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Terroristas del Estado Islámico destruyen estatuas en Mosul, Irak

En esta sección, suelo colocar imágenes históricas, que no están tan de actualidad, para sacarlas del olvido, sin embargo, la imagen de hoy es de hace unas semanas. A la hora de plantear el título, y sabiendo más o menos hacia dónde quería dirigir el artículo, pensé en algo más elaborado. Pero lo cierto es que, cuando uno ve las bárbaras imágenes de terroristas del Estado Islámico, principal grupo terrorista activo en el mundo en estos momentos, destruyendo estatuas en un museo de Mosul, Irak, lo primero que le viene a la cabeza es la palabra "intolerancia". Intolerancia demostrada por los terroristas del EI, que no solamente destruyen piezas milenarias de incalculable valor histórico, sino que se jactan de ello mediante los vídeos que grabaron y que se difundieron por todo el mundo.

Desgraciadamente, y para cualquiera que conozca mínimamente la historia del mundo, el fenómeno de destrucción de obras de arte por parte del EI no es algo nuevo. Evidentemente, siempre cada uno tiene sus razones particulares, pero siempre hay un fondo común, el de querer escribir una nueva historia a partir de borrar la anterior, algo común a todos los totalitarismos del mundo, a todas las ideologías autoritarias que no toleran la diferencia ni que la historia sea diferente a la suya, a la historia que ellos intentan imponer prácticamente por decreto. El Estado Islámico afirma que se trata de ídolos paganos, y que por ello, por razones religiosas, hay que destruirlos, sin embargo, no todas las obras destruidas a martillazos por los terroristas tienen una representación figurativa, con lo cual esa excusa, ese pretexto no vale en este caso. 
Uno se puede preguntar, ¿qué se te pasa por la cabeza a la hora de sujetar un martillo y usarlo con todas tus fuerzas para golpear y destruir una estatua con siglos de antigüedad, que ha sobrevivido a guerras, a aumento del armamento, a tensiones en la zona, pero no al Estado Islámico? Es una pregunta sin respuesta, lo que sí parece claro es que las personas que destruyeron estas estatuas carecen de la más mínima humanidad, porque en la historia ha habido personas tremendamente fanáticas que sin embargo no se han atrevido a dar el paso de destruir obras, conocedores de que significaría destruir historia. Evidentemente, una persona con un mínimo de sensibilidad nunca habría llevado a cabo esta tropelía contra obras que formaban parte del patrimonio de la humanidad.

El inicio de la lucha contra el terrorismo iniciada a partir del 11 de septiembre significó también el inicio del saqueo y las destrucciones. De hecho, el acto mismo del ataque a las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York formó parte también de esta lucha contra los símbolos, entendidos como una referencia indirecta a los objetos a partir de un acuerdo social. Las torres representaban en cierto modo el orgullo de una nación, dos torres alzándose majestuosas en el centro de la Gran Manzana. Su destrucción, además de ser material, fue también la de un mito, el de la supremacía norteamericana fuera de toda cuestión. La entrada de Estados Unidos en Irak fue el punto de partida para que muchos museos fueran saqueados y muchas obras emblemáticas robadas y usadas posteriormente para su comercialización en el mercado negro. A ello se dedicaba hasta ahora el Estado Islámico. Sin embargo, la destrucción de las obras de arte ha abierto una nueva etapa, y ha desconcertado a muchos expertos.

El fondo de todo esto, como ya he dicho anteriormente, es la voluntad de construir una nueva historia. El Estado Islámico tiene la intención de extender un califato de la facción más extremista de la religión musulmana por todo el mundo, y en la hoja de ruta de las dictaduras y de los extremismos está la construcción de una historia alternativa, más benévola con los intereses de esa facción. La nueva historia también tiene una parte de destrucción de la historia anterior, porque esa historia estorba, no es cómoda. Desgraciadamente, las prioridades internacionales son de luchar contra el terrorismo, sin embargo, la UNESCO, organismo internacional encargado de proteger la cultura mundial, ha hecho una llamada de socorro para salvar todo el arte de las zonas de guerra que está en peligro de ser destruido. 

En la historia, encontramos muchos ejemplos de cómo la destrucción del arte y la construcción de otro sirven para construir realidad e historia. El primer caso fue el de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que tras destronar y fusilar al Zar Nicolás II y a toda su familia, destruyó gran parte del arte y de los símbolos que identificaban el zarismo y proyectaron otros, como las estatuas de los dos principales líderes de la URSS, Lenin y Stalin, o el mausoleo de hombres ilustres situado en medio de la Plaza Roja de Moscú. El deseo de construir una nueva historia llegó al ridículo en muchos casos, puesto que estaba supeditada a la acción política de la URSS. Pasó cuando Stalin inició la persecución de León Trotsky, y le borró de las fotografías en que aparecía con Lenin. Algunos de los edificios de Moscú parecen conservados en formol, como si para ellos la URSS no hubiera caído.

Sin embargo, en la historia de la destrucción del arte para lograr estos objetivos hay también cosas buenas. Así ocurrió en 1944, cuando la Resistencia se encontraba en las puertas de París, y Adolf Hitler ordenó al general al cargo de la capital francesa, Dietrich von Choltitz, que colocase bombas en todos los puentes de la ciudad y en los monumentos más emblemáticos, como la Torre Eiffel, el Arco de Triunfo de L'Étoile o Les Invalides. Finalmente, y gracias a la mediación del embajador sueco, Choltitz no hizo caso de la orden, y París no ardió.
También en la Segunda Guerra Mundial, se produjo el Programa de Monumentos, Artes y Archivos, más conocido como "Monuments Men", a los cuales George Clooney dedicó una película recientemente. Este grupo estaba compuesto por expertos en arte norteamericanos en su mayor parte, y se dedicó a recuperar todas las obras de arte que el nazismo había robado y escondido por orden de Hitler. El Führer no quería destruir esas obras, sino hacerse un museo en la ciudad austriaca de Linz que contuviera las mejores obras del mundo. Finalmente, aquel proyecto no se llevó en cabo, en parte, porque se recuperaron la mayor parte de obras robadas, muchas se quemaron, pero otras se recuperaron, y están en las paredes de museos de todo el mundo, honrando el arte.

El arte nos define como cultura. Todos tenemos obras que consideramos emblemáticas, y que consideramos parte de nuestra alma como país y como cultura. Por eso, hay que defender con las mayores fuerzas posibles el arte y su protección, pensando que las obras que destruyeron los intolerantes terroristas del Estado Islámico formaban parte del imaginario colectivo de su sociedad. La protección del arte es cosa de todos, porque de otra forma, triunfará la intolerancia y aquellos que quieren escribir una nueva historia sin respetar la actual.

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Periodista y comunicador politico que quiere aportar una vision diferente de la politica internacional en todos sus escenarios, fuera de las noticias mas publicadas en los medios clasicos. En activo desde diciembre de 2014, siempre estamos reinventandonos para ofrecer la mejor informacion y la mas interesante.

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