El pasado domingo 25 de enero, como todos saben, los ciudadanos y
ciudadanas de la República Helénica de Grecia estuvieron llamados a las urnas
para elegir a su primer ministro, 2 años y medio de las últimas elecciones. El
resultado no fue sorpresivo, y las encuestas acertaron al señalar que la
Coalición de Izquierda Radical (SYRIZA) se alzaría con la victoria. El partido
logró una incuestionable victoria quedándose a solamente dos escaños de la
mayoría absoluta, y su líder, Alexís Tsípras, se convirtió en primer ministro
la tarde siguiente de las elecciones en virtud de un acuerdo al que llegaron
con el partido de derecha nacionalista Independientes Griegos (ANEL) que
provocó que el líder de esa formación, Kostas Kamenos, se convirtiese en
ministro de Defensa.
No es el objetivo de este artículo analizar la primera semana de Tsípras y
de SYRIZA en el poder, ni del inaceptable hecho de que el nuevo jefe del
gobierno heleno no eligiese a ninguna mujer en su equipo, sino constatar que el
enfoque de la mayor parte de las noticias que fuera de Grecia se han publicado
responde a una misma línea, la de seguir señalando a Grecia como la mala de la
historia. Durante toda esta crisis que aún no ha acabado, los medios de
comunicación han conseguido culpabilizar a una serie de personas de todo lo
malo que ha ocurrido, y lo que es más importante, han instalado esa sensación
en toda la población, la sensación de que hay una poca gente que tiene culpa de
todo. Es el caso de José Luis Rodríguez Zapatero, ex- presidente del Gobierno
español, que, a pesar de sus esfuerzos, acabó siendo un "pim pam pum", la persona a la cual echar la culpa de absolutamente todo lo malo que sucede en nuestro país, hasta ahora. Se instaló ese marco de
referencia, y todo el mundo se lo creyó. Ésta es la particularidad de los estados de opinión, que una vez se instalan en las sociedades son muy difíciles de borrar.
Todo esto forma parte de la teoría del imaginario colectivo, formada por
Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, quien escribió dos libros en los
años 60 sobre cómo se producía este fenómeno, sobre todo en el cine, y las
representaciones sociales en esas películas. Otra teoría que se podría enmarcar
es la del marco de referencia, del autor norteamericano George Lakoff, plasmada
en su libro “No pienses en un elefante”, que estudia principalmente la creación
del imaginario colectivo en la política norteamericana, pero con criterios y
terminología que pudieran perfectamente exportarse a otros escenarios y a otros
países, con sus particularidades. La teoría parte de la base de que los medios
de comunicación crean, por intereses variados, una serie de imágenes mentales
que calan en la sociedad, y que se reproducen en un buen número de personas.
Esto, traducido al objetivo de este artículo, se ha visto reflejado de
forma evidente en las noticias referidas a Grecia desde el comienzo de la crisis
económica, que han instalado en la población mundial que todo lo relacionado
con el país del Egeo es negativo, y que ningún otro país puede parecerse a
ellos. Lo hemos visto en las declaraciones de muchísimos políticos españoles en
los últimos tiempos, que para quitar hierro a la situación de nuestro país,
afirmaban que España no era Grecia, y con eso tranquilizaban a más de uno. El
país heleno ha sido visto desde el comienzo de la crisis como el causante de
todos los problemas de la zona euro, en gran parte porque, debido a la
interdependencia de la zona euro, un desastre económico en un país provoca
grandes sacudidas en el resto de la Unión. Sin embargo, ha habido una parte de evidente exageración y de dicotomización de la realidad. No es descabellado afirmar que muchas personas han desarrollado un cierto odio por Grecia por todo lo que se ha publicado al respecto durante este tiempo, y por el estado de opinión que al respecto se ha inoculado.
Las últimas elecciones, que se han convertido en una de las principales
noticias fuera del país heleno, fueron un resultado de la pobre gestión del
gobierno conservador de Nueva Democracia (ND), que hizo del recorte su política
central por imperativo europeo. La cita electoral vino amenizada con el conocido discurso del miedo, intentando que, pese a la errática política de austeridad del gobierno de Samarás, el vuelco político que predecían las encuestas no llegase a producirse jamás. Los organismos internacionales contribuyeron a ello, por ejemplo en el caso del Fondo Monetario Internacional (FMI), que en cuanto conoció la convocatoria de elecciones, paralizó las ayudas al país, y lo que es más grave, a sus ciudadanos y ciudadanas, hasta que no hubiera un gobierno constituido, como una forma de presión a los griegos para que mantuviesen al gobierno conservador y partidario de la austeridad en el poder. La campaña de ND contó con el apoyo del Partido Popular Europeo, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, acudió al país a colaborar en la campaña. El mensaje estaba claro, con una victoria conservadora, Grecia no volvería a ser un problema.
