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Las mujeres al poder

La actriz norteamericana Julia-Louis Dreyfus, protagonista de la serie "Veep"
Ayer, 8 de marzo, fue el Día de la Mujer Trabajadora, una fiesta para celebrar la integración del género femenino, durante siglos condenado a estar en un segundo plano, en el mercado laboral. Es cierto que, a pesar de lo mucho que se ha avanzado, actualmente la situación de la mujer en el mercado, sobre todo en la igualdad de sueldos y en la presencia femenina en las direcciones de grandes empresas, está lejos de ser ideal. Esto también ocurre en la política, donde las mujeres están subrepresentadas, y donde además tienen que afrontar una oposición muy grande por el mero hecho de ser mujer. Sin embargo, esta situación está en vistos de cambiar.


Uno de los principales problemas de las mujeres políticas es el rol que asumen, aunque éste viene muy condicionado por el marco de la sociedad en que se encuentran. En muchos casos, en una sociedad claramente masculina, y por los prejuicios existentes al respecto de las mujeres en políticas, se ven obligadas a llevar a cabo una triangulación, asumir como propio un discurso que no es el suyo, y aparecer como mujeres duras y dogmáticas. Esto es un error, primero, porque hombres y mujeres no son lo mismo, tampoco en política, y hay que dejarlo claro. Cualquier hombre puede ser político, y no se le somete al tercer grado al que se somete a las mujeres cuando deciden dar el paso.

A una mujer se le cuestiona todo, se le cuestiona su inteligencia, se le cuestiona su habilidad para ser madre y política al mismo tiempo, se le cuestiona que esté preparada para gestionar la política con todas sus tensiones. La pregunta es por qué no, todos estos elementos están basados en tópicos machistas. La mujer en política puede aportar en primer lugar una sensibilidad especial de la que muchos de nuestros políticos en todo el mundo han demostrado sobradamente carecer en esta larga crisis, una sensibilidad que le puede permitir gestionar asuntos políticos de gravedad y calado con bastante mano izquierda y capacidad de liderazgo. Es necesario que la mujer sea política con todas sus consecuencias, con su forma de ser y de entender el mundo, porque eso puede traer consecuencias positivas para todos.

Existen dos ejemplos muy ilustrativos al respecto de esta tolerancia cero que los sectores más conservadores y patriarcales de nuestras sociedades tienen con las mujeres en política: la francesa Ségolène Royal y la española Carme Chacón. En 2006, Royal venció a dos pesos pesados del PS francés como Dominique Strauss-Kahn y Laurent Fabius y fue elegida candidata a la presidencia contra Nicolas Sarkozy. Durante la campaña presidencial, la candidata tuvo que soportar todo tipo de críticas por el mero hecho de ser una mujer, y finalmente, consiguió que le sacaran de su marco de campaña y perdió. Dos años después, en España, la catalana Carme Chacón fue elegida ministra de Defensa por José Luis Rodríguez Zapatero. En 3 años y medio al frente del ministerio, Chacón tuvo que soportar todas las críticas habidas y por haber, un chaparrón de dardos de intolerantes que no la soportaban por ser mujer, por ser catalana, por estar embarazada y por ser socialista. Esos ejemplos ilustran perfectamente un montón de casos anónimos en los que una mujer, por el mero hecho de serlo, tiene menos futuro en la política que un hombre

Uno de los ejemplos más clásicos de experiencia femenina en el poder es británico. Margaret Thatcher fue la primera y hasta ahora única mujer en llegar al puesto de primera ministra de un gran país como Gran Bretaña. Lo hizo de la mano del Partido Conservador, uno de los principales partidos del país, y con un perfil claramente masculino. Tanto fue así que Ronald Reagan, 40º presidente de los Estados Unidos y su homólogo durante muchos años, dijo de ella que era el mejor hombre de Europa. Thatcher, con mano dura e inflexible, no cedió una coma de sus postulados ideológicos y se convirtió en una referencia inolvidable para los simpatizantes del neoliberalismo. El thatcherismo se extendió hasta mucho más allá de su mandato, con John Major, su sucesor. Aun hoy, el liderato de Thatcher se estudia por su innegable valor histórico y por las muchas barreras que, a su manera, consiguió derribar la política inglesa.

