El 21 de abril de 1967, un golpe de Estado puso fin a la democracia griega. El brigadier general Pattakos y los coroneles Papadopoulos y Makarezos acabaron con la democracia, instaurándose una dictadura militar que contó con el apoyo del rey Constantino II durante 6 años. El golpe contó con el apoyo tácito y operativo de los Estados Unidos, y de su presidente Lyndon Johnson, temeroso de que el fantasma del comunismo pudiera instalarse en un país europeo. La vieja democracia griega estaba realmente tocada con el paso del tiempo. En 1964, el rey Pablo murió, y su hijo Constantino le sucedió. El nuevo rey era muy débil, y por ello se acercó a los militares. Éstos habían ido ganando presencia en los últimos años de democracia, y ello había provocado una gran oposición, esencialmente de izquierdas. Muchos de los opositores eran intelectuales que querían cambiar las cosas mediante los conocimientos, y el apoyo popular, que era muy grande. La figura del rey provocaba mucha división, y el nuevo monarca no era su padre. El gobierno, además, era liderado por el conservador Konstantinos Karamanlis.
Uno de ellos era Grigoris Lambrakis. Lambrakis era político, físico y atleta, y era uno de los más respetados dentro de la oposición. Era un hombre elegante y muy querido. No era comunista, pero formaba parte de la Izquierda Unida Demócratica, principal formación progresista de Grecia aun durante la dictadura. Fue elegido diputado por El Pireo en las elecciones de 1961, identificándose ya con el movimiento pacifista desde ese año. En abril de 1963, lideró una marcha pacifista que transcurrió desde Maratón hasta Atenas. Uno de los manifestantes, entonces un joven, era el gran músico griego Mikis Theodorakis, detenido junto a otro puñado de manifestantes en Atenas, cuando la policía griega prohibió la marcha. Lambrakis se convirtió entonces en la cara de la oposición griega más pacifista. Tras aquella manifestación, se organizó otro encuentro de los militantes pacifistas en Tesalónica para el 22 de mayo de 1963.
Lambrakis llegó en avión a Tesalónica, y posteriormente se trasladó a un local donde pronunció el discurso central de la manifestación para los invitados que participaron en el acto. En el exterior, había una gran concentración contra ese acto. Tras terminar el acto, varios participantes advirtieron a Lambrakis de que había un peligro real de que le atacasen. A él le dio igual, y salió andando. Cuando estaba allí, llegó una motocicleta, con dos ultraderechistas en su interior, y uno de ellos golpeó con fuerza a Lambrakis en la cabeza. Había policías delante, pero nadie hizo nada. Fue la reacción de un conductor que saltó a la motocicleta en cuanto se produjo el atentado lo que provocó que aquel caso acabase investigándose y que los dos hombres fueran detenidos. Las heridas cerebrales de Lambrakis fueron demasiado graves, y a pesar de su fortaleza física, falleció en un hospital de Tesalónica a los 51 años. Su funeral, en Atenas, fue multitudinario, con más de 500.000 personas en las calles despidiéndose de él. La oposición se quedaba sin su líder.
Entonces pasó algo fantástico, y fue que la justicia griega empezó a investigar el crimen, y lo que parecía un acto aislado de dos locos se reveló como una conspiración a altísimo nivel para acabar con Grigoris Lambrakis. Aquella investigación fue posible gracias en parte al incansable trabajo del investigador Christos Sartzetakis, quien no cedió a las presiones, y consiguió probar que el atentado había formado parte de un plan de partidos de ultraderecha y sectores de la policía y los militares para deshacerse del líder pacifista. Cuando los militares tomaron el poder tras el golpe, los hombres que cuestionaron el 'statu-quo' perdieron el trabajo, y Sartzetakis fue incluso encarcelado. Los colaboradores de Lambrakis fueron detenidos o asesinados, y los autores materiales e intelectuales recibieron penas ridículas. Sin embargo, a Sartzetakis siempre se le respetó por su integridad y profesionalidad, y en 1985 se convirtió en presidente de la República Griega. Todos aquellos hechos fueron recogidos por el director griego Costa-Gavras en su gran película "Z", hecha en el exilio francés en 1969, escrita codo con codo con el escritor español Jorge Semprún, y con el actor italofrancés Yves Montand en el papel de Lambrakis, aunque camuflado con el nombre de "El diputado" o "Z" por la censura. La película, muy recomendable, inicia con toda una declaración de intenciones "Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental. Es INTENCIONADO".
Años después del asesinato de Grigoris Lambrakis, durante la dictadura militar, aparecieron unas pintadas en algunas calles griegas con la letra "Z". En griego antiguo, esa letra viene a significar "Él vive", refiriéndose obviamente al diputado asesinado. Como también dice la película, los dictadores militares prohibieron muchas cosas, entre ellas la propia letra "Z". Sin embargo, gracias a la película de Costa-Gavras y al regreso de la democracia, el recuerdo y el ejemplo de Grigoris Lambrakis nunca morirán. Éste es al fin y al cabo el ejemplo de un hombre que creyó firmemente en el poder del pacifismo para acabar con las injusticias. Un ejemplo para muchos líderes que priorizan el poder a la justicia y a la consecución de la paz. Hace falta que haya más hombres como Grigoris Lambrakis, Z, que vivirá siempre.
Los minutos finales de "Z", de Costa-Gavras
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