Mucha gente de fuera de Grecia, temerosa, siguió apoyando la opción de Samarás, pero dentro del país, los ánimos estaban muy caldeados, y era la SYRIZA de Tsípras la forma de catalizar ese descontento. La campaña del miedo, marcada por los organismos europeos, no cejó en su empeño, aunque para ello tuvieran que malinterpretar declaraciones de los responsables del partido progresista acerca de la salida de Grecia del euro. No bastó, y el domingo 25 de enero, Alexís Tsípras llevó a su partido a una contundente victoria, que muchos fuera del país vieron con horror. Solamente hacía falta ver las portadas de algunos medios españoles para entender que ese resultado no había sentado bien a mucha gente, puesto que entendían que eso significaba que el país heleno se abandonaba al populismo, y acabaría saliendo del euro, provocando un cataclismo mundial de grandes dimensiones, según estas previsiones.
Los primeros días del gobierno Tsípras han sido más de lo mismo, más de ese miedo impuesto desde fuera que ha venido a reafirmar el marco de referencia aplicado hasta el momento. Todos los primeros pasos y aproximaciones han sido vistas con desaprobación por parte de los que mandan, y los medios han transmitido esta negatividad y excesivo escepticismo, dejándose claro que no habrá ni un día de gracia para este gobierno. Los griegos y las griegas se asfixian con el pago de la deuda, y es necesaria una solución para que esa deuda no sea tan gravosa para los ciudadanos helenos. Fue desde luego lo que tenían claro dos personajes claves de la Unión Europea que llegaron a Grecia la semana pasada para reunirse con Tsípras y su súper ministro económico Yanis Varoufakis: el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y el del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Dos socialdemócratas que llegaban al país con la mano tendida y con voluntad de pactar. Incluso, como muestra de buena fe, desde los organismos europeos se apuntó a la posibilidad de desmantelar la temida 'troika', formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea. Pero rápidemente, el Bundestag, el gigante alemán, criticó estos acercamientos, y de nuevo los germanos cierran la puerta al entendimiento.
Lo curioso de toda esta historia es que el país responsable de todo lo que se mueve en Europa es el mismo que ha ido modelando esta forma de pensar, es decir, Alemania. Una Alemania que marca el paso de la austeridad, que controla a todos los países, y que no permite que se mueva una coma del plan económico que han metido a calzador en toda Europa, ésa es la que manda en toda esta historia. Resulta como poco curioso, porque Europa hizo un esfuerzo de olvido colectivo cuando Alemania se reunificó, para olvidar lo que había pasado allí décadas antes en esa zona del continente. Entonces, conscientes de la pujanza del reunificado país, se cambió el marco de referencia, y se colocó al país al mando de la política y la economía europeas, algo que se mantiene hasta hoy. Tal vez los alemanes deberían ser más generosos, y procurar que, de la misma forma en que se les volvió a integrar en Europa tras la barbarie nazi, los griegos puedan sentirse parte importante de Europa, y los demás dejen de verles como un problema. En esto, los periodistas tenemos una gran responsabilidad, y los grandes medios tendrían que empezar a plantearse si han informado bien todo este tiempo.