En el otro extremo de la situación se encuentran dos mujeres iberoamericanas, presidentas de sus naciones: Michelle Bachelet, en Chile, y Dilma Rousseff, en Brasil. Ambas representan un liderazgo moderno, son muy populares, cada una a su manera, son mujeres divorciadas, con hijos, y con un perfil claramente femenino, lo cual no les ha impedido ser inflexibles cuando les ha tocado. El caso de Bachelet es curioso. El sistema de Chile impide la reelección inmediata, por tanto, en 2010, cuando terminó su primer mandato, la presidenta tuvo que abandonar el Palacio de La Moneda de Santiago de Chile, pero supo conservar su popularidad por encima de todo. Se puso al frente de ONU Mujeres, un organismo dependiente de Naciones Unidas, que dejó para regresar a su país. En 2013, fue reelegida como presidenta, 8 años después de la primera vez, y en todo este tiempo, ha mantenido el mismo perfil que le ha hecho inconfundible: una mujer femenina, sensible y cercana a los problemas de la gente, pero una política de raza a la que no le tiembla la mano para tomar decisiones duras

Vienen mujeres pisando fuerte en América Latina. Es el caso por ejemplo de Keiko Fujimori, hija del ex – presidente peruano, que tras ser derrotada en las pasadas elecciones presidenciales por Ollanta Humala, lidera las encuestas para la próxima cita electoral donde podría enfrentarse al ex – presidente Alan García. Dentro de este campo podría encontrarse también la ex – secretaria de Estado americana, Hillary Clinton, de la que se espera sin ningún tipo de duda que sea la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos en 2016. Hillary, de la que siempre se ha dicho que fue ella la que dirigió la presidencia de su esposo Bill de 1993 a 2001, tiene experiencia en el liderazgo, y es uno de los mayores exponentes de la incorporación de las mujeres al poder.

Es cada vez más frecuente la aparición de series de televisión en que una mujer llega al poder. Hay dos muy importantes actualmente, la norteamericana “Veep”, en la que Julia-Louis Dreyfus da vida a una mujer que es vicepresidenta de los Estados Unidos, y la noruega “Borgen”, que cuenta la historia de la presidenta de un partido minoritario que se alza con la victoria y ella se convierte en presidenta del gobierno. Sería un gran síntoma que, según pasen los años, la ficción deje paso a la realidad, y sean mujeres reales las que ocupen puestos de poder no renunciando a ninguno de sus elementos definitorios como parte de ese género. Es un esfuerzo de todos ser conscientes de que debe dejar de ser noticia que una mujer llegue al poder en una parte del mundo. Debería verse como algo natural, como la evolución normal de la vida. Aún queda mucho para ello, pero se debe conseguir.

Principalmente entre las personas que se oponen a la integración de las mujeres en la política hay una feroz crítica a las cuotas que algunos países imponen para obligar por ley a que haya tantas mujeres como hombres representados en la política. No deja de ser cierto que la discriminación positiva puede traer consecuencias negativas en el largo plazo, y que no es la mejor solución, pero tampoco hay que olvidar que, ‘per se’, no hay igualdad, y que eso no puede ser. También afirman, con cinismo porque ellos no lo aplican, que lo que ha de medirse son los méritos de una persona, y así justificaron que el primer ministro griego Tsípras no nombrase a ninguna ministra en su gobierno. Pero de lo que parecen olvidarse es de que cuando se trata de una mujer, los asuntos de la política se dejan a un lado para dar paso a las críticas por el género

Evidentemente, a todos nos gustaría que nuestro mundo llegase a ser un mundo donde se nos juzgase por nuestros méritos y capacidades, pero hasta entonces, debe ser un esfuerzo de todos conseguir que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres en política y en todos los campos de la vida. Hay que ponerse al trabajo, porque se ha conseguido mucho, pero hay mucho más que conseguir.

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Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.

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