende el no, con Silvio Berlusconi convertido en la principal voz crítica ante la reforma. La base política sobre la que el primer ministro se asienta es cada vez menos firme, y eso puede condicionar el resultado final de la consulta del 4 de diciembre.
Los sondeos de opinión, como ocurrió tras las elecciones norteamericanas de 1948, se encuentran en horas bajas tras ser incapaces de pronosticar el triunfo de Donald Trump en las presidenciales del 8 de noviembre. Sin embargo, se siguen produciendo en Italia, y la tendencia desde hace algunas semanas es clara: gana el no. La ventaja del voto negativo oscila, pero refleja que esta reforma constitucional no es popular, especialmente entre los votantes más jóvenes. Solamente los mayores de 65 años apoyan mayoritariamente el texto. En cuanto a tendencia política, son mayoritariamente los votantes de centro y de centro derecha los que apoyan este texto, que no tiene demasiado apoyo en los sectores más progresistas de la política italiana.
En este momento es cuando Matteo Renzi más puede echar de menos a la izquierda. Desde su polémica y tempestuosa llegada a la presidencia del Gobierno en 2014, el ex-alcalde de Florencia ha ido separándose de las tendencias progresistas dentro de su partido y ha girado hacia el centro. De su lado han huido colaboradores tan importantes como Nichi Vendola o Giuseppe Civati, actualmente en el lado contrario, y dos figuras emblemáticas de la izquierda transalpina, Massimo d'Alema y Pier Luigi Bersani, votarán no el próximo domingo. La izquierda en pleno, con excepciones contadas, se opone al proyecto de reforma constitucional, y aunque el primer ministro no ha necesitado a los progresistas en ningún momento durante el día a día, le vendría muy bien su apoyo en este momento tan crucial que puede condicionar el legado de casi tres años de mandato.
Este año ha sido particularmente difícil para el primer ministro, por acontecimientos fuera y dentro de la política que han exigido su intervención. Los más graves han sido los terremotos que se han sucedido en el país durante todo el año, siendo el más importante el que se produjo en agosto con epicentro en la ciudad de Amatrice, a 140 kilómetros de Roma. El país se enfrenta a una reconstrucción de los lugares en los que los seísmos han provocado más daños, con la promesa del primer ministro de que se gastará todo el dinero necesario para ello, sin obedecer el límite de gasto de la Unión Europea. Al mismo tiempo, las elecciones municipales de mayo trajeron un resultado muy malo para el Partido Democrático, con derrotas en Roma y en Turín. La posible derrota en el referéndum constitucional sería la puntilla a un mal año.
Aunque finalmente la derrota en el referéndum no conllevase la dimisión del gobierno de Matteo Renzi, Italia estaría condenada a un adelanto electoral. Es cierto que la fecha para las elecciones debería ser 2018, y que solamente se estaría adelantando un año, pero estos comicios serían el peor escenario posible para el Partido Democrático, al que lastraría el no haber podido aprobar la Constitución. Además, el sistema de segunda vuelta permite pronosticar que, incluso si el PD consigue ganar en primera vuelta, el balotaje colocaría previsiblemente a Beppe Grillo como nuevo primer ministro italiano. Las primeras muestras de poder del M5S no han sido prometedoras, y desde las instituciones comunitarias se ve con preocupación que esta formación pueda llegar al gobierno. Sin embargo, si la reforma constitucional es derrotada, será muy difícil levantarse para el ejecutivo, cuyo proyecto más importante ha sido esta reforma.
Quedan muy pocos días para que los italianos voten, y aún no hay nada hecho. La situación no pinta bien para el gobierno de Matteo Renzi, que ha cometido el error de plantear este referéndum como un plebiscito a su labor. El primer ministro ha ido dejando un reguero de enemigos a su paso, y éstos ven esta votación como una oportunidad perfecta para sacarle del gobierno. Esto es un problema, porque no existe un verdadero debate acerca del contenido de la reforma constitucional, sino que éste ha sido reducido al campo de la lucha política. Esto empañará todo el referéndum, y ralentizará reformas necesarias si finalmente vence el no. Italia no acaba de huir de la inestabilidad política endémica que surgió tras la quiebra del sistema bipartidista a principios de la década de los 90, y ésta podría volver si la reforma constitucional es repelida por los votantes el próximo domingo. El partido acaba de comenzar.
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