Porque es bien cierto que, como se ha venido señalando desde el comienzo de la crisis griega, la república helénica falseó sus cuentas para entrar en la Unión Europea, y la mayor parte de las decisiones tomadas por los sucesivos gobiernos han sido erráticas. Pero si algo nos ha mostrado esta inclemente crisis es que nos podría haber pasado a cualquiera. El gobierno de SYRIZA puede gustar o no gustar, pero es la primera oportunidad que los griegos y las griegas tienen desde 2008 de tener un gobierno que realmente les pertenece, que no está tutelado por Europa, como los gobiernos de Papandreu y Samarás, o que no ha sido impuesto por la 'troika', como fue el caso del ejecutivo tecnócrata de Papademos, y que quiere plantear una salida alternativa a la austeridad. Grecia necesita la ayuda, la solidaridad y el cariño de todos para empezar a ver una luz al final del tortuoso túnel de la austeridad y del sufrimiento. Frente a la frialdad y la crueldad de las instituciones financieras europeas, los europeos y europeas tenemos que mostrar nuestra cara más solidaria con los griegos, y tener en cuenta que sin ellos, sin esa cultura, muchas de las cosas que conforman nuestras sociedades no existirían, y que por ello, no debemos odiarles, sino apoyarles y dejarles claro que no están solos, y que solamente estando juntos seremos más fuertes.
Los primeros días del gobierno Tsípras han sido más de lo mismo, más de ese miedo impuesto desde fuera que ha venido a reafirmar el marco de referencia aplicado hasta el momento. Todos los primeros pasos y aproximaciones han sido vistas con desaprobación por parte de los que mandan, y los medios han transmitido esta negatividad y excesivo escepticismo, dejándose claro que no habrá ni un día de gracia para este gobierno. Los griegos y las griegas se asfixian con el pago de la deuda, y es necesaria una solución para que esa deuda no sea tan gravosa para los ciudadanos helenos. Fue desde luego lo que tenían claro dos personajes claves de la Unión Europea que llegaron a Grecia la semana pasada para reunirse con Tsípras y su súper ministro económico Yanis Varoufakis: el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y el del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Dos socialdemócratas que llegaban al país con la mano tendida y con voluntad de pactar. Incluso, como muestra de buena fe, desde los organismos europeos se apuntó a la posibilidad de desmantelar la temida 'troika', formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea. Pero rápidemente, el Bundestag, el gigante alemán, criticó estos acercamientos, y de nuevo los germanos cierran la puerta al entendimiento.
Lo curioso de toda esta historia es que el país responsable de todo lo que se mueve en Europa es el mismo que ha ido modelando esta forma de pensar, es decir, Alemania. Una Alemania que marca el paso de la austeridad, que controla a todos los países, y que no permite que se mueva una coma del plan económico que han metido a calzador en toda Europa, ésa es la que manda en toda esta historia. Resulta como poco curioso, porque Europa hizo un esfuerzo de olvido colectivo cuando Alemania se reunificó, para olvidar lo que había pasado allí décadas antes en esa zona del continente. Entonces, conscientes de la pujanza del reunificado país, se cambió el marco de referencia, y se colocó al país al mando de la política y la economía europeas, algo que se mantiene hasta hoy. Tal vez los alemanes deberían ser más generosos, y procurar que, de la misma forma en que se les volvió a integrar en Europa tras la barbarie nazi, los griegos puedan sentirse parte importante de Europa, y los demás dejen de verles como un problema. En esto, los periodistas tenemos una gran responsabilidad, y los grandes medios tendrían que empezar a plantearse si han informado bien todo este tiempo.
Porque es bien cierto que, como se ha venido señalando desde el comienzo de la crisis griega, la república helénica falseó sus cuentas para entrar en la Unión Europea, y la mayor parte de las decisiones tomadas por los sucesivos gobiernos han sido erráticas. Pero si algo nos ha mostrado esta inclemente crisis es que nos podría haber pasado a cualquiera. El gobierno de SYRIZA puede gustar o no gustar, pero es la primera oportunidad que los griegos y las griegas tienen desde 2008 de tener un gobierno que realmente les pertenece, que no está tutelado por Europa, como los gobiernos de Papandreu y Samarás, o que no ha sido impuesto por la 'troika', como fue el caso del ejecutivo tecnócrata de Papademos, y que quiere plantear una salida alternativa a la austeridad. Grecia necesita la ayuda, la solidaridad y el cariño de todos para empezar a ver una luz al final del tortuoso túnel de la austeridad y del sufrimiento. Frente a la frialdad y la crueldad de las instituciones financieras europeas, los europeos y europeas tenemos que mostrar nuestra cara más solidaria con los griegos, y tener en cuenta que sin ellos, sin esa cultura, muchas de las cosas que conforman nuestras sociedades no existirían, y que por ello, no debemos odiarles, sino apoyarles y dejarles claro que no están solos, y que solamente estando juntos seremos más fuertes.
ABOUTME
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